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Sarkozy anunció que se iba a apartar de la políti-ca, pero la actual situación del país le hizo cambiar de decisión. Su regreso no será para nada fácil. | Foto: A.F.P.

FRANCIA

Sarkozy quiere volver

El exmandatario Nicolas Sarkozy acaba de recuperar el liderazgo de su partido para preparar el terreno de las presidenciales de 2017.

6 de diciembre de 2014

Durante dos años los franceses no vieron su tic de contracción del hombro derecho, su balanceo precipitado de la cabeza y sus cejas encogidas de yo-no-fui que desaparecen cuando alza su voz autoritaria. Pero todos sabían que el expresidente Nicolas Sarkozy iba a regresar a la escena política para salvar al país del caos socialista en el que, según él, Francia está hundida. El pasado fin de semana, luego de haber recorrido el Hexágono en campaña, pregonando medidas contra la inmigración y la abrogación de la ley que autoriza el matrimonio homosexual, Sarkozy fue elegido presidente de su partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP).

Polémico, arbitrario y al mismo tiempo carismático, el derechista Sarkozy fue escogido por los militantes de su movimiento con un contundente 64,5 por ciento. La victoria no fue una sorpresa. “Su ventaja no está del lado de los barones de su partido, sino de los militantes, que son ampliamente favorables a su regreso”, afirma a SEMANA Jean-Marie Donegani, director de estudios de la Escuela Doctoral del Instituto de Estudios Políticos de París. Su regreso al UMP hace parte del plan para retomar el poder en 2017. “Es una estrategia inevitable. Si quiere presentarse a las presidenciales, tiene que tener el apoyo de su partido”, añade Donegani.

Luego de la derrota en los comicios de 2012, Sarkozy había prometido retirarse de la política, pero un día después ya se hablaba de su regreso. El 6 de mayo de ese año, fue vencido por el socialista François Hollande. No se trató de una victoria de la izquierda, sino del antisarkozysmo. Durante la noche del triunfo se contaban muchos menos vivas a Hollande que insultos a Sarkozy en la plaza de la Bastilla, lugar de celebración de la izquierda.

Hoy, en medio de querellas internas y escándalos de corrupción, la derecha no ha logrado mejorar su imagen, a pesar del desprestigio de los socialistas y su incapacidad para reducir el desempleo. Según las cifras de octubre, 3 millones y medio de franceses no tienen trabajo, lo que se traduce en una tasa de desempleo de más de 10 por ciento.

En ese contexto, con el regreso de Sarkozy al UMP, vuelve el antisarkozysmo. Aunque es popular entre los militantes, los numerosos affaires que lo rodean han minado su imagen. Su nombre es citado en la recepción ilegal de comisiones por ventas de armas para financiar la campaña presidencial de Édouard Balladur en 1995 y en un tráfico de influencias para beneficiar al empresario Bernard Tapie en un litigio millonario contra un banco. Es señalado, además, de haber recibido 50 millones de euros del fallecido dictador Muammar Kadhafi para financiar su campaña en 2007, de haber intentando obtener ilegalmente información sobre sus líos judiciales y de haber favorecido institutos de encuestas con contratos millonarios durante su gobierno.

Además de probar su inocencia, Sarkozy tendrá que vencer a la ultraderecha, que sigue ganando terreno. Hasta ahora, su estrategia ha sido copiar una buena parte del discurso antiinmigración para atraer al electorado nacionalista, lo que no ha dado resultado. Candidata contra ella misma, Marine Le Pen acaba de ser reelegida como presidente del radical Frente Nacional con el 100 por ciento de los votos y las encuestas la sitúan en la segunda vuelta de las elecciones de 2017.

La abogada ha logrado lo que antes era imposible: propagar un discurso ultranacionalista y antiinmigración sin ser acusada sistemáticamente de racismo. Con una izquierda impotente y una derecha acusada de corrupción, su lema ‘Todos podridos’ ha logrado cautivar a los que han perdido la esperanza en la política.

El gran peligro radica en que, ante el antisarkozysmo que reaparece con el regreso del exmandatario a la cabeza de su familia política, y en medio de la decepción que han provocado los dos años del gobierno socialista, Francia le dé la oportunidad a Marine le Pen de intentar gobernar el país. Una tragedia para la república de la “liberté, égalité, fraternité”.