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SANGRE ENTRE HERMANOS

La masacre de Johannesburgo demuestra que la situación de Sudáfrica todavia se puede empeorar más.

2 de mayo de 1994

PARA CUALQUIER PROFAno en el tema, resulta inexplicable lo sucedido el lunes 28 de marzo en Johannesburgo, capital de Sudáfrica. Esa día, una manifestación de miles de zulúes que portaban sus armas tradicionales, fue recibida a bala por seguidores de su rival político, el Congreso Nacional Africano, quienes supuestamente estaban defendiendo su cuartel general contra el asedio de los zulúes. Como saldo, más de 50 personas resultaron muertas, y las elecciones generales del mes de abril, abiertas por primera vez a todas las razas, quedaron en peligro de no ser efectuadas.
En un país que ha luchado durante décadas contra el sistema de segregación racial más aberrante de la segunda mitad del siglo XX, (apartheid), no es fácil entender por qué dos sectores negros se asesinan entre sí. Para ello, hay que recordar que en los años del apartheid, la élite dominante blanca creó 10 enclaves supuestamente independientes y sólo reconocidos por Sudáfrica, con el objetivo de concentrar allí a la mayor cantidad de población negra posible.
Esos enclaves cesarán de existir cuando entre en vigor la nueva Constitución, el 27 de abril próximo. Tropas del gobierno de Frederick De Klerk han desmantelado ya esos remedos de Estado (con saldo de sangre en uno de los casos, cuando extremistas blancos intentaron impedirlo), y el único que queda por eliminar es KwaZulu, el pedazo de tierra destinado a los zulúes, un pueblo de orgulloso ancestro guerrero.
El problema es que los zulúes, bajo el mando de su rey Goodwill Zwelethini y sobre todo de su sobrino, el jefe Mangosuthu Buthelezi, insisten en la independencia de su enclave y, por ello, a que las elecciones se lleven a cabo allí.
Su partido, el conservador Inkatha, ha sido aliado tradicional de los grupos ultraderechistas blancos, porque comparten con éstos la aversión por el ANC, (predominantemente de etnia Xhoisa, pero también con numerosos seguidores zulúes) que tiene fuerte influencia comunista y, por encima de ello, un caudal electoral superior al de Inkatha.
Los zulúes temen que un triunfo electoral del ANC destruya su cultura ancestral, y piden que se les devuelva su independencia basados en los límites tra dici on ale s de s u imperio, que alcanzó su mayor esplendor bajo el reinado de Shaka, en la primera mitad del siglo XIX. Incorporado a la colonia británica de Natal, al formarse la Unión de Sudáfrica en 1910, se convirtió en una de sus cuatro provincias.
Hoy, al borde de convertirse en el Estado negro más rico del mundo, son los propios miembros de esa raza quienes amenazan más seriamente el proceso.-