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El confeso terrorista Luis Posada Carriles está detenido en Estados Unidos por haber ingresado ilegalmente al país. El presidente George W. Bush sigue ignorando los pedidos de extradición de Venezuela y Cuba

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¿Se hará justicia?

Luis Posada Carriles estuvo a punto de salir de la cárcel. Su caso ilustra la doble moral del gobierno de George W. Bush ante el terrorismo.

14 de abril de 2007

¿Qué pasaría si Osama Bien Laden estuviera detenido en un país diferente a Estados Unidos, y lo dejaran libre? ¿Quedaría ese país catalogado como cómplice del terrorismo? Un absurdo de esas dimensiones está a punto de pasar en Estados Unidos en relación con el cubano-venezolano Luis Posada Carriles. Ese hombre de 79 años, que carga a sus espaldas un historial criminal digno de Al Qaeda, está detenido en El Paso, Texas. Pero no se encuentra incomunicado y ni siquiera se le acusa de los crímenes que ya confesó públicamente, y por los cuales es reclamado en Venezuela y en Cuba. Posada Carriles estuvo a punto de salir la semana pasada, pues en Estados Unidos sólo se le acusa por transgresiones a la ley inmigratoria. A última hora, un tribunal de apelaciones revocó la orden de una juez de Texas de concederle libertad bajo fianza. De no ser así, ya se encontraría en Miami.

Posada Carriles se ha convertido en una papa caliente para el gobierno de George W. Bush. Las actividades del cubano-venezolano comenzaron en 1960, poco después del triunfo de la revolución cubana, cuando emigró a Florida, se convirtió en informante de la CIA y colaboró en el ataque de Playa Girón. Hasta ahí no sería diferente de tantos opositores de Fidel Castro que tomaron las armas contra el comunismo.

Lo malo es que Posada Carriles siguió en actividades subterráneas. Se trasladó a Venezuela, se nacionalizó allí y trabajó para la Disip, la Policía política de ese país, que entonces era furiosamente anticomunista. Luego de retirarse, urdió en 1976 el atentado con bomba contra un avión de Cubana de Aviación que causó más de 70 muertos. Pasó preso en Venezuela varios años, pero logró huir para reaparecer en Centroamérica, donde participó en el escándalo Irán-Contras, que incluyó tráfico de drogas para armar a los combatientes que luchaban contra el gobierno sandinista, por cuenta de Estados Unidos. En 1997 orquestó una serie de atentados en La Habana y Varadero, en los que murió un turista italiano. Más tarde, en 2000, quedó preso en Panamá tras urdir un frustrado plan para poner una bomba en una universidad donde Fidel Castro hablaba a cientos de de estudiantes. Al final de su mandato, la presidenta Mireya Moscoso lo dejó libre, a pesar de las protestas de Cuba y Venezuela, que lo piden en extradición.

Hoy Posada Carriles afirma que es inocente, a pesar de que publicó un libro sobre sus andanzas, y de que en julio de 1998, en una entrevista con el diario The New York Times, no sólo confesó sino que hizo alarde de sus 'hazañas'. Sin embargo, el gobierno de George W. Bush se niega a extraditarlo a Venezuela, con el argumento de que su vida allí correría peligro y sus derechos serían violados. Algo poco sostenible para un gobierno que mantiene la prisión de Guantánamo.

El futuro de Posada es un asunto netamente político, pues por lo visto en el gobierno de Washington sigue pesando más la presión del poderoso lobby cubano-norteamericano, para el que Posada Carriles es un luchador de la libertad. Bush está en la disyuntiva de entregarlo a Venezuela, y pasar como débil ante el gobierno de Hugo Chávez, o negarse a hacerlo, con lo que evidenciaría que su guerra contra el terrorismo es otra falacia, pues para él habría terroristas aceptables.

El Comité de Familiares de las víctimas del avión de Cubana reaccionó con enfado por lo que calificó como la "inacción" del gobierno estadounidense. "Exigimos al gobierno de Estados Unidos que si no quiere juzgar a Posada Carriles como terrorista, acceda a cumplir con la solicitud de extradición que le formuló Venezuela en virtud del tratado vigente entre ambos países", subraya la declaración del comité.

Pero no ayudan las siempre explosivas declaraciones del presidente venezolano Hugo Chávez, que además de exigir la extradición, ahora acusa a Posada Carriles de participar en una extraña conspiración para asesinarlo liderada por Ramón Guillén, general retirado de la Guardia Nacional Venezolana.

¿Qué sucederá? La Casa Blanca parece tener oídos sordos para tantos reclamos. Lo más posible es que simplemente no pase nada. Es factible que nuevos fallos extiendan su reclusión y que el anciano se muera de viejo sin que el gobierno decida encarar una realidad que prefiere ignorar. Por ahora no se podrá cumplir ni el deseo de aquellos que querrían verlo en prisión en Venezuela, ni el de los que irían a felicitarlo en una mansión de Miami.