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SEGUNDO DEBUT

A pesar de que se daba por segura la victoria, la reelección de Reagan tiene enormes implicaicones para el mundo.

3 de diciembre de 1984

¿Cuál será el margen de victoria de Ronald Reagan? A la hora de escribir este informe la controversia en los Estados Unidos había dejado de ocuparse de las mínimas posibilidades de Walter Mondale, para centrarse en la hipótesis del landslide, o la avalancha de votos republicanos a favor del Presidente. La magnitud del triunfo de Reagan puede llegar a igualar otras "barridas" famosas en la historia electoral norteamericana, como fueron las de Johnson a Goldwater en 1964 y Nixon a McGovern en 1972. En esta última, Nixon aplastó literalmente a su oponente demócrata al capturar 520 de los 537 votos del consejo electoral, perdiendo solamente en el estado de Massachusetts --uno de los cincuenta-- y en el distrito de Columbia, donde está ubicada la capital. Una meta similar podría alcanzar Ronald Reagan en las presentes elecciones, porque por más mal que le vaya, es previsible que gane por lo menos en 40 de los 50 estados, y sus asesores no descartan la meta suprema de lo que llaman un clean sweep, o sea que gane en todos.

A estas horas la preocupación de Reagan no es por consiguiente la de su victoria personal, sino la de ver cuántos congresistas puede arrastrar con su triunfo, para tratar de obtener mayorías parlamentarias que le faciliten su labor en el Congreso.

Caso raro
Caso raro el de Ronald Reagan en la historia de los Estados Unidos. Su primer cuatrienio ha dejado establecido en forma categórica, que pocas veces una persona con tan escaso conocimiento de los problemas de Estado ha llegado a la primera magistratura en la democracia más importante del mundo. La ignorancia de Reagan, que sus asesores habían logrado disimular hasta cierto punto durante su primera administración, salió a flote ante ciento veinte millones de norteamericanos en el ya famoso primer debate en televisión, en el que su incoherencia mental llegó a poner sobre el tapete el tema de su posible senilidad, creando por única vez en la elección la expectativa de que Mondale tenía un "chance".

En realidad el problema no era de senilidad sino de falta de formación y superficialidad en los conocimientos. Hay dos tipos de políticos: los que tienen una idea clara de lo que hay que hacer, y los que tienen una idea clara de lo que a la gente le gusta oír. Reagan pertenece a este segundo grupo. Más aún, puede ser considerado el mejor comunicador en la historia de los Estados Unidos. Su práctica como actor de cine, combinada con una rara intuición de qué siente el americano medio lo han llevado, a pesar de sus limitaciones intelectuales, a una de las carreras políticas más existosas en la historia contemporánea, culminando en su contundente reelección. El espinoso problema de su edad, 73 años, logró liquidarlo con gran habilidad con un chiste en el segundo debate de T.V., acerca de la juventud de Mondale. El hecho de que un tema tan serio pueda ser despachado por medio de un apunte, ilustra más que cualquier otra cosa la superficialidad a la que han llegado las campañas gringas.

El balance del primer gobierno de Reagan es, para los Estados Unidos, definitivamente favorable. Fuera del monstruoso déficit fiscal cuyos efectos no los siente hoy el contribuyente todos los índices económicos le permiten que cada vez que ante un auditorio pregunta: "¿Están o no están ahora mejor que hace cuatro años?", se produzca un si unánime de la multitud .

Este sí no es tan unánime en lo que se refiere al resto del mundo. Las actuaciones de Reagan como el vaquero macho de sus épocas de cine, han aumentado en lugar de disminuir las tensiones entre las superpotencias. Desde los días más álgidos de la guerra fría no se había vuelto a asomar el espectro de una confrontación nuclear.

No poca parte de la victoria de Reagan obedeció a la debilidad de su adversario. No obstante su indudable superioridad intelectual sobre Reagan, la campaña de Walter Mondale no pudo deshacerse nunca de un aura de mediocridad y falta de liderazgo. Su temperamento escandinavo por ascendencia noruega, frío y sin sentido del humor, y su asociación a la desprestigiada administración Carter no eran atributos que le permitieran enfrentarse a un fenómeno de taquilla como Reagan. Mondale hablaba de la necesidad de ser solidarios en el sacrificio, mientras Reagar hablaba de que los grandes días estaban por venir. Los gringos querian oír lo segundo. La selección de la señora Ferraro como compañera de fórmula, ingeniosa a primera vista, resultó siendo contraproducente. Después de la ola inicial de popularidad que generó el golpe de opinión de su nombramiento, los enredos de sus finanzas familiares y acusaciones de supuestas vinculaciones comerciales con la mafia convirtieron el boom de la Ferraro en un capítulo efímero. Además de esto, para la mayoría de norteamericanos, una cosa es que sea bueno que una mujer llegue a candidata a la vice-presidencia de los Estados Unidos, y otra cosa que sea bueno que llegue a ser Presidenta. Y este sentimiento contradictorio se intensificó a medida en que se aproximaban las elecciones.

