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Hugo Chávez, Donald Trump y Silvio Berlusconi. | Foto: Fotomontaje SEMANA

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Ya en el poder, ¿Trump será Berlusconi o será Chávez?

El magnate republicano sorprendió al mundo, pero su victoria tiene precedentes. Muchos han comparado al próximo presidente de Estados Unidos con otros políticos populistas en el mundo.

9 de noviembre de 2016

Un multimillonario con aires de demagogo montado en una plataforma personalista llegó al poder en un país que hace parte de las grandes potencias industriales del mundo. Podría ser un titular para la victoria de Donald Trump, pero en realidad se refiere a lo que vivió Italia hace 23 años. En ese entonces, Silvio Berlusconi logró convertirse en primer ministro, al coronarse en las urnas con argumentos muy similares a los del magnate neoyorquino.

El italiano, como Trump, es machista, mujeriego, autoritario y cometió decenas de errores que, en vez de hundirlo, lo afianzaron ante la gente. Las similitudes abundan, como reseñaba el periodista Iñigo Domínguez en un reportaje para el diario español El País. “Se presenta como un outsider antisistema cuando es fruto y parte esencial del sistema. Es más, de lo peor y más adinerado del sistema”.

Como Trump, Berlusconi era una celebridad proveniente tanto del negocio de bienes raíces como de la industria del entretenimiento y “se muestra a sí mismo como el hombre fuerte de Italia, hablando como un tabernero, vendiendo promesas evidentemente falsas de riqueza y grandeza para todos”, señala el Washington Post.

Ambos también fueron protagonistas de sonados escándalos sexuales, pero eso no los perjudicó decididamente en las urnas.

Sin embargo, hay considerables diferencias. Donald Trump será el líder de la mayor potencia planetaria y estará a cargo de los botones nucleares, Berlusconi nunca tuvo ese poder. El italiano además apoyaba el modelo liberal de comercio. Trump, con sus políticas económicas aislacionistas, alterará de tajo el orden mundial.

Además, las ideas del republicano están probando ser aún más provocadoras. El propio Trump insinuó reiteradamente en campaña sus intenciones de encarcelar a Hillary Clinton. En eso el magnate se parece más a un populista como el fallecido Hugo Chávez. Las comparaciones con el presidente venezolano tampoco le son ajenas, a pesar de que ambos provienen de contextos económicos radicalmente diferentes.

Hace unos meses, The Guardian resumió así las notables similitudes del republicano con Chávez: “Contrató y despidió gente en vivo. Humilló y amenazó a sus enemigos y alardeó sobre su victoria. Podía ser gracioso, vulgar y bufón, y rompió todas las normas de conducta de un presidente”.

La ocasión en la que el presidente venezolano declaró en público que “tenía diarrea” recuerda extrañamente al candidato republicano. No porque este fuera a decir algo tan vulgar como las declaraciones del ‘comandante’, sino por la manera en la que transforma sus errores y su humanidad en su capital político.

Porque si en algo se asemeja el republicano y el bolivariano es en eso: la capacidad de ambos de identificarse con el ciudadano común. Aunque Trump es lo más lejano de un norteamericano común, sus opiniones, sus errores, su forma de decir las cosas se identificó perfectamente con su electorado.

Además, como señala Ioan Grillo en una reciente columna en el New York Times, “Trump instiga a la clase trabajadora estadounidense contra el establecimiento en Washington. Chávez instigó a los venezolanos pobres contra lo que él llamó ‘la oligarquía’”.

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Donald Trump ha sido llamado un Hugo Chávez primermundista casi tanto como un Silvio Berlusconi americano. ¿Cuál de los dos se asemejará más al republicano ya en el poder? En realidad, es difícil de decir, pues con ambos comparte elementos populistas distintos.

Quizás la realidad esté un poco en el medio, y Trump tenga un poco de ambos. Y ese es justamente el escenario más tenebroso: el emporio económico y los escándalos judiciales del italiano y la arrolladora base social del venezolano, al mando del país defensor de la democracia por excelencia. Por ahora, como reza la ya famosa frase del propio Chávez.