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SIN DOBLEGARSE

¿Qué pretende el gobierno polaco con la liberación de Walesa? ¿Qué implicará? para Solidaridad el retorno de su líder?

20 de diciembre de 1982

"No firmé nada, no prometí nada, no negocié nada", afirmó Lech Walesa en una sorpresiva rueda de prensa celebrada en su domicilio, situado a unos diez kilómetros del centro de Gdansk, el 15 de noviembre, tres días después de su liberación.
Según fuentes oficiales, el líder sindical llegó a su casa el domingo 14, hacia las diez de la noche, en compañía de su confesor Henryk Jankowski. Walesa se limitó a indicar que después de haber abandonado el centro de internamiento de Arlamow, a cinco kilómetros de la frontera soviética, había sido conducido a Otwock, en las afueras de Varsovia, en donde un coronel le había leído y comentado las nuevas leyes y la legislación que rige el estado de sitio.
Un poco más gordo, producto sin duda de su inactividad durante once meses, luciendo su descomunal bigote, Walesa reapareció fiel a su propia fama: carismático, moderado e intransigente.
"No ha habido ningún acuerdo secreto con el gobierno" enfatizó, como tratando de desmentir, ante varias centenas de personas que lo esperaban, los rumores que habían circulado después del anunció de su liberación. Sin mencionar el nombre de Solidaridad, el hombre que encarna la oposición en Polonia repitió a la prensa internacional su fidelidad a los acuerdos de Gdansk y se ratificó partidario de un sindicalismo pluralista y de un acuerdo "justo y equitativo" con el poder.
Cauteloso, Walesa no comentó ni sobre las actividades, ni sobre los dirigentes de la dirección clandestina del sindicato. En claro contraste con un comunicado de la Agencia oficial PAP, según la cual Walesa es "un simple ciudadano", expresó su deseo de actuar, no de rodillas, pero razonablemente en favor del desarrollo de Polonia y sin traicionar los ideales de agosto de 1980.
Jerzy Urban, portavoz del gobierno, reprochando al líder sindical de no haber sido "claro" sobre sus intenciones, anunció el 16 de noviembre, que las autoridades no habían previsto ninguna conversación con Walesa que "no es más que una persona privada". Esta declaración confirma un hecho: la liberación de Walesa no debe ser interpretada como un gesto en favor del "acuerdo nacional" reclamado por éste en su carta al general Jaruzelski.
Pero si Lech Walesa es un "simple ciudadano" ¿por qué el gobierno
aceptó que el "exjefe" de la oposición reitere ante la prensa internacional su fidelidad a sus ideales que, en el fondo, contradicen el esquema monolítico del poder?
¿Cómo explicar, por otra parte, que después de haber previsto un encuentro Walesa Jaruzelski, según reveló el vicepresidente de la comisión polaca, presente en las negociaciones de Madrid, las autoridades lo hayan descartado?
¿Habría contado el gobierno con una actitud complaciente del líder sindical, o se trataría, simplemente, de un riesgo que corrió el poder a cambio del apoyo que le prestó la Iglesia el 8 de noviembre, al anunciar la visita del Papa para el 18 de junio del año próximo y expresar su oposición a las manifestaciones convocadas por la dirección clandestina para el 10 de noviembre?
Una cosa parece segura: liberando a Walesa y anunciando el probable levantamiento del estado de guerra antes de fin de año el gobierno ha reducido, por ahora, las posibilidades de graves choques locales con las estructuras clandestinas de Solidaridad.
En este sentido, la ausencia, por primera vez desde el golpe, de disturbios el 13 de noviembre, ha sido comentada positivamente por parte del portavoz del gobierno .
La posición de Jaruzelski es, sin embargo, delicada. Walesa vuelve a encarnar las reivindicaciones de una mayoria de la nación polaca sin la cual la crisis económica no podrá ser superada.
La posición de la Iglesia tampoco es confortable. Su oposición a los métodos de la dirección clandestina de Solidaridad y el comunicado del 8 de noviembre, de monseñor Glemp y el general Jaruzelski, en favor de la "estabilidad", la "paz social" y el "trabajo", han incidido notablemente en las últimas decisiones.
En este contexto, la liberación de Walesa está lejos de probar que la "normalización" podría ser interpretada como una redistribución de los naipes.