¿Qué hará Reagan?
El interrogante ahora es qué hará Reagan con el nuevo mandato que le acaba de ser conferido. Con el Senado a su favor, sólo la Cámara de Representantes puede limitar sus drásticas iniciativas, tendientes a endurecer la vida nacional en lo económico (al Presidente lo llaman algunos "Hood Robin", por sus encubiertos propósitos de quitarles a los pobres para darles a los ricos: al revés de Robín Hood) y a exacerbar la vida internacional, en lo político. Ningún horóscopo se permitió anticipar esa homogenización, por él tan ansiada, en la Cámara joven. Más bien, los astros parecen indicar --por la feliz conjunción de Júpiter y Venus en el tercer decanato de Sagitario-- que esa mayoría plena no se alcanzará ni con el aporte de los más reaccionarios entre los representantes demócratas y que el actual jefe de Estado deberá seguir midiendo sus tajantes resoluciones. No obstante, algo está claro: que el incremento del poderío militar se mantendrá pese a todo y que los pasos para una futura e indeseable "guerra de las galaxias" se irán dando, en forma más o menos acelerada. Esto significará un incremento, a la vez, en el déficit estatal, y, como anticipara Mondale dicho déficit sólo podrá enjugarse mediante dos iniciativas dramáticas: por un lado, el acortamiento de los ya restringidos programas sociales (apoyo a la vejez, a la educación, creación de nuevos empleos, etc.), por el otro aplicación de algún nuevo tipo de impuesto federal, que inexorablemente irá a gravitar sobre el consumo (afectando así al conjunto de la población y no a los sectores de mayores ingresos o sea a los que más pueden aportar a programa fiscal sin mella del bienestar que disfrutan). La reducción del consumo, aunque sea relativa, incidirá en el nivel de empleo de la población, y éste, en particular, sobre los sectores menos privilegiados --negros e hispanos-- que ya vienen soportando el peso de una situación diferencial. De tal modo, el repunte económico iniciado tras el bajón de 1981, tendría su culminación en el curso de 1985: la tupida, nevera de los hogares medios empezaría a mostrar algún blanco en sus anaqueles y la más desprovista, de los sectores marginales, vería pasear holgadamente la fría humedad en su interior.

Coincidentemente con esta situación, se impulsaría un proyecto de ley contra el terrorismo, de alcances nacionales e internacionales, que haría renacer el cruel estilo de los tiempos "macartistas". A nivel internacional le daría al Departamento de Estado el derecho de establecer qué países apoyan al terrorismo insurgente u otras expresiones proto, infra o para-revolucionarias y qué países mantiene su idéntico evangelio de la democracia. En un plano nacional, eso se traduciría en la posibilidad de enjuiciar a personas e instituciones de los Estados Unidos (iglesias, órganos de prensa, grupos de intercambio cultural, etc.) que en el criterio de los agentes gubernamentales estén apoyando de alguna manera a esos países mal vistos.

LA POLITICA INTERNACIONAL
Según puede observarse en los datos aportados, la política internacional alcanzará una especie de rigor extremo. A las presiones ya ejercidas sobre Nicaragua, por ejemplo, se sumarán otras nuevas: interrumpir los vuelos de Aeronica, eliminar la pequeña cuota de azúcar que aún se le acepta (un 10 por ciento de lo que era en tiempos de Somoza), eliminar también la cuota de carnes, extremar las presiones contra terceros países que comercian con el estado sandinista (situación denunciada ante la U.N.C.T.A.D. en reciente informe que circuló por la sede de las Naciones Unidas...) y nuevamente se pasaría de lo económico a lo estratégico-militar, con el propósito de introducir un caos interno en el pequeño país centroamericano. La renovación del apoyo a los "contras" (actualmente desabastecidos, al menos en un plano oficial) y posibles fricciones con Honduras, hasta derivar en un estado formal de guerra, serían los caminos a seguir. Para interrumpir un posible abastecimiento de armas y otros recursos al gobierno de Nicaragua y la insurrección salvadoreña, se establecería un nuevo bloqueo naval a Cuba... país que ya está cavando trincheras para defenderse de un eventual ataque por sorpresa. Inquietos representantes de la izquierda norteamericana hablan de una escalada que no culminaría con la ocupación de la isla, pero sí tendría este propósito destruir su flota naval y aérea, eliminar a la actual cúpula dirigente e iniciar amables negociaciones con quienes quedaran luego.

En su lugar, sólo una resistencia decidida, en el Parlamento norteamericano, y una conducta muy resuelta por parte de los países de Europa Occidental, podrían desdibujar este inquietante panorama. La posible actitud del Congreso la definirá el cómputo electoral de este martes. La de países europeos se puede deducir de su resuelta actitud en la reunión de San José de Costa Rica, dos meses atrás cuando dieron un entusiasta apoyo a la gestión de Contadora y respaldaron el mantenimiento de la ayuda económica a Nicaragua.

Con respecto a la Unión Soviética aunque Ronald Reagan hizo demostraciones de un espíritu amistoso y dialoguista casi al término de su actual gestión (concretamente, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas), no se esperan grandes progresos a nivel de entendimientos: la idea de una 'guerra de las galaxias' en la mente de un estadista es poco coincidente con una perspectiva de paz sobre la simple y cotidiana faz de la Tierra. Los observadores no aguardan grandes cambios en el gabinete. Se asegura, sí, que George Schultz volverá a sus negocios particulares, abandonando el incómodo cargo de Secretario de Estado en estos tiempos. Su reemplazo no sería Jane Kirkpatrick, como se anticipó en algún momento, dado que su agresivo estilo sobrepasa inclusive a la impronta reaganiana. Pero, la Kirkpatrick tendría un lugar de visible importancia en el aparato de seguridad del Estado y eso sería, a la vez, un indicio más del creciente endurecimiento en el diagrama oficial.

Pero, hay una constante que también debe considerar la astrología política y es que en la vida norteamericana los blandos se vuelven duros y los duros se autolimitan cuando llega el caso, porque el realismo político señala puntos que no se deben tocar y el poder alcanzado en dos siglos de historia no se puede jugar de pronto a una sola, ocasional e imprevisible carta, que no tiene por qué ser forzosamente la ganadora ...