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Sangría sin final

La violencia se apodera de Irak y la situación parece salírse definitivamente de las manos de los norteamericanos. El panorama es el peor: la desmembración del país.

19 de septiembre de 2004

Eran las 10 de la mañana del 14 de septiembre. Varias docenas de hombres hacían fila para alistarse como policías frente a la comisaría de Al Karkh, ubicada cerca de la llamada zona verde, donde se encuentra la embajada estadounidense. En ese instante, la explosión de un carro bomba hizo volar todo en pedazos, mató instantáneamente a 47 personas y dejó a 120 heridas. El atentado fue reivindicado horas más tarde por el grupo del jordano Abu Musab al Zarqaui, al que Estados Unidos vincula con Al Qaeda, y uno de los 26 grupos insurgentes que están identificados en el país. Sería apenas el comienzo de una sangrienta jornada en la que perecieron 30 personas más en varias poblaciones del país.

Pero lo del martes no fue un caso aislado. Desde hace semanas no pasa un día sin que haya algún número de acciones violentas en territorio iraquí. El jueves, por ejemplo, varios insurgentes se llevaron de una casa situada en el barrio de Al Mansur, el más elegante de Bagdad, a dos norteamericanos y un inglés que trabajan en Irak posiblemente como contratistas, aunque la información no ha sido confirmada por ninguna de las dos embajadas. Con ellos ya son más de 20 los extranjeros que permanecen secuestrados, entre ellos dos periodistas franceses y dos cooperantes italianas que podrían ser degollados por sus captores en cualquier momento, además de varios camioneros sirios, jordanos y de otras nacionalidades.

Lo que ello demuestra es que la situación en Irak cada día es más crítica. El número de insurgentes crece y crece -los estadounidenses que antes decían que había sólo 5.000 hoy reconocen en privado que son alrededor de unos 20.000- como resultado de la indisposición de gran parte de la población iraquí por la permanencia de los soldados de la coalición en su país. "Su cultura política los lleva a ser cada día más hostiles hacia la presencia norteamericana. En la medida que más estamos en el país, ellos confirman más su posición", dice el profesor Andrew Terril, experto en Irak del Army War College's Strategic Studies Institute.

Pero si en un primer momento el punto de mira de los insurgentes estaba en los extranjeros, desde que el gobierno interino asumió el poder el 28 de junio su lucha se centró también contra los iraquíes que participan en él. Lo que podría desembocar más temprano que tarde en una guerra civil.

"La idea de que la escalada de violencia se acabaría con la llegada del gobierno interino, mientras 140.000 soldados continuaban controlando las principales ciudades , estaba muy lejos de ser una realidad", dice Andrew Robin, profesor de Georgetown y director de la coalición internacional de académicos contra la ocupación.

Los ataques de la insurgencia han aumentado tanto que sólo en la última semana hubo más de 200 muertos, además de los más de 1.500 iraquíes y 150 soldados estadounidenses que han perecido desde que se instaló el gobierno provisional.

Estos últimos hechos dejan en evidencia que la capacidad del primer ministro interino, Ayad Alaui, de congregar al pueblo alrededor de un proyecto de nación es cada día menor. Su popularidad, que al principio fue alta debido a su fama de hombre 'duro', es de menos del 2 por ciento.

El descontento con Alaui empezó a manifestarse después de que no pudo solucionar la crisis de Nayaf, cuando el clérigo chiita Muqtada Al Sadr propició la toma de la mezquita del imán Ali. En esa ocasión fue el gran ayatola Alí Sistani, máximo líder chiita en Irak, quien logró convencer a Al Sadr de que pusiera fin a la ocupación.

Pero la situación no sólo se le está saliendo de las manos al gobierno iraquí sino, en especial, a las fuerzas de coalición. Hace varias semanas perdieron el control de varios sectores de ciudades del triángulo sunita y según informes del ejército estadounidense, la lucha por volver a controlar esas zonas irá hasta diciembre, es decir, hasta que hayan pasado las elecciones en Estados Unidos. Esto se debe a que ninguna de las dos opciones para recuperarlas le convendría al presidente George W. Bush. Una sería el pacto con los insurgentes, que demostraría la debilidad del ejército estadounidense que negociaría con fuerzas que buscan la creación de un Estado islámico. La otra, un enfrentamiento mayor, lo que propiciaría que la población iraquí aumentara su rechazo y que se produjeran muchas más bajas dentro del ejército estadounidense.

Hace unos días la suma de muertos estadounidenses sobrepasó la barrera de los 1.000 -más de 750 después de que Bush declaró la victoria-, lo que propició una fuerte protesta en Estados Unidos, donde periódicos como The New York Times y The Washington Post publicaron la foto y una reseña de cada uno de los sacrificados en una guerra que el secretario general de la ONU Kofi Annan declaró esta semana de ilegal. "Soy de los que creen que debió haber una segunda resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para dar luz verde a la invasión estadounidense", dijo Annan, en una entrevista a la BBC. Y dijo, además que "no se pueden tener unas elecciones creíbles si las condiciones de seguridad continúan siendo las mismas".

Estas declaraciones ponen en una condición crítica al gobierno interino, que tiene como principal proyecto las elecciones. Sus integrantes reiteran que lucharán por llevarlas a cabo. "Salvo que la ONU diga que es imposible celebrarlas, las haremos en la fecha prevista", aseguró el presidente interino de Irak, Gazi al Yauar, durante una visita a la Otan en Bruselas para pedir mayor presencia en la pacificación de Irak.

"Hay problemas, sí. ¿Pero hasta el punto de que no podamos celebrar elecciones? No lo creo. Si 300.000 personas no pueden votar porque así lo deciden los terroristas (...), no van a alterar el voto de 25 millones", dijo Alaui al periódico The Times de Londres.

Sin embargo, con la radicalización de la violencia y con la duda de si habrá o no elecciones, vuelve a salir el tema de hasta cuándo deben permanecer las tropas aliadas en Irak. En teoría, deberían empezar a retirarse después de los comicios, pero la situación ha llevado a que muchos investigadores se planteen si las tropas se podrán retirar aun después de realizados. "Lo único que prevendría una guerra civil en Irak sería que las fuerzas de la coalición continúen en el terreno. Si Estados Unidos las retira, el gobierno no estaría en posición de controlar Irak", dice Gareth Stansfield, coautor del libro El futuro de Irak: democracia, dictadura o división. Un informe secreto de la CIA, producido en julio y filtrado a la prensa la semana pasada, sostiene que la situación de Irak sólo puede empeorar y que la guerra civil es prácticamente inevitable.

Pero aunque el gobierno estadounidense parece ser consciente de esta situación, sus medidas son más de lo mismo. La semana pasada decidió reestructurar sus prioridades en Irak y asignar más de 3.500 millones de dólares para reforzar la débil seguridad iraquí. Este dinero hace parte de los 18.400 millones de dólares que el Congreso había asignado para la reconstrucción de ese país, especialmente de sus servicios públicos y vías terrestres.

Por lo tanto, los iraquíes tendrán que resignarse a seguir teniendo agua y luz por pocas horas. Esto se debe a que la seguridad seguirá siendo, por ahora, la máxima prioridad de Estados Unidos.. Por todo ello la situación ha llegado a tal gravedad que analistas como Stansfield se preguntan si el futuro de Irak será la fragmentación. Un resultado capaz de desestabilizar a todo el mundo árabe, y el peor escenario imaginado por los analistas desde que George W. Bush puso su mira en el país de Saddam Hussein.