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Siria: la guerra llega a Damasco

Hace un año, el primer día de Ramadán, el gobierno sacó sus tanques y empezó a atacar a los habitantes de Hama. Un año después, cuando el mundo islámico comienza un nuevo mes de ayuno, los rebeldes están en la capital y la caída del régimen es cuestión de tiempo.

21 de julio de 2012

Ha pasado justo un año desde que las fuerzas del régimen de Bashar al-Assad atacaron con artillería pesada las protestas de la ciudad de Hama y convirtieron al capítulo sirio de la primavera árabe en una tragedia que no parece tener fin. Pero, como se vio la semana pasada, en ese lapso las cosas han cambiado radicalmente. En la última semana la oposición armada no solo logró trasladar la lucha al corazón de la capital, en una campaña que se ha llamado el 'Volcán de Damasco', sino que el miércoles pasado los rebeldes llevaron a cabo el acto más simbólico desde que comenzaron a combatir al régimen.

En efecto, una carga explosiva fue activada en el edificio de seguridad nacional, ubicado en pleno corazón de Damasco, cuando se realizaba una reunión para discutir el avance de los rebeldes en la capital. Murieron el ministro de Defensa, Daoud Rajha; el viceministro, Assef Shawkat, y el encargado de manejar la oficina de crisis del presidente Bashar al-Assad, Hassan Turkomani, en el golpe más duro que ha dado hasta ahora una oposición armada que ha terminado por estar dividida en múltiples agrupaciones que operan en el terreno. Esto quedó en evidencia el miércoles cuando tanto el Ejército Libre de Siria como otra organización rebelde de tinte islamista conocida como Liwa al-Islam se atribuyeron la autoría del atentado.

"Este es el volcán del que estábamos hablando, apenas estamos comenzando", dijo en un comunicado el portavoz del ELS, Qassim Saadedine, que aseguró que el atentado había sido llevado a cabo con explosivos detonados desde el exterior. La misma versión fue dada a la prensa libanesa por un portavoz de Al -islam, que significa "la brigada del Islam", quien señaló que sus hombres llevaban un mes planeando el atentado. Estas declaraciones desmintieron la versión de la seguridad siria que lo atribuyó a uno de los guardaespaldas que se habría hecho explotar en presencia de quienes eran considerados algunos de los hombres más duros del régimen.

Assef Shawkat, además de ser el cuñado de Bashar al-Assad y hacer parte del círculo más cercano del presidente, junto con su hermano Maher -comandante de los Guardias Republicanos-, era considerado por los analistas como uno de los principales responsables de la campaña de violencia contra la oposición. Los activistas aseguran que hasta el momento han muerto alrededor de 17.000 personas en esta revolución que ha terminado por convertirse en una Guerra Civil, según la Cruz Roja Internacional

"Lo que ha pasado en Damasco esta semana no significa que el régimen esté a punto de caer, pero es un punto de quiebre que pondrá la revolución en otro nivel", aseguró a SEMANA el analista político Hilal Khashan que, como muchos otros expertos libaneses que siguen cuidadosamente el desarrollo de la revolución en Siria, está convencido de que para el régimen las cartas están echadas. Pero la gran pregunta por responder es ¿Hasta cuándo podrá sostenerse? ¿Cuánta más sangre se derramará antes de caer?

"Hay grandes indicios que muestran que hay muchas cosas pasando por dentro, pero todavía parecen estar en proceso", señaló el analista en referencia a la deserción días atrás de Malef Tlass, un alto general sunita del Ejército y compañero de infancia de Bashar al-Assad. Tlass, el militar de más alto rango que ha desertado, pertenece a una influyente familia que siempre fue aliada de los Assad. "Él no hubiera podido dejar el país si no es porque dentro del propio Ejército hay facciones que lo permitieron. Mi idea es que un sector de los militares está buscando la manera de salvarse y no caer con el régimen", añadió Kashan. Explica que cierto sector del Ejército, que desde hace décadas es controlado por la minoría alavita del régimen, podría estar buscando la posibilidad de quitar al presidente para negociar su permanencia en la nueva Siria.

Y es que, según muchos analistas políticos, especialmente en Líbano, en esa revolución muchas cosas se están decidiendo minuto a minuto. La llegada de los combates a Damasco, el ataque a la cúpula militar, la deserción de cientos de soldados que cruzan la frontera hacia Turquía y la pérdida de control de algunas poblaciones opositoras, especialmente en la parte norte, son sin lugar a duda un golpe psicológico duro para los seguidores del régimen, que empiezan a temer por su futuro.

Algunos analistas han llegado a mencionar la posibilidad de que los alauitas se estén retirando hacia la costa mediterránea, donde tienen su principal enclave, para protegerse en caso de que caiga el régimen. Incluso podrían llegar a formar un Estado independiente, dicen algunos. Pero los rebeldes son conscientes de que el régimen no se rendirá fácilmente, como demostró después del triple asesinato. Los habitantes aseguran que varios helicópteros atacaron sin piedad barrios conocidos por ser opositores.

"Nosotros sabemos que ellos lucharán hasta el final. Cada vez será peor", aseguró a SEMANA un militante sirio que entrega apoyo logístico desde Líbano a los combatientes de la provincia de Homs. Este hombre, que peleó hasta hace dos meses cuando decidió trasladar su familia al Líbano, se dedica a pasar ilegalmente la frontera para llevar medicinas, comida y armas a los rebeldes y traer refugiados sirios hacia el lado libanés.

"Ahora todos hablan de Damasco pero la realidad es que en nuestro pueblo nos están atacando cada día con tanques y helicópteros", dijo este rebelde, que aseguró que la batalla ahora es diferente. "Por eso nuestra mayor prioridad hoy es buscar armas grandes con las que podamos destruir aviones", explicó en la vieja casa que les han prestado, en uno de los pueblos del valle de la Bekaa. Su vida, dijo, corre peligro y por eso pide que no se dé ninguna señal del pueblo donde vive ni se tome fotos de su rostro descubierto.

En los últimos días las milicias del régimen han intensificado el cierre de las fronteras. "Quieren que no salga nadie y que los que están adentro se queden sin provisiones", contó una mujer que llegó hace tres semanas.

Y es que los eventos de la semana pasada en Damasco pueden desencadenar eventos fatales para el régimen. La moral de la oposición armada está más alta que nunca. A esto se suma que la imagen de Bashar al-Assad, poderoso e intocable, ha desaparecido. La población ya se ha percatado que el círculo más cercano del presidente es vulnerable y esto puede llevar a que muchos más integrantes del gobierno, y del mismo Ejército, decidan abandonar el barco antes de hundirse con él.

Sin embargo, si se confirma lo que opinan tanto analistas como combatientes, la pelea será larga y sangrienta, sobre todo ante la posición de China y Rusia de vetar las sanciones de la ONU contra el régimen, como se confirmó el jueves. "Aquí nada va a ser fácil, eso se lo aseguro. Ellos no se van a ir tan fácil como mucha gente piensa porque todavía tienen respaldo internacional", dijo el combatiente al despedirse.