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Stroessner busca refugio en el Brasil, mientras en el Paraguay la democracia sigue de capa caída.

13 de marzo de 1989

Tal vez nunca se sepa cuántas personas murieron en el sangriento golpe que terminó con la dictadura de Alfredo Stroessner. Pero quienes asistieron de cerca a la salida del ex dictador cuando tomó, dos días más tarde, un avión que lo llevaría a su exilio provisional en Brasil, dicen que el viejo general no iba particularmente deprimido. Al fin y al cabo, al otro lado de la frontera le esperaban no sólo sus residencias y fincas ganaderas, sino sobre todo, el país que dictó gran parte de sus decisiones gubernamentales en los largos años de su permanencia en el poder. Como dijo un diplomático,"para Brasil es tan natural recibir a Stroessner como para los Estados Unidos a Ferdinando Marcos. Stroessner era un dictador del Brasil".
Esa afirmación no debio caerles muy bien a los funcionarios del actual gobierno brasileño, que dista mucho de las dictaduras militares que imperaron allí durante gran parte de la época en que Stroessner manejó al Paraguay. Pero aún así, el general fue recibido con 12 acompañantes en la lujosa casa de huéspedes de la Empresa de Centrales Eléctricas en Itumbiara, bajo fuerte protección policial, mientras la cancillería declaraba que se había ofrecido refugio a Stroessner "de acuerdo con la tradición brasileña de respeto al derecho de asilo y a las normas de derecho internacional vigentes".
Sin embargo, no sólo su destierro dorado (que no excluye la posibilidad de que más tarde sea recibido por los Estados Unidos) pareció mejorar el semblante de Stroessner cuando abandonó el país. Hubo quienes afirmaron que viajó con la convicción íntima de que tras de sí, quedaba un país manejado por una especie de "Stroessnerismo sin Stroessner".
Esa impresión crece a medida que pasan los días del gobierno del general Andrés Rodriguez. Aunque el país es atravesado por vientos nuevos, que parecen estimulados por 34 años de letargo, y los diarios, la radio y la televisión no dan abasto para cubrir las noticias que, una tras otra, se producen como recuperando el tiempo perdido, cada vez es más evidente que aún falta mucho camino por recorrer antes de que se produzca una verdadera apertura democrática. Para empezar, mientras en las calles las estatuas y bustos del dictador son arrastrados por los jubilosos transeúntes, en la sede del gobierno toman asiento personajes que participaron activamente de la dictadura, comenzando por el propio general Rodríguez y el influyente canciller Luis María Argaña. Todos los miembros del nuevo gabinete pertenecían a la facción "tradicionalista" del partido de Stroessner, el Colorado, que había sido opacada por un sector contrario, el "militante", del que hacían parte los colaboradores más cercanos de los últimos años del general en el poder y quienes, por otra parte, son los únicos que, perseguidos y encarcelados, parecen ser quienes pagarán los platos rotos.
El hecho de que golpistas y derrocados hubieran estado tapados con la misma cobija durante muchos años, ha llevado a que el presidente Rodríguez hable con insistencia de "perdón y olvido", en un mensaje que no llega a muchos paraguayos que sufrieron en carne propia la dureza del régimen. La figura del mismo Stroessner ha comenzado a ser "limpiada", mientras se atribuyen las fallas de su gobierno a quienes le acompañaban.El propio ministro Argaña dijo en una rueda de prensa que "hubo 32 ó 33 años de gran gobierno. Stroessner fue un gran presidente durante muchos años. Infortunadamente, durante los últimos dos, fue rodeado por un grupo de políticos irresponsables y codiciosos, que carecían de sentido nacionalista".
Otro factor que hace pensar a los observadores en el continuismo del nuevo gobierno, es su insistencia en convocar elecciones para el 1° de Mayo. Aunque ese plazo ha sido considerado exageradamente corto como para permitir la puesta en marcha de cualquier campaña electoral, el gobierno se aferra a esa disposición, con el argumento de que se trata del cumplimiento de una norma constitucional según la cual, en caso de renuncia del titular antes de dos años de iniciado su periodo (el último periodo de Stroessner comenzó el 15 de agosto de 1988), "se convocará a elecciones dentro de los tres meses y el ciudadano electo asumirá inmediatamente la presidencia de la república hasta completar el mandato". La posición de aferrarse a la letra de una constitución que, por otra parte, acababa de ser violada por quienes ahora la defienden, pareció quitar impulso a los esfuerzos del gobierno por presentar una cara democrática y reformista.La apertura de los diarios y emisoras clausuradas, y el acercamiento a la Iglesia Católica, no alcanzaron a acallar las voces de protesta de los partidos de oposición que ven en una convocatoria tan temprana una trampa para acallar toda disidencia en las urnas.
Los principales partidos de oposición, encabezados por el líder del Partido Liberal Radical Auténtico, Domingo Laíno, coincidieron en que la fecha de las elecciones debe ser concertada "por todas las fuerzas democráticas". Juan Carlos Galaberna, vicepresidente del Movimiento Colorado Popular, declaró: "Lo que tenemos es una constitución rota, pues no existe vigencia parcial de leyes fundamentales. Se debe recordar, además, que todas las leyes del país fueron hechas a la medida del dictador".
En medio de los clamores por el aplazamiento de las elecciones, el ministro Argaña sorprendió a la mayoría de sus conciudadanos cuando no sólo renunció a sus aspiraciones presidenciales, sino que proclamó la del general Rodríguez, a favor de quien, afirmó, "he comprometido todo mi esfuerzo ".
Aunque en principio se afirmó que ese gesto revelaba fisuras en el seno del gobierno, pronto ganó mayor credibilidad la tesis de que Argaña, político avezado, había aceptado la presidencia de Rodríguez hasta 1993, a cambio de que el general apoyara su propia aspiración en ese año, lo que, en el contexto de las últimas 8 elecciones presidenciales del Paraguay, suena a garantía de triunfo.
En esas condiciones, pocos dudan de que el próximo presidente "constitucional" del Paraguay será el general Andrés Rodríguez, quien verá refrendado su golpe de estado por unas elecciones dudosas. Entre tanto, el propio Rodríguez ha iniciado una campaña para desligar su nombre de cualquier vinculación con el narcotráfico, y se ha afirmado que, entre otras cosas, uno de los motivos de tensión entre Rodríguez y Stroessner fueron los maltratos recibidos por Marta, la hija del primero, a manos de su esposo, Alfredo Stroessner hijo, quien, según se dice es adicto a la cocaína. Sea o no esto cierto, la verdad es que el Departamento de Estado norteamericano no parece muy decidido a revolver demasiado ese avispero. Como declaró un vocero al periódico The New York Times, "No hay evidencias de que (Rodríguez) esté involucrado en narcotráfico en épocas recientes. No hay ninguna prueba que se pueda llevar a la corte".
Lo que sí parece seguro es que, aunque se ha abierto una vía de desahogo en la vida de los paraguayos, nadie puede afirmar aún que conduzca a la consolidación de la democracia.