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"SERRUCHO" EN EL PENTAGONO

Sobornos y otras irregularidades en gastos de defensa, el último escándalo de la administración Reagan.

18 de julio de 1988

El escándalo no había podido llegar a peor hora. A menos de seis meses de las elecciones presidenciales del próximo noviembre, una nueva investigación sobre sobornos y corrupción está sacudiendo a Washington. Esta vez, el turno le corresponde a funcionarios del Pentágono y del Departamento de Defensa quienes al parecer estarian implicados con varias de las empresas que construyen material de guerra.
Eso es por lo menos lo que se desprende de las informaciones conocidas el martes pasado, según las cuales el FBI, la Policía federal de los Estados Unidos, viene conduciendo desde hace por lo menos dos años una investigación para determinar si ha habido irregularidades en el manejo de los gastos de defensa. Entre los interrogados se encuentran decenas de funcionarios federales, al igual que los ejecutivos de empresas tan poderosas como McDonnell Douglas, Northrop o General Dynamics.
Según las revelaciones iniciales, en el Pentágono hay gato encerrado. El miércoles pasado, el senador republicano John Warner dijo, sin saber que su micrófono estaba abierto, que "hay una corrupción generalizada en el gobierno. En algunos casos (consultores privados), les pagaban 500 o mil dólares a funcionarios para lograr información que luego vendían a contratistas militares por 40 mil o 50 mil. Les compraban coches, les pagaban sus cuentas".
Las investigaciones comenzaron en 1986, cuando un empleado de la Marina que seguramente salió mal librado en un negocio, dio los primeros indicios de que algo grave estaba sucediendo. A partir de entonces, el FBI y el Servicio de Investigaciones Navales establecieron una red de contactos que incluyó la grabación de las conversaciones telefónicas de varios de los funcionarios más importantes del Pentágono.
Por ahora se habla de varios implicados. Uno de los principales es Melvyn Paisley -amigo personal de George Bush- quien ocupó entre 1981 y 1987 un puesto clave en la sección de compras de la Marina y quien pasó de allí a dirigir una firma de con sultores especializados. En opinión del FBI, Paisley habria podido informar a la McDonnell Douglas sobre las actividades de General Dynamics, que hace un año estaba tratando de venderle a Suiza varios de los aviones F-16 que produce. Gracias a la información, la McDonnell empezó a negociar con Suiza, Francia y Corea del Sur la venta de sus propios cazabombarderos, los F-18A.
Cargos similares se esperan contra dos personas más: Victor Cohen, ayudante del secretario adjunto de la Fuerza Aérea, y James Gaines, secretario adjunto de la Marina para adquisición de material. En ambos casos, se cree que los implicados le contaron a diversos contratistas de defensa sobre los planes de la administración.
Otros implicados según William Sessions, director del FBI, son George Stone, director de adquisición de equipos de comunicaciones del Comando de sistemas espaciales y navales, Jack Sherman, empleado civil del cuerpo de Marines y Stuart Berlin del Comando de Sistemas Aeronavales.
Según se supo, las oficinas y domicilios de estos y otros funcionarios fueron allanadas la semana pasada en busca de pruebas, aunque no se reveló el resultado de esas diligencias. Lo que sí se confirmo es que, además de los funcionarios oficiales implicados hasta ahora, también fueron vinculados a la investigación -y sus oficinas examinadas- algunos consultores privados, el más importante de los cuales resultó ser Charles Gardner, antiguo vicepresidente y gerente general de Unysis Corporation, una de las fábricas más grandes de computadoras y equipo militar electrónico del país.
La confirmación de los nombres de estos y otros implicados debe conocerse en los próximos días. Hasta ahora se han enviado más de 200 citaciones judiciales y el FBI reconoce tener las investigaciones "muy adelantadas". Durante los últimos meses, la entidad se cuidó de mantener su labor en secreto, y el secretario de Defensa Frank Carlucci sólo le contó al presidente Ronald Reagan sobre la conflictiva situación el martes de la semana pasada.
La aparición del escándalo vuelve a dejar mal parada a la Casa Blanca. En los últimos meses Reagan ha sido criticado por lo que hizo o dejó de hacer en el Irán-contra-gate y repetidamente se le ha acusado de no saber lo que está pasando dentro de su gobierno. Como sucede en estos casos, lo más probable es que quien pague los platos rotos sea el vicepresidente George Bush, quien es ahora el candidato a la presidencia por el Partido Republicano. Aparte de ir atrás en las encuestas frente a su contendor Michael Dukakis, el vicepresidente se apresta a recibir el agua sucia de otro escándalo en Washington, donde parece que la moral y la decencia se fueron de vacaciones hace rato.