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En 'The Economist', la jefe de misión del Centro Carter en Venezuela explicó por qué en el referéndum sobre Hugo Chávez no hubo fraude.

19 de septiembre de 2004

La oposición al gobierno de Hugo Chávez no duerme desde que se conocieron los resultados oficiales del referéndum revocatorio del 15 de agosto. Las acusaciones de fraude no paran, y el 9 de septiembre fue presentado el documento Las pruebas del fraude, que contiene los resultados preliminares de la investigación opositora sobre la jornada del referendo revocatorio en Venezuela. El documento, sin embargo, no refuta las afirmaciones de Jennifer McCoy, la jefe de misión en Venezuela del Centro Carter, en un artículo en la revista británica The Economist.

La señora McCoy se refiere a las tres denuncias de los opositores: el primero, una encuesta realizada a boca de urna efectuada por Penn, Shoen and Berlan Associates (PSB), una firma estadounidense, daba la derrota de Chávez con 18 puntos de diferencia. El segundo, en algunos puntos de votación, varias de las nuevas máquinas de votación informática suministraron un resultado idéntico, lo que hizo parecer que habían sido programadas con anterioridad. Por último, la oposición alega que fueron muchos los lugares en los que los votos por el 'sí' fueron muy pocos comparados con la cantidad de firmas recolectadas a finales de 2003 para la aprobación del referendo.

La señora McCoy sostiene que, si bien inicialmente en Consejo Nacional Electoral amenazó con restringir el acceso de los observadores, a final de cuentas ellos tuvieron prácticamente toda la libertad que pidieron. Y que efectuaron varias pruebas, como un conteo rápido mediante el cual "nuestros observadores, en una muestra aleatoria, llevaron los resultados a las oficinas de la misión" para chequear que eran transmitidos con exactitud a la CNE. También cuenta que "seleccionamos una muestra más grande de los resultados recibidos electrónicamente en la sede del CNE. Estas pruebas confirmaron que no hubo manipulación".

El artículo aclara que una circunstancia muy favorable fue que las máquinas expedían una papeleta de comprobación que la persona debía mirar y depositar en una urna. Y que los observadores, en lugar de una fallida auditoría inmediata sobre la correspondencia entre esos volantes y los resultados electrónicos, la hicieron tres días después. Escogieron al azar 150 mesas, con 334 máquinas, y pusieron observadores en las guarniciones militares donde se guardarían las cajas. Luego presenciaron el conteo meticuloso de las papeletas.

Como consecuencia, sostiene McCoy, la alteración de las papeletas era casi imposible. "Los militares, tradicionalmente los custodios de las elecciones en Venezuela, hubieran tenido que reprogramar 19.200 máquinas de votación para imprimir nuevos volantes con la misma fecha, hora y código de serie, con el número exacto de votos por el 'sí' y por el 'no' que correspondiera con el resultado electrónico, y ponerlo en las cajas precisas. Y ello en todas las guarniciones sin que nadie, entre lunes y miércoles, se diera cuenta".

Por otra parte, dice McCoy que durante la verificación, los observadores del Centro Carter encontraron que había una variación de 0,1 por ciento entre los comprobantes de papel impresos por cada máquina y los resultados finales. Muy probablemente, esta diferencia pudo ser provocada por los errores de algunos votantes, quienes pudieron depositar el comprobante de su voto en la urna contraria.

En cuanto a los resultados de la encuesta a boca de urna, McCoy dice: "En países tan polarizados como Venezuela, ese tipo de sondeos es arriesgado. Requiere que quienes lo conduzcan eviten parcializaciones al escoger a los entrevistados. También se necesita que los votantes digan la verdad".

En cuanto al resultado idéntico en varias mesas, contó con el análisis técnico realizado por Edward W. Feltre, Aviel D. Rubin y Adam Stubblefield, tres importantes expertos en informática de la Universidad de Princeton y la Universidad Johns Hopkins. Según esta investigación, de las 8.100 mesas en todo el país, el porcentaje de máquinas que presentaban fallas, fraudulentas o no, fue mínimo. Según sus hallazgos, 402 puestos de votación tenían dos o tres máquinas preprogramadas para marcar 'sí' mientras 311 lo estaban por el 'no'. En consecuencia, los resultados estuvieron dentro del rango de probabilidades y afectaron a ambas partes, un dato que refuerza la información dada por el Centro Carter y que descarta una posibilidad de fraude.

Por último, dice McCoy en The Economist, que las condiciones en Venezuela variaron entre 2003 y 2004. El proceso de cedulación y nacionalización de inmigrantes hizo que el número de votantes superara el de firmas recaudado en noviembre. Así mismo, mientras la oposición consiguió el apoyo de 3,4 millones de firmas para convocar el referendo, durante la jornada electoral casi cuatro millones asistieron a las urnas. Además, muchos de ellos pudieron firmar sólo para ejercer el derecho democrático del revocatorio, mas no para apoyar la salida de Chávez. Otros, por su parte, pudieron cambiar su opinión influenciados por la gran campaña desplegada por Chávez y sus inversiones sociales para favorecer a los pobres.

Así las cosas, la oposición tiene una tarea difícil cuando muestre sus propios resultados en octubre. Los argumentos de la señora McCoy suenan sólidos, como parece, con cada día que pasa, afirmarse el poder de Hugo Chávez en Venezuela.