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A F G A N I S T A N

Seis millones de personas dependen totalmente de la ayuda extranjera

SEMANA entrevistó desde Islamabad a Julio Musa, funcionario del Cicr, quien describe la catástrofe humanitaria de Afganistán.

6 de agosto de 2001

SEMANA: ¿Desde cuándo viven los afganos este drama?

Julio Musa: Afganistán lleva 22 años en estado de guerra, por lo cual esa es una de las misiones más importantes para nosotros en el Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr). En los últimos tres estamos en la sequía más dura desde el 71. Justamente el 11 de septiembre estábamos haciendo una entrega de comida muy grande y tocó pararla.

SEMANA: ¿Ustedes cuándo salieron de Afganistán?

J.M.: Nosotros salimos el 16 de septiembre y muchas otras organizaciones también se marcharon. La idea era quedarse con una presencia reducida pero de pronto los Talibán avisaron por radio que todos los extranjeros se tenían que ir, hasta nosotros. Tuvimos que salir en una mañana, con el plan de volver cada día por avión. Ir de día y pasar la noche fuera. Pero de repente cerraron el espacio aéreo, y ahora todas las pistas han sido bombardeadas. Tratamos de seguir trabajando con los colegas afganos.

SEMANA: ¿Qué tanto han contribuido los bombardeos a agravar la situación?

J.M.: Muchísimas actividades de agencias humanitarias se interrumpieron y la gravedad de lo que digo se mide en que, según Naciones Unidas, hay seis millones de afganos en dependencia total de una ayuda alimentaria que en mucha parte ha cesado. Además con los bombardeos que se hacen cada día más fuertes en ciudades como Kabul, mucha gente ha huido. Y hay mucha que no puede salir, como los minusválidos.

SEMANA: ¿Cómo es eso?

J.M.: El problema de los amputados es enorme por la guerra y por las minas terrestres que están en todo el país. Eso motiva una de nuestras actividades más importantes en ese país. Tenemos seis centros ortopédicos en donde instalamos nuevas piernas.

SEMANA: ¿Las perspectivas para los próximos meses cuáles son?

J.M.: Tarde o temprano habrá grandes combates en el terreno. Si la Alianza del Norte sigue avanzando eso producirá desplazamiento. Y no sabemos cuánto tiempo va a seguir esta guerra. Al principio hablábamos de semanas, después de meses y ahora de años. Y lo que nos espera ahora, con la llegada del invierno y la suspensión de los servicios de ayuda, es una catástrofe humanitaria sin precedentes. Nosotros no sabemos las consecuencias. Por lo pronto lo que nos interesa es poder seguir trabajando. Para nosotros lo importante es que nuestro emblema sea respetado, que las oficinas sean respetadas y protegidas.

SEMANA: ¿Existe ese espacio humanitario en Afganistán hoy en día?

J.M.: Hasta ahora había existido. El riesgo ahora es que con cada día que pasa y caen bombas es más estrecho. Nosotros en la Cruz Roja y la Media Luna Roja hacemos lo que podemos desde nuestro punto de vista apolítico y neutral. Pero cada vez hay menos posibilidades de evitar un desastre.

SEMANA: ¿Se trata del caos absoluto?

J.M.: Yo he visto bastantes países en crisis extremas, pero ninguno como éste. Lo cierto es que hasta ahora había un gobierno, que era el Talibán, muy estricto. Y lo cierto es que hubo anarquía después de la retirada de los rusos y antes de la llegada al poder de los Talibán. Ahora, con la posibilidad de que sean derrocados, existe el riesgo de que la anarquía y el caos vuelvan a apoderarse de Afganistán. Depende de cómo estará la situación, de cuántos actores estarán en lucha, del resultado.

SEMANA: ¿Cuál es su mensaje a la opinión pública internacional?

J.M.: Afganistán ha sido un país olvidado, una de las tantas guerras olvidadas en el mundo hasta el 11 de septiembre. Yo espero que no lo vuelva a ser. Si esta guerra termina, las necesidades de Afganistán serán aun más fuertes de lo que eran antes, y eso que ya era un país agotado. La comunidad internacional deberá tomar acción ante la que parece ser una de las peores tragedias de la historia.