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Y SE LA LLEVO EL VIENTO

El cuento de hadas de la hija del albañil, que se convirtió en reina, no tuvo final feliz.

18 de octubre de 1982

Un automóvil a toda marcha serpentea por una ruta montañosa, se sale en una curva cerrada y, dando varias vueltas de campana, va a caer en un precipicio de 40 metros. Así ocurrió la muerte de la princesa Grace de Mónaco, como siguiendo a la letra el guión de una de las películas de Alfred Hitchcock, de la que pudo ser la protagonista. Y sin embargo, antes de llegar a este trágico fin, la vida de Grace Patricia Kelly -una de las más brillantes estrellas hollywoodenses antes de convertirse en Alteza Serenísima, al casarse el 18 de abril de 1956 con el príncipe Rainiero de Mónaco- parecía brotar de un cuento de hadas.
Actriz o princesa, Grace dejará el recuerdo de una hermosura perfecta, de una distinción admirable en la que el tiempo no pudo hacer mella.
Un rostro oval geométricamente perfecto, revestido de delicadas facciones, y el tono aureolado de una cabellera rubia enmarcando dos ojos azules. Ese era el retrato de quien será consagrada como una de las máximas beldades del siglo 20.

LUCES DE ARTIFICIO Y DE CRISTAL
"Arréglate como puedas y triunfa" fueron las severas palabras de sus padres -irlandés y alemana- cuando ella decidió ser actriz. Criada en un ambiente de férrea unidad familiar, la hija del fabricante de ladrillos, educada dentro de intensa fe católica, se lanzó en busca del triunfo en el Hollywood de los años 50.
Tras el desempeño de unos cuantos papeles de figurante, Grace obtuvo, en 1951, un segundo papel en "Fourteen Hours", de Henry Hathaway, y se impuso, al año siguiente, en la película que la haría célebre, "Solo ante el peligro", de Fred Zinneman, que rodó junto a Gary Cooper.
Fue en ese momento cuando puso en ella sus ojos Alfred Hitchcock quien la convirtió en su estrella favorita, al tiempo que la remodeló a su gusto. Grace Kelly llegó a ser así una de las actrices más cotizadas de Hollywood, sin tener nada que envidiar a Marilyn Monroe o a Lana Turner. Simbolizaba la hermosura sana "a la norteamericana", conforme al standard que preconizaban las revistas exponentes de la sociedad más alta de la costa oeste. Y así se vio a Grace Kelly en "El crimen era casi perfecto", en 1954, de Andrew Marton; "Green Fire" ("Fuego verde"), de George Seaton, filmada en Colombia; "The Country Girl" en 1955, por cuya actuación fue premiada con un Oscar.
Volvió a trabajar con el maestro del suspenso en "Atrapa a un ladrón", cuyo rodaje, en la Costa Azul francesa, cambiaría el rumbo de su vida. Allí conoció al príncipe Rainiero III, soberano del principado de Mónaco, con quien se casó en la fecha citada.
Justo antes de este rodaje ella había actuado en "El cisne", de Charles Vidor, y "Alta sociedad", de Charles Walters. Sus amigos y compañeros de actuación sintieron pena y alegría cuando partió hacia las luces de cristal de su nueva vida. "No puedo dejar de respetar el enorme talento de Grace", señalaba Spencer Tracy. "Grace Kelly es la última palabra del reino de los artistas", decía Cary Grant. "The most beautiful, the best", comentaba Frank Sinatra. Y los chismosos de Hollywood, "la rubia fría que esconde algo ardiente".
Toda la vieja Europa se desplegó para la boda de esta joven norteamericana con el descendiente de una de las familias reinantes de más rancio abolengo. En adelante, la ex-estrella cinematográfica desempeñaría sólo -pero con talento sin igual- un único papel: El de Princesa Grace de Mónaco.
El 23 de enero de 1957 una salva de 21 cañonazos anunció el nacimiento de la princesa Carolina. El 14 de marzo de 1958 el futuro de la dinastía de los Grimaldi quedó asegurado con la venida al mundo del príncipe Alberto y el 1 de febrero de 1965 nació Estefanía, que hoy sobrevive al trágico accidente.
Grace de Mónaco tomó muy en serio la educación de sus hijos y su papel de princesa. En ambos fue muy estricta y de allí su intranquilidad frente al carácter rebelde de Carolina. En sus actividades sociales, dirigía la Cruz Roja del principado, presidía galas y festivales, recibía a jefes de Estado, a millonarios y a artistas con una excepcional facultad de adaptación.
Los últimos años de Grace de Mónaco, sin embargo, no fueron fáciles. Ya no pintaba, ya no protagonizaba grandes eventos sociales -salvo el baile tradicional de la Cruz Roja- hasta viajaba poco. Su vida estaba copada por sus deberes de soberana, la compañía de su esposo y los dolores de cabeza que le proporcionaban sus hijas. Afortunadamente Alberto crecía más austeramente y hasta el momento, no le ocasionaba problemas.

LOS ULTIMOS HONORES
La soberana de Mónaco "nació la princesa", declaró Frank Sinatra, su mejor amigo, al conocer la trágica noticia. "Era una mujer agraciada, maravillosa, cuya desaparición nos deja perplejos, emocionados y conmocionados", agregó el artista, con los ojos llenos de lágrimas. Los funerales de la princesa se realizaron con todos los honores reales el sábado 18 de septiembre pasado, a las 11 horas de Mónaco, en la Catedral de Montecarlo. La soberana fue inhumada detrás del altar principal de la Iglesia, junto a los otros miembros de la familia Grimaldi.
La tristeza de los monegascos durará meses y años después del duelo nacional de tres días y las banderas a media asta durante ocho. Miles de súbditos acudieron a la capilla ardiente para recogerse ante el féretro y rendirle postrer homenaje.
Así, lo que para muchos fue la concreción de un cuento de hadas terminó en la forma más intempestiva y, a la vez, en la forma más ordinaria. La realidad, finalmente, había roto el encanto del sueño y de la fantasía.