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Rico en promesas

El programa de Silvio Berlusconi, el magnate y nuevo primer ministro italiano, encierra la mayor amenaza para su gobierno.

18 de junio de 2001

Si el gobierno italiano se hubiera propuesto un mejor escenario para el retorno de Silvio Berlusconi al poder, no lo hubiera hecho tan bien. Para ahorrar costos, el ministro del Interior resolvió disminuir el número de puestos electorales. Pero los votantes se volcaron en tal número, que fue necesario ampliar las horas de votación, y aún así miles de personas se quedaron por fuera. Un caos como ese resultó el perfecto telón de fondo para la victoria de un hombre de negocios que prometió, precisamente, manejar al país con un criterio empresarial en el que la desorganización es un pecado irredimible.

Berlusconi hará con seguridad historia en su segunda oportunidad al frente del gobierno italiano, que dirigió brevemente en 1994. Para ello sería suficiente con permanecer, como asegura, cinco años en el poder en un país que ha tenido 59 gobiernos en 50 años. Pero al milanés le basta con ser el hombre más rico de Italia, con intereses en prácticamente todos los aspectos de la economía del país, para convertirse en un caso de estudio sin igual sobre la incompatibilidad entre los intereses del Estado y los de su gobernante.

Desde el punto de vista político nada parece, al menos por ahora, señalar que Berlusconi no completará los cinco años que promete. La razón es que su grupo ‘La Casa de la Libertad’ ganó una ventaja cómoda tanto en la Cámara de diputados como en el Senado (ver gráfico). Y sus alianzas con partidos de extrema derecha ya no parecen tan amenazantes. Su más fiel seguidor, Gianfranco Fini, jefe de la posfascista Alianza Nacional y quien parece ser seguro viceprimer ministro, más que ser definido hoy como posfascista, es visto como un conservador. Otro fantasma que pierde sustancia es el del peligro del extremismo del otro compañero de coalición: el truculento Umberto Bossi. Con la ‘masacre’ que sufrió la Liga Norte, ex secesionista y anti europeísta, al quedar por fuera del Parlamento, su presencia en el gobierno es innecesaria y Europa tiene una preocupación menos.

Con el tema político relativamente en calma, los problemas de Berlusconi nacen de los múltiples procesos por corrupción que se le siguen en varios tribunales y, sobre todo, de la amplitud de sus promesas electorales que se contradicen con los compromisos económicos de Italia en el marco de la Unión Europea. Esas promesas están contenidas en un curioso contrato que, muy a su estilo teatral, Berlusconi ‘firmó’ con los italianos y cuyo texto fue difundido por sus medios de comunicación. Son cinco compromisos: reducción de los impuestos, represión del delito, aumento de las pensiones, creación de puestos de trabajo y ejecución de grandes obras. Como contraprestación en caso de no cumplirlos, el dirigente prometió abandonar la política, pero al final de su mandato.

Los analistas dicen que Berlusconi tendrá que decidir qué promesas cumplirles a los italianos y cuáles a la Unión Europea. Lo que pone a Berlusconi contra la pared es que en 2000, la relación entre la deuda pública y el producto interno bruto de Italia fue del 110 por ciento, casi el doble de la de Alemania. Cualquier reducción de impuestos necesita ser compensada por disminución del gasto. Y la única forma de hacerlo es precisamente reformar un sistema pensional que ya consume el 30 por ciento del gasto y amenaza con colapsar bajo una población cada vez más vieja y una tasa de nacimientos cada vez más exigua. Aún así, el magnate convertido en gobernante ofreció subir las pensiones mínimas de 350 dólares a 500, bajo el lema de “por una mayor dignidad”.

Hay dos puntos en los que están de acuerdo los analistas políticos: la derrotada coalición centroizquierdista de Francesco Rutelli, el Olivo, quiso que las elecciones fueran un plebiscito virtual en pro o en contra de la figura de Berlusconi. Segundo, la vía política es el único camino para resolver la incompatibilidad entre el empresario y el jefe de gobierno.

Claudio Lodici, analista y profesor de la American University de Roma responsabilizó en diálogo con SEMANA al gobierno de centroizquierda “que en cinco años no hizo nada para resolver el tema de la incompatibilidad”. El asunto salió a relucir sólo 15 días antes de la clausura de las actividades del Parlamento: el Senado aprobó, contra viento y marea, un proyecto para regular el conflicto, pero la Cámara ya no tenía tiempo. Para Lodici “el problema es muy serio pues Berlusconi posee un conglomerado que toca áreas vitales de la economía italiana, los medios, la banca, la construcción y hasta el fútbol. Cada vez que aborde con sus ministros la agenda económica habrá en el orden del dia un punto que toque alguno de sus intereses”.

Durante la campaña Berlusconi dijo que crearía una comisión de tres sabios, que podría estar formada por un alemán, un inglés y un estadounidense, con la misión de dar una solución al conflicto. Lodici recuerda que en 1994 hizo lo mismo con una comisión que no llegó a ninguna parte, pero ahora le concede el beneficio de la duda, pues la percepción es que, en estos años, Berlusconi ha madurado su forma de hacer política.

Con sus tres canales de televisión y con enormes inversiones en el sector editorial —posee la más grande casa editorial de Italia— “ Silvio Berlusconi es un ‘caso anormal’ en el panorama internacional”, dijo a SEMANA Philip Willan, corresponsal en Roma del diario británico The Guardian. Sin embargo, precisa que, “no se puede asegurar que Berlusconi haya obtenido la victoria gracias a una manipulación de sus medios, en conjunto la independencia de la prensa está garantizada”. Aunque “con la televisión sin duda estará aventajado, porque tendrá a su servicio también la radio y la televisión del Estado”, afirma. No obstante, un mal síntoma vino a acrecentar los temores de una dictadura mediática: Fini pidió tras la victoria una purga en la televisión estatal RAI. Adujo como razón que el cubrimiento de la campaña fue “escandaloso”. Para las malas lenguas, el centro del problema fue la emisión del programa Satyricon, con una entrevista a un autor que escribió un libro sobre el misterioso origen de la enorme fortuna del nuevo primer ministro.

Todo lo cual indica que a Italia le espera más de una sorpresa. Y en cualquier caso el gobierno será, para Berlusconi, una carrera con obstáculos.