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TERRORISMO

Sangre en la arena

La ola de atentados de Bagdad le recordó a Barack Obama que el caos de Irak amenaza su intención de retirar sus soldados de ese país para enviarlos a Afganistán.

12 de diciembre de 2009

El jueves, en su discurso de aceptación como Premio Nobel de Paz, el presidente estadounidense, Barack Obama, mencionó en Oslo, Noruega, que también es el comandante en jefe de un país que libra dos guerras, la de Irak y la de Afganistán. "Una de estas guerras se está apagando", dijo en referencia a la primera. Pero la afirmación no parece tan obvia, como se encargaron de demostrar los sangrientos atentados del martes en Bagdad, que dejaron más de un centenar de muertos y medio millar de heridos. El gobierno estadounidense está decidido a trasladar una parte importante de sus esfuerzos a Afganistán, pero con la caja de Pandora iraquí abierta de par en par, esa intención se podría frustrar.

Los ataques sorprendieron por su coordinación. Los cinco carros bomba sacudieron varios barrios de la capital poco después de las 10 de la mañana, con apenas minutos de diferencia, y produjeron enormes columnas de humo negro. Tenían como objetivo varios ministerios y edificios oficiales. El Ministerio de Salud declaró que era difícil precisar el número de víctimas, pues muchos cuerpos habían quedado hechos pedazos.

Paradójicamente, las malas noticias llegaron apenas un par de días después del anuncio de que noviembre había sido el mes con menos muertes violentas desde cuando Estados Unidos invadió Irak en 2003. Todo un espejismo. Aunque según las estadísticas el conjunto de la violencia se ha reducido en el último año, el terror en realidad nunca ha abandonado las calles de Bagdad. De hecho, el atentado sigue un patrón en el que ataques letales de gran magnitud son seguidos por semanas de relativa calma.

El 19 de agosto, dos carros bomba estallaron frente a los ministerios de Finanzas y Relaciones Exteriores, y segaron las vidas de 122 iraquíes. Y en octubre 25, otros ataques suicidas destruyeron tres agencias del gobierno y mataron a otros 155 civiles. Esos atentados pasaron a ser conocidos popularmente como el "domingo sangriento" y el "miércoles sangriento". Muy pronto, los iraquíes comenzaron a llamar el de esta semana el "martes sangriento".

Las hipótesis
La insurgencia en Irak proviene de varias fuentes, que van desde simpatizantes del desbandado partido Baath de Saddam Hussein, hasta islamistas radicales. En los meses recientes, ha habido preocupantes señales de que la organización terrorista Al Qaeda (que, dicho sea de paso, no tenía presencia alguna en Irak antes de la invasión) podría estar detrás de los atentados. De hecho, el gobierno iraquí se apresuró a culpar a Al Qaeda, como lo había hecho en agosto y en octubre, y un grupo vinculado con la red terrorista de Osama Ben Laden reivindicó los atentados.

Sin embargo, otras lecturas les apuntan a las diferencias sectarias. Irak es un país con profundas divisiones étnicas entre la mayoría chiíta y las minorías sunitas y kurdas. Muchos sunitas, acostumbrados a detentar el poder en tiempos de Saddam Hussein, tienen dificultades para aceptar ser dominados por los chiítas en el nuevo Irak. Esto ha alimentado la insurgencia, y muchos observadores creen que culpar a Al Qaeda es una manera de desviar la atención de un posible rebrote de la violencia sunita.

Todo ocurre en medio de un turbulento proceso político, pues el Parlamento iraquí acaba de fijar para el 7 de marzo las elecciones previstas inicialmente para enero, después de meses de discusión que evidenciaron las fisuras hacia la gran meta de la reconciliación política. Las divisiones entre los tres grupos persisten. De hecho, estas son las primeras elecciones parlamentarias en que van a participar los sunitas, que boicotearon las de 2005. Y es muy posible que la violencia empeore a medida que se acercan los comicios, como ha ocurrido en las cuatro ocasiones en que los iraquíes se han acercado a las urnas. El primer ministro, Nouri Al Maliki, sería el gran perjudicado, pues su gran bandera electoral es exhibir los logros en seguridad.

En cualquier caso, los observadores señalan que los atentados de este año contra edificios gubernamentales, mucho más coordinados, son un significativo cambio de táctica en la insurgencia, pues antes se centraba en ataques más pequeños contra mercados y mezquitas, objetivos de fácil alcance que les permitían fomentar las diferencias sectarias. Con los carros bomba consigue minar la credibilidad del gobierno que, pese a los múltiples controles y peajes en toda la ciudad, no logra detenerlos. En otras palabras, la bombas están dirigidas a símbolos del incipiente Estado iraquí.

De paso, la insurgencia también logra sembrar dudas sobre las capacidades de las fuerzas de seguridad iraquíes, que están obligadas a tomar el liderazgo ahora cuando las tropas estadounidenses planean su partida. Esa es la gran preocupación a medida que se acerca la fecha que Obama anunció para retirar los 115.000 soldados estadounidenses que hay en territorio iraquí. Washington tiene previsto retirar las tropas de combate antes de agosto del próximo año, en la primera fase de un repliegue que será total en 2011. Pero para eso, el gobierno de Obama necesita que los niveles de violencia se mantengan en un nivel aceptable.

Y basta repasar lo ocurrido desde cuando, el 20 de marzo de 2003, George W. Bush decidió inaugurar el concepto de "guerra preventiva" con su ataque a Irak, para darse cuenta de que nunca ha sido predecible el devenir de esa guerra en un país con profundas divisiones sectarias entre sunitas, chiítas y kurdos. La violencia sectaria alcanzó niveles inimaginables, al punto de que muchos hablaron sin tapujos de una guerra civil. Sin embargo, en la última etapa de su segundo mandato, Bush autorizó un polémico aumento de tropas, el famoso 'surge'. El cambio de estrategia ha dado resultados y la violencia ha descendido. Pero no hay que llamarse a engaños, los atentados son un campanazo y lo que ocurra en Irak gravitará sobre toda la estrategia internacional de Obama. No sólo por el compromiso de retirar las tropas, sino porque en gran medida es el modelo a seguir en Afganistán, donde Obama autorizó recientemente un aumento de tropas al estilo iraquí. Tanto en Irak como en Afganistán, la habilidad de Estados Unidos para una salida exitosa, o por lo menos decorosa, depende de sus socios locales. Y los bombazos de Bagdad no son un buen augurio.