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"SOLO NOS QUEDA LA CASA DE PARIS"

"Nene Doc" y su esposa Michele responden a las acusaciones de robo, despilfarro y brutalidad policial.

4 de agosto de 1986

Hace pocas semanas, en su refugio de los Alpes franceses, el ex presidente vitalicio de Haití, Jean Claude Duvalier, y su esposa Michele, aceptaron conceder la única entrevista que han dado a la prensa desde el derrocamiento de su gobierno. La privilegiada fue la famosa periodista norteamericana de la cadena ABC , Barbara Walters. SEMANA presenta a sus lectores, los apartes más significativos de la entrevista.

BARBARA WALTERS: Haití es el país más pobre del hemisferio occidental. Ochenta por ciento de sus habitantes son analfabetas. El ingreso per cápita anual es inferior a 300 dólares, incluso para aqueUos que tienen la suerte de encontrar trabajo. En noviembre, la escasez de alimentos provocó disturbios y la falta de combustible paralizó al país. Al mismo tiempo, madame Duvalier salió del país con sus amigos y su familia para una gira de compras en París, durante la cual se gastó un millón de dólares en productos de belleza y pieles. Muchos dicen que esos excesos encendieron la chispa de la revolución. Los Duvalier se han refugiado en Francia. ¿Qué van a hacer ahí? Ella dice que le gustaría trabajar en las artes. El, que podría estudiar derecho, a pesar de no tener diploma de bachiller. Por qué piensa usted, señor... me siento muy mal educada preguntándole esto, pero, ¿por qué piensa usted que daba la impresión a la gente de ser débil y de no ser. . . muy inteligente?
JEAN CLAUDE DUVALIER: Acepto sus excusas. Y comprendo que me plantea esta pregunta porque esa impresión existe. En mi opinión es totalmente falsa, y fue divulgada por personas que desean atacar a mi esposa. Pero en realidad, desde 1971, yo era el Jefe del Estado y era el único que tomaba decisiones importantes cuando había que tomar decisiones.
B. W.: Las críticas a la señora Duvalier comenzaron desde el matrimonio. Divorciada y madre de dos hijos, ella se casó de blanco en el curso de una ceremonia que jamás había sido vista en Haití, y que al parecer costó tres millones de dólares. Ropa de Givenchy, peinador venido especialmente de París, centenares de miles de dólares en fuegos artificiales, en fin, una extravagancia en un país azotado por la miseria.
MICHELE DUVALIER: Era la primera vez que un Presidente de Haití se casaba. Y la gente quería, cómo le digo: enorgullecerse de este acontecimiento. En cuanto al peinador, se trató de un regalo de un amigo que lo envió especialmente para mí. Un vestido de Givenchy, sí. Y, ¿por qué no?
B. W.: En noviembre pasado, cuando Haití estaba al borde del desastre, cuando el país no tenía con qué comprar petróleo, usted se fue de compras a París en compañía de una docena de personas. El solo precio del viaje en avión superaba los 80 mil dólares. ¿Qué me puede decir al respecto?
M.D.: Las gentes me ven viajar, pero no saben a dónde voy, no lo que voy a hacer. A veces, contactaba a ciertas personas, como industriales, a nombre del Presidente, a fin de convencerlos de invertir en Haití. Pero la verdad es que yo no tengo porqué justificar mis viajes.
B. W.: Usted hizo venir costureros a Haití...
M.D.: Una o dos veces. Dijeron que yo tenía una colección de pieles y que refrigeraba mi apartamento para tenerlas en buen estado. Pero, ¿cómo puede uno usar pieles en un país tropical? Naturalmente, tengo dos abrigos de piel. Uno de ellos desde antes de casarme con el Presidente. Entonces, ¿por qué mi marido no me podía ofrecer un segundo, cuando me volví primera dama? ¿Por qué no dicen que yo utilizaba también mi dinero en la fundación Michele Duvalier? Construí seis escuelas, a las que asisten alrededor de 3.500 niños. Teníamos también tres hospitales, y algunos restaurantes populares donde servíamos todos los días un almuerzo caliente a cerca de tres mil niños.
B.W.: Mirándola, puedo ver sus aretes en diamantes. Usted tenía hermosas joyas. Usted conoce las críticas. "Ella tenía todo, y su pueblo moría de hambre".
M.D.: Escuche, señora Walters. Podría haberme quitado los aretes para la entrevista, pero prefiero ser yo misma. Mi marido me los regaló y los adoro. Por eso los llevaré puestos sin importar lo que diga la gente.
