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Alejandro Salas. | Foto: Cortesía Tatiana Joiro / Corporación Transparencia por Colombia

CORRUPCIÓN

"Solo entendiendo que somos parte del problema haremos parte de la solución"

El director regional de la organización Transparency International, Alejandro Salas, conversó con SEMANA con motivo de su asistencia a la Conferencia Latinoamericana de Periodismo Investigativo. Entrevista.

Camilo Jiménez Santofimio, cronista de SEMANA
17 de octubre de 2012

Alejandro Salas, mexicano experto en la lucha contra la corrupción en América Latina, habla sobre los nexos de los medios con el poder, los deberes del ciudadano en pos de la transparencia y sobre un político mexicano que regalaba tenis para ganar elecciones.
 
Salas visitó Bogotá con motivo de la Conferencia Latinoamericana de Periodismo Investigativo, Colpin, celebrada el pasado fin de semana.
 
SEMANA: ¿Si usted fuera director de un medio de comunicación, cómo escribiría historias para combatir más eficazmente a la corrupción?

Alejandro Salas: Si bien el periodismo de investigación es importante, el trabajo del reportero tiende a terminar cuando una denuncia sale publicada. Aquí suele haber un vacío, aunque es justo entonces cuando instituciones como la Procuraduría o la Fiscalía deberían asumir su papel. Yo les pediría a mis periodistas que fueran más incidentes, que presionaran más. Además, el periodismo debe acercarse más a los ciudadanos para crear conciencia. Esto se puede hacer con historias más cercanas a las personas de a pié que les permitan saber que la corrupción es mucho más que las cuentas y los rostros de un manojo de políticos.

SEMANA: ¿Cómo exigirles transparencia a los medios de comunicación?

Salas: Siempre hay que preguntarse: ¿dónde están los vínculos entre los dueños y directores de medios y las elites del poder? Que haya conexiones es algo común en América Latina. En Honduras, una sola persona es dueña de todas las cadenas de televisión y les regala dinero a todos los políticos de turno a cambio de beneficios. En otras partes, los vínculos son menos evidentes. Y sin embargo, un nexo político no es necesariamente un problema. Se puede ser cercano a las clases políticas, pero para ello hay que ser transparente.

SEMANA: ¿En América Latina, qué quiere decir transparencia?

Salas: En esta región hemos invertido esfuerzos para obtener sistemas democráticos. Salvo en Cuba, las dictaduras y los gobiernos militares cayeron y hoy en casi todas partes predominan democracias electorales que funcionan más o menos bien. Ahora bien, una democracia debe ir más allá del derecho a votar. Un estado democrático garantiza y exige que el ciudadano participe, que tome decisiones, que sepa qué se hace con sus impuestos, que tenga acceso a los servicios y que sepa cuáles son sus responsabilidades. Aquí comienzan los conflictos de transparencia en América Latina.

SEMANA: ¿Cuáles son estos?

Salas: El conflicto más importante es que aún no se ha podido garantizar a los ciudadanos el acceso a las decisiones de los políticos. Y este es un elemento fundamental de la transparencia, que sólo surge de la participación ciudadana y la responsabilidad del gobierno. En 2012, en América Latina siguen faltando controles sobre el dinero que entra a las campañas y sobre las vías que se usan para ello. El panorama permanece opaco.

SEMANA: ¿Dónde están las fallas?

Salas: Es que donde hay leyes hay que aplicarlas y esto no se hace en la mayoría de los países. Las naciones latinoamericanas se han desarrollado legislativamente, pero no ejecutan. Se necesita instituciones fuertes y autónomas, organismos electorales, policiales y judiciales eficientes y profesionales…

SEMANA: El tiempo ha pasado y este discurso ha permanecido el mismo. ¿No cree que las ONG tienen que repensar su forma de aproximarse a la transparencia para alcanzar mayor efectividad?

Salas: No todo ha fracasado. La policía en Chile está prácticamente blindada contra los sobornos. En Costa Rica, la justicia ha podido enjuiciar a políticos de alto nivel. En Colombia, las actuaciones de la Corte Suprema de Justicia son admirables. Y sin embargo, es verdad que nuestro discurso necesita mejoras. El ciudadano ordinario no ve a la corrupción como un problema propio. Cuando uno se toma una cerveza con amigos, todo el mundo habla de los políticos corruptos. Pero cuando le pagamos un soborno a un policía para que no nos multe por pasar un semáforo en rojo, no nos consideramos corruptos. Es más, muchos se sienten bien porque piensan que han apoyado a un individuo que seguramente gana poco. Cuando esto se multiplica por mil casos al día, los ciudadanos mismo estamos destrozando la credibilidad de nuestras instituciones.

SEMANA: ¿Cómo decírselo al ciudadano?

Salas: Generando conciencia: si entendemos que somos parte del problema sabremos que somos parte de la solución. Es fácil culpar a los políticos, pero todos somos parte de la misma ecuación. Hace dos años, en un aeropuerto ruso dos personajes pagaron un soborno, se saltaron los controles de seguridad y metieron a un avión un maletín con material explosivo. No querían que explotara, pero ya en el aire el avión estalló en pedazos. Habían pagado 50 dólares por el soborno, y por esta cifra aparentemente inocente causaron una tragedia para a cien familias. Hay que encontrar una forma astuta para que el ciudadano se sume a la lucha contra la corrupción.

SEMANA: ¿Se le puede pedir lo mismo al político, que en esencia también es un ciudadano?

Salas: Claro que sí. Además, la política tiene nuevos incentivos: la competencia global por la buena imagen, por la "imagen país", por convertirse en una economía estrella, por atraer inversionistas, por acceder a bloques como a la Oecd o, en Europa, a la Unión Europea. Estas son herramientas contra la corrupción que permiten a los políticos advertir que la transparencia puede implicar réditos electorales y popularidad.

SEMANA: Ustedes miden publican índices anuales de corrupción. ¿Cómo valoran la situación en América Latina para 2012?

Salas: Las noticias son tristes. La nota de América Latina, en bloque, es de cinco en una escala entre cero y diez. Las únicas excepciones son Chile y Uruguay que ya alcanzan un grado de siete… por encima de Estados Unidos y España. Venezuela, Paraguay, Honduras, Haití y República Dominicana son los 'coleros' en este escalafón.

SEMANA: ¿Cómo explica que dos países tan distintos como la rica Venezuela y el pobre Haití estén en el mismo nivel?

Salas: No hay una correlación directa entre pobreza y grado de corrupción. El elemento común es, más bien, la fortaleza o la debilidad institucional. Afganistán, Irak, Angola están al mismo nivel de Haití, pero también de Venezuela, una potencia petrolera en paz que, sin embargo, cobija a un ejecutivo todopoderoso que ha tomado control sobre todas las partes del Estado. La falta de institucionalidad impulsa la corrupción.

SEMANA: Y para los demás de países de la región: ¿qué significa estar a media tabla?

Salas: México, Brasil y Colombia se encuentran allí. Se trata de naciones grandes y muy descentralizadas donde reina la impunidad y donde conviven dos realidades. Por un lado, son países modernos que albergan multinacionales, que cotizan en bolsa, hacen transacciones y están integrados a la economía moderna. Por otro lado, en las provincias, son países congelados en el tiempo en los que predomina el nepotismo y las estructuras de gobierno y burocráticas son anacrónicas. Le doy un ejemplo: en México, donde la compra de votos es común en muchas regiones, hubo recientemente un candidato que, antes de elecciones, les dio a los habitantes de un pueblo una zapatilla nueva y les prometió que, si votaban por él, les daría la otra.