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¡Salve, oh Hillary!

La gestion de la Primera Dama sobre el programa de salud pública de Estados Unidos, la eleva a la categoría de superestrella.

1 de noviembre de 1993

DESDE QUE SU CANDIDATURA COMENZO A tomar fuerza, el hoy presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, ofreció a sus votantes, en clara referencia a su esposa, "vote por uno y reciba el segundo gratis". La figura de Hillary Clinton ya prometía convertirse en una Primera Dama fuera de lo común, por los antecedentes de la abogada más importante de Arkansas. Pero el apunte, al mismo tiempo que ganó el voto de algunas feministas, creó tan mala impresión que el equipo de Clinton resolvió bajarle el perfil a la señora para no dejar la impresión de que el candidato dependía demasiado de una mujer por la que nadie estaba votando realmente.
Hoy, sin embargo, se confirma que el comentario no era tan inocente, pues el país está virtualmente a los pies de esa mujer de fuerte personalidad y aspecto inofensivo. La semana pasada la señora Clinton asistió a la Comisión de Organización y Métodos de la Cámara de Representantes para sustentar el proyecto gubernamental de salud pública, y produjo una impresión tan favorable que los miembros la despidieron con una cerrada ovación sin precedentes.
Es cierto que Rosalynn Carter asistía a las reuniones del gabinete, que Betty Ford fue muy activa en derechos civiles y que Eleanor Roosevelt trabajó en las reivindicaciones de la mujer. Pero por primera vez la esposa del Presidente dejó de aparentar saber menos de lo que sabía, y de aconsejar menos de lo políticamente aconsejable. Nunca antes una Primera Dama había asumido un papel tan crucial en un tema a que muy bien puede ser el central de la primera presidencia de su marido.
Lo cierto es que Hillary cautivó a esos avezados parlamentarios con su claridad conceptual y su capacidad de síntesis, sentada a solas, contestando sin la ayuda de notas los más variados datos, y desplegando una capacidad dc seducción que puso a los representantes a decirle piropos. Uno de ellos, Dan Rostenkowski, terminó la sesión diciéndole, ni más ni menos, que el presidente Clinton sería recordado como "el esposo de Hillary".
UN CHISTE SERIO
Hoy en Washington circula el chiste de que el Presidente le ayuda en las tareas escolares a su hija Chelsea, porque su mamá está demasiado ocupada. Y no dista mucho de la realidad. Desde la época en que la misma pareja manejaba el pequeño estado de Arkansas, Hillary ya era la fuerza motriz de las reformas liberales del gobierno. Clinton menciona especialmente la modificación del sistema judicial para los menores y una serie de medidas que aumentaron la inversión estatal en educación, salud y seguro social.
Cuando Clinton perdió su reelección como gobernador en 1980 (entre otras cosas porque el estilo feminista y medio hippie de Hillary cayó mal en ese estado provinciano), fue la misma Hillary quien, con su esposo en casa víctima de la depresión, defendió su gobierno en un coloquio universitario que recibió gran difusión y que se convirtió en la base de la campaña con que recuperaron el puesto.
Ultimamente la posición de Hillary como presidenta del Comité para la elaboración del nuevo sistema de salud pública estuvo bajo el ataque de una agremiación médica que argumentó que la Primera Dama no era funcionaria y que, por lo tanto, el Comité debía trabajar en público y poner a la disposición de quien lo pidiera los documentos de trabajo. Sin embargo, tras un fallo adverso, una Corte Federal de Apelaciones definió la posición de la Primera Dama como "funcionaria federal de facto", lo que le abrió el camino. Hoy se señala a Hillary como la posible directora del programa de reforma del sistema de seguridad social, una vez el tema de la salud pública quede superado.
Pero no se trata sólo de su actuación oficial. Los chismes de Washington sostienen que la Primera Dama ha influido en la toma de decisiones importantes y, en ocasiones, controversiales, como la de desmantelar a la DEA (Agencia Federal contra las Drogas) y pasar sus funciones al FBI (Oficina Federal de Investigaciones).
Los Clinton han cometido errores conjuntos, como cuando resolvieron hacerse el corte de pelo más costoso del país a bordo del avión presidencial. Pero en el tema de la salud pública han demostrado que, más que una buena pareja, son un equipo político sin precedentes. Hillary y su marido no sólo están definiendo el nuevo papel de la Primera Dama, sino la estructura del matrimonio moderno.