B. W.: Su marido ganaba 24 mil dólares al año como salario. ¿Es eso exacto?
M.D.: Sí.
B.W.: Entonces, ¿de dónde venía el dinero para los aretes, y todo lo demás?
M.D.: La explicación es que yo tenía otros capitales. Tenía algunos ahorros personales, y tras la muerte de mi padre pude invertirlos de manera lucrativa. Aparte de estas inversiones, pude hacer algunas buenas operaciones de cambio, convirtiendo mi dinero en divisas fuertes.
B. W.: (Dirigiéndose a Jean Claude Duvalier). Volvamos un poco atrás. Usted se volvió Presidente a los 19 años, siendo muy joven. ¿Recuerda usted el efecto que esto le causó?
J.C.D.: Mi padre me mandó llamar en un momento dado, y me dijo: "Estoy muy cansado, y me siento muy enfermo. Por eso debo decirte que te he escogido para sucederme en la cabeza del Estado". Naturalmente, un shock terrible para mí. Pues tenía plena conciencia de la responsabilidad que caería sobre mis hombros, después de su muerte. El día que sucedió lloré como un bebé.
B. W.: Se le acusa, señor, de haber desviado los dineros públicos para construir su fortuna personal. ¿Qué puede contestar a eso?
J.C.D.:Usted debe saber que todos los jefes de Estado de mi país han tenido siempre a su disposición unos fondos para la puesta en marcha apropiada de la política de su gobierno. Usted sabe, y esto hay que comprenderlo bien, que este era un sistema paternalista. Cojamos por ejemplo las Fuerzas Armadas. En Haití, el Jefe de Estado es al mismo tiempo su supremo comandante en jefe. Y como tal, el responsable de una gran cantidad de cosas que pasaban directamente por sus manos. Por ejemplo, la compra y mantenimiento de jeeps, de camiones, de todos los materiales para la mayoría de las unidades del Ejército, acantonadas en Puerto Príncipe. Y también para otras necesidades, más privadas y sociales si se quiere, para los soldados y oficiales, como hospitalización, pago de primas matrimoniales, primeras comuniones y entierros.
B. W.: En resumen, ¿lo que usted quiere decir es que tenía el derecho como Jefe de Estado, de tomar el dinero del Tesoro Nacional y de gastarlo como le pareciera más apropiado y sabio?
J.C.D.: No se trataba de tomarlo. Había créditos presupuestales, que me eran asignados.
B. W.: ¿Sumas precisas?
J.C.D.: Sí.
B. W.: ¿Hay registros y documentos que se puedan consultar?
J.C.D.: En gran número de casos, si. Se llevaban cuentas y se mantenían registros. Pero había casos en que los gastos se hacian en especie, y era a veces imposible llevar libros.
B. W.: Señora Duvalier, se ha dicho que usted tenía residencias en todo el mundo. ¿Es eso cierto?
M.D.: Me sorprendió mucho saber que tenía bienes raíces en California, Nueva York, Maryland, París, Mónaco y por todas partes. Se me atribuyen decenas de residencias. Me gustaría mucho tenerlas, pero en realidad sólo tenemos una en París que el gobierno de Haití está tratando de confiscar. Y voy a luchar por ella porque es el único hogar que tengo para mis hijos, teniendo en cuenta que toda nuestra fortuna se quedó en Haití. Nosotros abandonamos nuestras casas, y todo lo que teniamos. Y lo único que tenemos, es esta casa de París.
B.W.: Por intermedio de un eminente bufete de abogados de Wall Street, el gobierno actual de Haití los está demandando. Uno de los representantes de esas oficinas dice que su deber es el de "recuperar para Haití los millones de dólares robados durante el régimen Duvalier". Una de las claves de la acusación es una carta de los Molinos Nacionales de Haití, confirmando la orden del Presidente de tasar la harina a 93 centavos el paquete, debiendo ir el dinero a Duvalier, a su madre y a su esposa. Todo esto, en un país donde la mayor causa de muerte es la subalimentación.
J.C.D.: Esto representa una parte de los fondos puestos a disposición del Jefe del Estado. En este caso preciso, para una obra de caridad.
B.W.: ¿ Usted dice que la harina fue tasada de este modo para que el dinero pudiera ser entregado a usted, a su esposa y a su madre, con el fin de ser utilizada según su criterio para un fin social?
