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SIN MOSTAZA, POR FAVOR

Ataques químicos a la población civil, otro lado dantesco de una guerra sin fin

25 de abril de 1988

La escena era tan horrible que los corresponsales extranjeros se quedaron sin adjetivos. Aunque muchos habían tenido contacto con el campo de batalla y sus crueldades, nada se pudo comparar con la escena de la semana pasada en el poblado de Halabya, ubicado en la frontera entre Irán e IraK. Allí, desparramados entre las tortuosas calles, yacían cientos de personas que fueron tomados de sorpresa por la muerte. En los videos transmitidos por la televisión se pudieron ver los cuerpos sin vida, sin ninguna herida aparente. "Parecían muñecos", escribió el enviado de una agencia de prensa.
Semejante escena, fue tan sólo el más reciente capítulo en los 8 años de guerra entre Irán e IraK. Como si hasta el momento la, atrocidades no fueran suficientes, el episodio de Halabya comprobó que cuando de salvajismo se trata la raza humana no tienen límites.
En esta ocasión los culpables directos habrían sido los iraquíes. Según Teherán,Bagdad decidió bombardear la ciudad con armas químicas debido a que ésta se encuentra en la zona del Kurdistán iraquí, que desde hace rato quiere su independencia y que ha ayudado a los invasores iraníes. Esa información fue corroborada por los sobrevivientes del ataque, quienes dijeron que las nubes de gas aparerieron después de los bombardeos. "Todo el mundo murió", anotó uno de ellos. En opinión de los especialistas, IraK habría usado gas mostaza y gas cianuro, materiales prohibidos por el Tratado de Ginebra de 1925, firmado con el objeto de eliminar la guerra química.
La afición iraquí por las bombas de gas no es nueva. Bagdad ha venido utilizando el gas mostaza (llamado sulfuro de dicloretil por los especialistas) desde 1984. Sin embargo, esta es la primera vez que las armas se utilizan contra la población civil indefensa. Según Teherán, el bombardeo de Halabya habría dejado 5 mil muertos y un número similar de heridos.
El horror de la tragedia produjo el rechazo internacional. No obstante, a pesar del repudio, los pedidos de Irán para que se enviara una comisión de visita de la ONU, cayeron en el vacío. En respuesta, Teherán dejó en claro que está en capacidad de producir y utilizar armas químicas en la misma escala que Bagdad.
Esa amenaza demostró que hay posibilidades de que la guerra entre los dos países se siga intensificando, dejando un saldo trágico de civiles muertos. Antes del ataque a Halabya las cosas ya habían parecido llegar al límite. Aparte de la lucha entre los dos ejércitos, en este mes se ha visto renacer la guerra de los petroleros, en la cual cada bando ataca los buques tanque que transportan el petróleo del otro a lo largo del Golfo Pérsico.
Peor aún, en marzo se han intensificado los bombardeos con misiles a las principales poblaciones, dentro de lo que se conoce como la guerra de las ciudades. La semana pasada cerca de 250 misiles se habían cruzado entre Teherán y Bagdad dejando un saldo de varias decenas de civiles muertos y construcciones arruinadas. Los proyectiles alcanzaron incluso para atacar localidades que tienen un significado "especial". Irán dirigió algunos misiles contra el pueblo de Takrit tierra del presidente iraquí Sadam Hussein, e Irak hizo lo mismo contra Qon capital espiritual islámica asociada con el ayatollah Khomeini.
En opinión de los principales observadores, ni los ataques esporádicos con armas químicas, ni la guerra de los petroleros, ni la de las ciudades serán suficientes para cambiar el curso de la guerra. Por el momento los iraníes todavía conservan cierta ventaja y ocupan una buena extensión de territorio iraquí. No obstante, la ayuda que recibe Bagdad de Occidente y de Moscú (los aviones que lanzaron el gas son Mirage franceses y los misiles son soviéticos), así como de sus aliados árabes, asegura que la guerra va a continuar.
El gran peligro ahora es el de que los ataques civiles se intensifiquen. La eventualidad de un ataque con gas mostaza a Teherán o Bagdad es ahora más posible que nunca y tanto iraníes como iraquíes han dejado en claro que están dispuestos a destruír a su adversario, cueste lo que cueste.