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Relaciones peligrosas

Extrañas alianzas de izquierdistas y derechistas dominan el panorama electoral europeo.

4 de diciembre de 1989

La fiebre socialdemócrata que invadió durante algunos años a varios países europeos y la tradición alternadora que caracterizó la vocación electoral de algunos de ellos, ha venido dando paso, cada vez más, a una nueva manifestación de pragmatismo político: el coalicionismo. Una curiosa forma de gobierno entre derechas e izquierdas, cuya paternidad se podría atribuír a los italianos, quienes desde la Segunda Guerra Mundial no han sabido lo que es una administración monopartidista.
Con excepción de Inglaterra, Portugal y España (en el caso de que el escaño que está en discusión lo permita), cuyos gobiernos todavía detentan una mayoría absoluta en el Parlamento, los países miembros del grupo de "los doce", que se darán una cita dorada en 1992, demuestran la tendencia de que para esa fecha se tendrá que hablar de la Europa de las coaliciones.
Grecia, que se montó al carro de las coaliciones, impulsada por el único fin de "ajustar cuentas" con Andreas Papandreau y su partido socialdemócrata, se ha visto escandalizada por dos extraños matrimonios: el del septuagenario Papandreau con la exuberante Dimitra Liani y el de los conservadores de Nueva Democracia con los comunistas del Partido de la Izquierda y el Progreso.
Sin embargo, a juzgar por las encuestas, Papandreau y su partido no han dado el brazo a torcer y aunque la "extraña pareja" conservadoracomunista se frotaba las manos al pensar que la "catarsis" había desmoronado al Pasok, las elecciones, que al cierre de esta edición no se habían llevado a cabo, probablemente le darán un mentís histórico. Y a pesar de que lo más seguró es que los socialistas no logren la mayoría, como lo hicieron en 1981 y en 1985, al curioso matrimonio no le quedará otra salida que la de contar con su "corrupto" enemigo.
En Italia, a pesar de las acusaciones de los comunistas y de los verdes sobre irregularidades de la Democracia Cristiana en los comicios municipales que se llevaron a cabo la semana pasada, las cosas no saldrán del famoso "pentapartido". Las discusiones sobre si eran 27 ó 20 los escaños democratacristianos y si los comunistas tenían 23 y no 22, como se dijo inicialmente, no variarán en lo más mínimo que el "coalicionismo" siga gobernando.
Los países "menores" dentro de la Comunidad, es decir, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Irlanda y Dinamarca, se pueden considerar como pioneros del "coalicionismo". Socialistas, democratacristianos y liberales se reparten el poder en Bélgica, aunque dentro de ellos se ha perfilado un líder de la coalición, Wilfried Martens.
"Los soldados del destino" (Fianna Fail) y "El pueblo de Irlanda" (Fine Gael) ambos partidos nacionalistas, gobiernan la República de Irlanda en compañía de los laboristas, quienes tienen una representación minoritaria en el Parlamento.
El caso holandés tiene también sus particularidades. El primer ministro, Ruud Lubers, quien resultó victorioso por tercera vez en las pasadas elecciones de septiembre, no ha podido conformar aún su gabinete. Los liberales, quienes fueron los causantes de la crisis que generó la disolución del gobierno anterior, se empeñan en mantener indefinidamente su "ejecutivo provisional". Los democristianos y los socialistas no han logrado aventajarse, ni unos ni otros, como para hacer toldas aparte.
En Dinamarca, las cosas no son diferentes. Las cuatro fuerzas que forman la coalición gubernamental apenas han logrado conseguir los escaños suficientes como para mantenerse en el poder. En las elecciones del año pasado el único partido que habló de un triunfo electoral fue el ultraderechista Partido del Progreso, que duplicó el número de votos, pero que tampoco le fueron suficientes para conseguir una mayoría.
Los luxemburgueses la han tomado con un poco más de calma. El Gran Ducado está conformado por una coalición de democristianos y socialistas y han logrado mantener el equilibrio, a pesar de que la propia alianza se ha convertido en una fuerza mayoritaria.
Lo cierto es que para el 92 las cosas marcan una tendencia en Europa: el adiós al gobierno monopartidista. Y con las expectativas que existen alrededor del Reino Unido, en donde hay un partido conservador fuerte y un laborismo en ascenso, ayudados por la cada vez menos popular imagen de Margaret Thatcher el equilibrio de las izquierdas y las derechas comienza a asomar la cara.
Lo que quedaría por verse es lo que sucederá en Francia, en donde ya probaron en la pasada legislatura el sabor de las coaliciones. Sin embargo, los franceses, más elegantes, han preferido llarmarle la época de "la cohabitación". Pero nadie descarta que los franceses lleguen a buscar una fórmula que consiste no en la alternación entre los partidos de izquierda y derecha, sino la alternación entre la cohabitación, es decir, el coalicionismo y el monogobierno de izquierda.