M.D.: Sí. Para... Para ayudar a la gente necesitada.
B. W.: ¿La gente muere de hambre y ustedes tasan la harina a un dólar el paquete?
J.C.D.: Como usted sabe, el Estado tiene necesidad de fondos para cumplir con sus actividades, cualesquiera que estas sean. Haití ha sido siempre un país que vive de impuestos, más que de la ayuda extranjera.
B. W.: Madame. El gobierno de Haití tenía por lo menos dos cuentas para el rubro de defensa nacional. Una parte de ese dinero venía de Estados Unidos. Usted dijo que no tenía nada que ver con la defensa nacional. Pero tenemos aquí recibos bancarios consignados a nombre suyo, autorizados por su esposo, que indican que cerca de un millón de dólares fue tomado de esas dos cuentas de defensa nacional, para serle transferido a usted, personalmente.
M.D.: (Se queda en silencio un momento). Cuando el Presidente recibía dignatarios en la residencia oficial, yo era la encargada de ocuparme del asunto, y había algunos gastos. Cuando el Papa fue a Haití, la Iglesia Católica no gastó un dólar en la recepción, y el gobierno debió hacerse cargo.

B.W.: (Mostrando los recibos). Si usted suma estas cifras, el total se acerca a un millón de dolares.
M.D.: Yo... Yo no he hecho la suma. Pero el dinero no fue utilizado solamente para eso. Una señora me había escrito: "Tengo necesidad de llevar a mi pequeño hijo moribundo a los EE. UU. y me falta un pasaje".
B. W.: ¿Pero acaso esta ayuda debía venir de los fondos de defensa nacional?
M.D.: Sí.
B. W.: ¿Por qué?
M.D.: Yo no sé.
B.W.: Señora, ¿quién es el señor Jean Sambour?
M.D.: Es el decorador de nuestro apartamento en el palacio. Uno de nuestros buenos amigos.
B. W.: Tenemos documentos del Banco de la República de Haití que indican que más de cuatro millones de dólares fueron entregados al señor Sambour provenientes de distintas cuentas del gobierno.
M.D.: El señor Sambour decoró también la pequeña villa que tenemos en la montaña. Pero era también el encargado de hacer las compras para la residencia oficial. Fue él, por ejemplo, el que decoró el aeropuerto cuando vino el Papa.
B. W.: Y ese dinero, ¿provenía también de las cuentas de defensa nacional?
M.D.: No podía salir de mi bolsillo, porque no era para cubrir mis propias necesidades.
B.W.: Pero se podría pensar que las cuentas de defensa nacional son para la defensa del país, y no para decorar aeropuertos y casas. Y además, ¿no es acaso demasiado cuatro millones de dólares?
M.D.: Sí. Yo encontré que era una cifra elevada.
B. W.: Hay también facturas de Spritzer y Furman, los más grandes joyeros del Caribe, y se trata de varios cheques por alrededor de 300 mil dólares para la compra de numerosos relojes, brazaletes y collares.
M.D.: Deben estar fechados por la época de Navidad.
B.W.: ¿No le parece esto exorbitante, ante un pueblo tan pobre, gastarse 300 mil dólares en regalos de Navidad?
M.D.: Sí, señora Walters. Parece una cifra considerable. Pero no lo es al lado de lo que nosotros hicimos por nuestro pueblo. ¿Por qué nadie ve lo que nosotros hicimos por nuestro pueblo?
B. W.: ¿A quién iban destinados esos regalos?
M.D.: A algunos amigos, parientes, y gentes que nos invitaban a sus casas y a quienes no podiamos agradecerles esos gestos. Usted sabe, se trata del manejo de las relaciones del gobierno. No es algo que yo haya inventado. Es una costumbre del país.
B. W.: ¿Cuando usted habla de "costumbre" se refiere a propinas, a corrupción?
M. y J.C.D.: ¡No!
B. W.: ¿Les hubiera gustado hacer algo en forma diferente?
M.D.: Mi marido responderá a esto.
J.C.D.: Y bien, realmente lo único que puedo decir, lo único de lo que me arrepiento, es de no haber llevado más atentamente las cuentas de lo que gastábamos en especie, para evitar todos estos problemas.
B. W.: Señora, ¿cómo cree usted que la juzgará la historia?
M.D.: De mi parte, creo que la historia me juzgará así: fue la primera vez que una primera dama en Haití trabajó tan duro e hizo tantas cosas por su pueblo. Era la primera vez que esto pasaba desde 1804.
