Home

Mundo

Artículo

SEMANA TURBULENTA

Ataques militares en el Golfo Pérsico y andanadas diplomáticas entre Estados Unidos y Nicaragua marcaron la semana que pasó

9 de noviembre de 1987

La guerra entre Irán e Irak, inicialmente conocida simplemente así, se convirtió luego en la guerra del Golfo Pérsico, más tarde en la guerra de los petroleros y ahora, en un viraje que la hace, si cabe, aún más sangrienta, se convertirá en la guerra de las ciudades.
Lo que pasó en la semana es digno de Ripley. Aunque las dos naciones han estado en guerra desde hace 7 años, con un saldo incontable de muertos, solamente el 5 de octubre rompieron relaciones diplomáticas. Aunque esto parezca un absurdo, los especialistas en asuntos internacionales lo consideran normal, pues sostienen que como ninguno de los dos países en conflicto quería aparecer como el agresor, un serio indicio en su contra hubiera sido tomar la iniciativa de cerrar su respectiva embajada. Pero las circunstancias han llegado a un extremo tal, que esa consideración pasó a un segundo plano.
Por ello, el embajador iraní en Turquia, Manuchehr Mottaki anunció el cierre de la representación de su país en Bagdad, al tiempo que el régimen del Ayatolla Khomeini anunció el inicio de "una nueva fase" de la contienda: la definiva guerra de las ciudades. El anuncio fue confirmado al día siguiente, cuando Irán atacó con dos mísiles tierra-tierra la capital de Irak, con saldo de numerosos civiles muertos y muchas casas destruidas. De esta forma, quedaba confirmado que los iraníes, al menos en lo que se refiere a su rival encarnizado, cumplen sus promesas con una precisión demoledora.
La reacción iraquí no se hizo esperar y se supo de una serie de bombardeos contra varios objetivos iraníes. Entre tanto, el foco de mayor tensión, el Golfo Pérsico, continuaba subiendo de temperatura con el anuncio de que un helicóptero norteamericano había caído cerca del buque Lasalle, nave insignia de la flota de Estados Unidos en la región. Los iraníes se apresuraron a asegurar que se trataba de un éxito militar suyo, mientras los Estados Unidos negaban esa versión.
Siguiendo la confusa guerra de los petroleros, los iraquíes atacaron el buque xisterna más grande del mundo, mientras los japoneses, con grandes intereses navieros en la región, anunciaron su decisión de retirarse del Golfo antes de que la cosa pasara a mayores para ellos.
Pero la tensión llegó a su clímax, cuando helicópteros artillados de Estados Unidos atacaron y hundieron tres lanchas rápidas de los guardias de la revolución iraní, con un resultado indeterminado de víctimas. Como era de esperarse, un vocero del Pentágono, dijo que los pilotos habían actuado en ejercicio del derecho de autodefensa y que habían respondido a un ataque injustificado de los iraníes, mientras realizaban "labores rutinarias de patrullaje". El incidente ocurrió el jueves 8, un día después de que el Congreso norteamericano había aprobado una resolución de bloqueo a todas las importaciones de Estados Unidos provenientes de Irán.
Una medida que, aunque no ha sido adoptada por el Presidente, fue considerada por muchos observadores como inocua e incluso contraproducente. En efecto, aparte de otros productos como textiles y pistachos, el fuerte del comercio estadounidense con Irán radica naturalmente en el oro negro.
La suspensión de las compras norteamericanas implicará simplemente que Teherán deberá vender en otros mercados, si bien con precios más bajos. En cambio, Estados Unidos deberá llenar el déficit creado por el "embargo" con compras de otros productores a un precio más alto, con lo que podría ver afectados sus precios internos. Eso hace que, en últimas, la medida tenga sobre todo un valor simbólico.

Si por allá llueve
Mientras el conflicto en el Golfo Pérsico amenazaba superar sin remedio las instancias diplomáticas, para adentrarse definitivamente en el uso de la fuerza, en el otro lado del mundo, el otro gran dolor de cabeza de la administración Reagan, sus relaciones con Nicaragua, se constituía en una batalla diplomática y de relaciones públicas internacionales de proporciones. Tal como van las cosas, la partida de ajedrez se inclina hacia los sandinistas. El presidente Daniel Ortega, en su versión tropical del glasnost, anunció su intención de entregar el poder si salía derrotado en las elecciones de 1990, ofreció eliminar la presencia de asesores soviéticos y cubanos después de la fecha de entrada en vigor del Acuerdo de Esquipulas II, o sea el 7 de noviembre mientras circulaba nuevamente el periódico de oposición "La Prensa", y salía al aire la emisora "Radio Católica", dirigida por monseñor Carvallo, quien acaba de regresar del exilio.
La respuesta de Reagan fue un agresivo discurso pronunciado en la Organización de Estados Americanos, mal recibido por algunos en la asamblea.
Delegados presentes expresaron más tarde su desconcierto por el tono de Reagan, en el que anunciaba su intención de persistir en la ayuda a los "contras" y sostenía que "no podemos permanecer satisfechos con una fachada de libertad". Fue lo que muchos consideraron como una salida en falso del Presidente norteamericano, quien habló de guerra en un organismo que la ha, proscrito del continente y de intervención en Nicaragua cuando la carta constitutiva de la OEA consagra la libre autodeterminación de las naciones del continente.
Ortega contestó al día siguiente en su discurso ante la ONU, donde a pesar de que reiteró la disposicion de Nicaragua un diálogo bilateral con los Estados Unidos, no perdió la oportunidad para llamar "Rambo" al Presidente norteamericano, lo cual causó el retiro indignado de la delegación norteamericana. La posición de Reagan es considerada un evidente torpedeo a las buenas intenciones de Esquipulas II. La llegada del día clave de los acuerdos, el 7 de noviembre, será definitiva para marcar el verdadero sentido de las jugadas de la partida de ajedrez en que están empeñadas en el conflicto centroamericano.--