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El presidente francés, Nicolás Sarkozy, retó a la Eurocámara y dijo que continuará desmantelando campamentos de gitanos.

FRANCIA

'Sarko' a la baja

Nicolás Sarkozy pasa por los peores días de su mandato. Escándalos, protestas y medidas desesperadas alejan cada vez más un segundo periodo en el Elíseo.

18 de septiembre de 2010

Hasta hace pocos días, al escribir en Google "trou du cul", un insulto típico de los franceses, salía en primer lugar el perfil oficial del presidente galo en la red social Facebook. La broma es solo un síntoma del desencanto causado por Nicolás Sarkozy, quien, dada la crisis política que lo envuelve, podría convertirse en el primer presidente de ese país no reelegido desde que esa suerte le tocó a Valéry Giscard d'Estaing, en 1981. Según una encuesta publicada por el diario Libération, el 55 por ciento de los franceses desea el regreso de la izquierda al poder en 2012. El beneficiado de las tragedias de 'Sarko' es Dominique Strauss-Kahn, un político de centro izquierda que, de ganar las internas del Partido Socialista, se convertiría en un fuerte contendor para las presidenciales. A casi dos años de esos comicios, ya lo dan por ganador en una eventual segunda vuelta.

Varios de los golpes recibidos por el mandatario francés en los últimos días explican ese adverso sentimiento popular. Al escándalo de financiación ilegal de su campaña por la multimillonaria heredera de L'Oréal, Liliane Bettencourt, se añadió un capítulo de espionaje. El diario Le Monde asegura que el Elíseo ordenó a su servicio de inteligencia interceptar el teléfono de un funcionario público a fin de descubrir el origen de las filtraciones que recibía el medio sobre este caso. Dice Le Monde en su editorial del miércoles: "Es intolerable que los servicios de contraespionaje, con el halo de opacidad que rodea sus actividades, merodeen en el terreno de la libertad de prensa".

Como si fuera poco, al mandatario le tocó enfrentar la cuarta huelga de trabajadores en lo que va del año, la mayor de todas. Casi dos millones de personas paralizaron las ciudades el 7 de septiembre para protestar contra una reforma pensional que aumenta la edad mínima de jubilación de 60 a 62 años. Para muchos, la medida es tímida a la luz de lo que debería hacerse, dado el déficit pensional que enfrentan los franceses. A pesar de que Francia es uno de los países europeos que más gastan en seguridad social y el que tiene la edad de jubilación más baja, los implacables sindicatos franceses programaron otra manifestación para el 23 de septiembre.

Pero lo que de verdad tiene al presidente francés contra la espada y la pared es el tema de la xenofobia. Se trata del enfático rechazo internacional a la repatriación de cerca de 1.000 gitanos rumanos y búlgaros en los últimos días. Algunos han calificado esta política como una auténtica "cruzada antigitana", agravada esta semana por la filtración de una circular en la que el Ministerio del Interior ordena a la policía francesa erradicar asentamientos de inmigrantes, "tomando como prioridad los de los gitanos rumanos". La alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, dijo que las expulsiones "exacerban el estigma de los gitanos y su extrema pobreza". El Departamento de Estado norteamericano pidió a Francia "respetar los derechos" de esta minoría y hasta el papa Benedicto XVI criticó la medida durante el ángelus en agosto, al exhortar a los fieles, en francés, a acoger a personas de "cualquier origen".

El que reaccionó con más fuerza, sin embargo, fue el Parlamento Europeo, que esta semana solicitó suspender inmediatamente las deportaciones. París no solo desacató la recomendación, sino que le subió el tono a la disputa. "No permito que se nos trate como a niños -dijo el secretario de Asuntos Europeos, Pierre Lellouche-. Francia no está ante un tribunal". Pero la situación podría, en efecto, terminar en instancias judiciales internacionales. Según la comisionada europea de Justicia y Derechos Fundamentales, Viviane Reding, las repatriaciones violan la legislación de la Comunidad, pues esta prohíbe discriminar y protege la libre circulación de sus ciudadanos a lo largo y ancho de los Estados miembros. Después de amenazar con "iniciar un procedimiento de infracción contra Francia" que podría llevar al gobierno galo ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, la comisionada Reding fue más lejos y comparó al gobierno de Sarkozy con la Francia de Vichy, que entregó judíos al Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial.

Para muchos es claro que la medida tiene fines electorales, pues obedece al creciente inconformismo de los franceses ante el fenómeno inmigratorio. Hoy por hoy, las posiciones extremas mandan entre los conservadores franceses. Un experto de la Universidad de Harvard que pidió no citar su nombre dijo a SEMANA que el Frente Nacional, el partido que hoy lidera una hija del conservador radical Jean-Marie Le Pen, es una seria amenaza para Sarkozy, y por eso este se encuentra "desarrollando esta dura política de seguridad para ganarse de nuevo a la derecha". El problema, aun si el mandatario galo recupera su fuerza electoral, es que el choque con los organismos comunitarios europeos puede traerle futuros dolores de cabeza. Como dice un editorial de El País de Madrid, "el populismo electoral a cuenta de las minorías tiene un límite en la Unión Europea". La "cruzada antigitana" es tan mal recibida en Europa que el único que ha respaldado abiertamente a Sarkozy en el plano internacional es el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.

Es cierto que los franceses son un pueblo difícil de gobernar. Ellos mismos lo aceptan en una encuesta de Opinionway en la que 93 por ciento reconoce que sus compatriotas se quejan demasiado. Así mismo, se sabe que a Sarkozy, como a otros líderes impopulares europeos, le tocó una recesión económica. Pero también es cierto que 'Sarko' no se ayuda.