B. W.:Señor, ¿y a usted, cómo cree que lo juzgue?
J.C.D.: Y bien, yo dejaré que la historia sea mi juez. Mi única esperanza es que los historiadores permitan que toda la verdad se haga conocer.

¡QUE BARBARA!
Para realizar esta entrevista con los Duvalier en un pequeño pueblo francés, Barbara Walters montó una auténtica y febril cacería desde el mismo 7 de febrero cuando la pareja abandonó el gobierno haitiano. Todos los días llamaba al abogado francés que los representaba en París. A veces el abogado respondía, pero casi siempre otra persona decía que no estaba. Mientras tanto, con un equipo de investigación de la cadena ABC (la cual emitió la entrevista en su espacio "2020" del 12 de junio a las 10 de la noche), Walters reunió todo cuanto pudo sobre las investigaciones fiscales contra los Duvalier en Haití y Estados Unidos. Una joven reportera recordó que tenía una amiga que era sobrina de uno de los fundadores de la firma de abogados norteamericanos que representaba al gobierno haitiano contra los Duvalier. El contacto sirvió y los periodistas obtuvieron fotocopias de cheques, cartas, cuentas y otros documentos que demostraban cómo los Duvalier habían consignado en sus cuentas personales, fondos oficiales. Hasta había una factura por 4 millones de dólares, tomados de esos fondos, para pagar servicios del decorador de la mansión presidencial. Por fin, un día el abogado en París respondió y Walters le preguntó si no era hora que los Duvalier respondieran a las acusaciones. El abogado se reuniría con los Duvalier al día siguiente y tomó los teléfonos de la periodista. Unos días después, a las siete de la mañana, fue despertada por una suave voz femenina: "Señora Walters, le habla Michele Duvalier. ¿ Tiene un minuto disponible?". Cinco días después el equipo partió hacia Francia. Durante el viaje ella memorizó todos los documentos y redactó las preguntas. Las escribió, como acostumbra, en pequeñas tarjetas que luego organiza, destruye, vuelve a escribir llegando en ocasiones a tener listas hasta cien preguntas. Generalmente comienza con las más simples. Preguntas sobre la niñez del personaje y cosas asi. Maniática de las contingencias que puedan presentarse, Walters envió a París por cintas de video de una hora. Las que habia llevado, de 20 minutos, ofrecían el peligro de acabarse en medio de una buena respuesta y eso causa un efecto desastroso. Luego resolvió el problema de la ubicación y el idioma (Duvalier no habla inglés), y decidió colocar el intérprete detrás de ella, con el fin de que el "Nene" mirara siempre hacia la periodista. El productor del programa fue el encargado de hacer el primer contacto con los Duvalier. Walters jamás conoce antes a los personajes. Ella tiene dos razones: porque generalmente comienzan a hablar y luego en la entrevista, tienden a decir "como le explicaba hace poco... ", y además porque muchos personajes tienden a decirle que no les pregunte sobre determinado tema. Los Duvalier pidieron las preguntas anticipadamente. Ella se negó pero les comentó telefónicamente que les preguntaría sobre los motivos de su salida de Haití y las críticas contra ella. La grabación se hizo el domingo 8 de junio y aunque Duvalier en principio no quería participar, Walters convenció a su esposa y lo logró. Fue una entrevista larga y agotadora. Lo peor era la traducción de las preguntas a Duvalier y luego sus respuestas. Los personajes respondieron todas las preguntas. La sensación de Walters y seguramente la del lector y el televidente es que los Duvalier jamás sintieron que estaban obrando mal. El explicó que en un sistema paternalista como el que regía en su país, empleaba el dinero como le parecía mejor. Ella, dijo que no había inventado el sistema, que esas eran las costumbres de su país. Curiosamente, a medida que las preguntas eran más duras, la señora cambiaba el tratamiento y de "Barbara" pasó a "señora Walters". Al final, la periodista sentía que los Duvalier estaban contentos por la forma cómo habían respondido, por primera vez, a sus críticas. La edición se hizo en dos días, previendo que otros medios también los entrevistaran. Mirando el material al aire, Walters vio a sus personajes como dos seres ingenuos, simpáticos y hasta se sintió inclinada hacia ellos. Pero después, esa simpatía se trocó en culpabilidad, porque ellos respondieron todo cuanto se les preguntó, sin defenderse, sin malicia, sin protegerse.