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SEGUNDO ROUND

Los chinos no tiran la toalla y buscan nuevas formas de protesta.

18 de septiembre de 1989

Los sucesos de la Plaza de Tiananmen del pasado 3 y 4 de junio en China, no han terminado allí. Así como las autoridades y el ejército chino se han dado a la tarea de cazar a los "instigadores de la contrarrevolución", como los llaman la agencia de noticias Xin Jua o el Diario del Pueblo organo oficial del Partido Comunista, lo que ya se conoce en Occidente como "la resistencia" también se ha empezado a organizar.

Desde el mismo día en que las autoridades invitaron a la población a que delatara a quienes participaron de las revueltas de mayo y colocaron 8 lineas telefónicas para que la ciudadanía llamara y diera las informaciones que condujeran a la captura de los "contrarrevolucionarios", los teléfonos se colmaron de llamadas en las que se "denunciaba" a personas cuyas características y descripciones coincidían exactamente con las del primer ministro Li Peng o con las de Deng Xiaoping. Las burlas y los abucheos constantes al ejército, los escritos en las paredes y en los sitios públicos se han vuelto rutinarios en Pekín y en otras cuidades del país.
"Los viejos tienen las armas, nosotros la razón", dice uno de los letreros.

Las anécdotas y los cuentos sobre actuaciones de la población en contra del Ejército Rojo son escuchadas a diario por los corresponsales de prensa extranjera o los visitantes a China.
Estos son, en cierto modo, reflejo de una actitud contestataria que ha empezado a desarrollar lo que se llama "la generación de Tiananmen". El 6 de julio fueron encontrados dos cadáveres en un canal que atraviesa de este a oeste la capital. "Eran dos delatores" fue el comentario general. Actitudes como la de quedarse mirando a los soldados como si fueran animales raros, se han generalizado. Y si algún militar se molesta y reacciona, la multitud inmediatamente lo rodea desafiante.

Pero esta resistencia pasiva no ha preocupado tanto a las autoridades.
Lo que sí tiene despistados a los dirigentes del Partido Comunista son algunos actos en los que se observa que han comenzado a circular armas. En días pasados, en una acción abiertamente hostil, un camión con el toldo abajo soltó por lo menos una docena de tiros contra un retén de control rutinario. Aunque esta es la forma menos frecuente de resistencia, también es la más difícil de evaluar, ya que se afirma que muchos de los refugiados en la clandestinidad a raíz de los sucesos de junio, se encuentran reuniendo armas con el propósito de organizar algún tipo de guerrilla.
Las autoridades, por ejemplo, los hacen responsables del descarrilamiento del tren de Rangzhou, el 26 de junio pasado.

Los periodistas no se han quedado atrás. Con toda clase de malabarismos logran hacerse a unas líneas en las que se reflejan posturas que no pueden gustarle mucho a la dirigencia china. En un artículo de China Reconstruye, del mes de junio, se lee: "Francia se apresta a festejar el bicentenario de su revolución. Es la fiesta de la libertad y de la democracia, dos temas muy costosos para el corazón de los chinos". En un noticiero oficial del mes de junio, los editores también metieron su gol. Cuando el locutor anunciaba que no se habia disparado tiro alguno sobre Tiananmen, la cámara enfocaba el momumento de Los Héroes del Pueblo, en donde se observaban varios impactos de bala.

Los chinos han optado por defenderse con cierto sentido del humor.
Según cuenta la periodista francesa Caroline Puel Monange de L'Evenemenl, el chiste se ha convertido en una arma fundamental.

Pero tal vez la resistencia más pacífica y más eficaz es la que se está viviendo en las fábricas. Los obreros, que pusieron una buena cuota de muertos en las jornadas de junio, han comenzado a boicotear la producción. Varios trabajadores de una central térmica se "olvidaron" durante varias horas de echarle carbón al horno principal. En un taller de Pekín, soportando una temperatura de aproximadamente 25 grados, los obreros se negaron a trabajar con el pretexto de que se estaban muriendo del frío.
La falta de motivación y el ausentismo en los puestos de trabajo son hoy en dia en China un lugar común. Según cálculos de empresarios europeos, el rendimiento de los empleados chinos ha disminuido en un 50%.

En lo que no se equivocan los observadores occidentales es en el hecho de que en China se está cocinando una resistencia que puede desembocar en un fenómeno como el de Solidaridad en Polonia, porque lo que sí se ve es que en el país oriental el único enfermo no es su líder de 85 años, Deng Xiaoping. El sistema y la ortodoxia comunista también están enfermos. Y los líderes que lograron salir de su patria, como el dirigente estudiantil Wu'er Kaixi o el intelectual disidente Yan Jiagi, comienzan a buscarle remedio a la situación y a alimentar con ideas e información ese sentimiento de amargura y de frustración que se respira después del baño de sangre que destruyó el mito de la no violencia.-