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"Soy el Gutiérrez del Ecuador"

El presidente electo del país vecino habló con SEMANA sobre sus retos al frente del palacio de Carondelet, su comparación con Chávez y las relaciones con Colombia.

1 de diciembre de 2002

"Prometo que sere el mejor presidente de Ecuador en toda su historia", fue lo primero que dijo a SEMANA Lucio Gutiérrez, tras ser elegido como mandatario de su país en la segunda vuelta del domingo pasado. El coronel retirado -que también es ingeniero y administrador de empresas- venció con 54,46

por ciento de los votos gracias al apoyo de 2.743.067 ecuatorianos. Su rival, el multimillonario Alvaro Noboa, del Partido Renovación Institucional Acción Nacional (Prian), alcanzó 45,54 por ciento, lo que corresponde a 2.293.718 votos.

Lucio, como lo llaman sus partidarios, fue respaldado por su partido, Sociedad Patriótica 21 de Enero, y por el movimiento indígena Pachakutik y grupos de izquierda, entre ellos el marxista Movimiento Popular Democrático (MPD). Vestido con su acostumbrado traje 'safari' verde oliva el ex militar, de 45 años, trigueño y delgado, entrelazando los dedos y mirando fijamente al periodista, confesó que si no hubiera sido militar habría sido sacerdote. Y, de paso, pidió que no lo comparen con Hugo Chávez. Y es que la comparación es inevitable: Gutiérrez lideró el 21 de enero de 2000 una junta que tomó por unas horas la presidencia tras el alzamiento indígena que forzó la renuncia del entonces jefe de Estado Jamil Mahuad, mientras que Chávez -también como coronel- protagonizó en 1992 un fracasado intento para derrocar al presidente venezolano Carlos Andrés Pérez.

Algo más: a Gutiérrez no sólo lo comparan con Chávez sino que sus detractores también lo relacionan, incluso, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

Tampoco han faltado las opiniones internacionales en el sentido de que el triunfo de Gutiérrez pueda derivar en un eje Venezuela-Ecuador-Brasil, posibilidad que él rechaza.

Sobre estos y otros asuntos dialogó con SEMANA.

SEMANA: ¿Es usted el Chávez del Ecuador?

Lucio Gutierrez: No tengo la suerte de conocer personalmente al presidente Chávez pero puedo decir que mis diferencias con él son varias, aunque respeto los asuntos internos de los venezolanos. Me han hecho esa pregunta 100 veces y debo decirle que no me gusta la comparación: yo soy el Gutiérrez del Ecuador. Claro que deseo que Chávez no fracase, como deseo que no fracasen los presidentes de Argentina, Colombia o Estados Unidos, pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

SEMANA: Usted está aliado con los movimientos de izquierda. ¿Es comunista, como dicen sus opositores?

L.G.: No, no lo soy. Como tampoco soy enemigo de la inversión y el capital privado. Además, aunque no me lo ha preguntado, soy cristiano.

SEMANA: Pero está comprometido con los movimientos de izquierda...

L.G.: Mi compromiso es solamente con el movimiento indígena Pachakutik. Claro que respeto a los otros movimientos, como el MPD, al tiempo que les agradezco su respaldo, pues todos son ecuatorianos.

SEMANA: ¿Cómo va a poder gobernar si tendrá a casi todo el Congreso en contra suya?

L.G.: He hecho un llamado a la concertación nacional y así poder sacar al país adelante. Eso sí, integrando a los mejores ecuatorianos, capaces, honestos y patriotas.

SEMANA: A usted se le critica no haber difundido en la campaña su plan de gobierno. ¿Por qué no lo hizo?

L.G.: Simplemente por la falta de recursos para exponerlos ante los medios de comunicación. Pero mi plan se resume en tres palabras: paz, seguridad y trabajo. Todo el proyecto tiene cuatro grandes objetivos, el primero de los cuales es el combate a la corrupción, la reducción de la pobreza, con prioridad en el desarrollo de la educación y la salud. Luego viene la seguridad, tanto ciudadana como jurídica, ambiental y alimenticia y, por último, existe el interés de darle competitividad al país.

SEMANA: ¿Mantendrá la dolarización?

L.G.: Sí. Es una herencia. Dolorosa, por supuesto, pero herencia al fin y al cabo.

SEMANA: ¿Al iniciar su gobierno, el 15 de enero, anunciará drásticas medidas económicas como se prevé en algunos medios?

L.G.: No habrá ningún 'paquetazo'. Los ecuatorianos no resisten más. Si subimos la gasolina o aumentamos los impuestos sería como echarle gasolina al fuego.

SEMANA: El actual gobierno de Gustavo Noboa ha dejado pendiente la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por 240 millones de dólares. ¿Qué va a hacer?

L.G.: Durante mi reciente viaje a Estados Unidos les expuse a los funcionarios de ese organismo alternativas, entre ellas, precisamente, el combate a la corrupción, pues en Ecuador se pierden anualmente por ese concepto más de 2.000 millones de dólares. También la puesta en marcha de una adecuada seguridad jurídica para repatriar los capitales ecuatorianos en el exterior, calculados entre 12.000 y 13.000 millones de dólares, así como captar inversiones foráneas. Creo que es muy importante que se firme el acuerdo con el FMI pues eso permitirá comenzar con pie firme.

SEMANA: ¿Dejará de pagar la deuda externa?

L.G.: Yo no he hablado de dejar de pagar la deuda externa pública de Ecuador (que asciende a 11.300 millones de dólares y equivale a 55,1 por ciento del Producto Interno Bruto del país), sino de que los organismos multilaterales nos faciliten la lucha contra la pobreza.

SEMANA: ¿Su triunfo, si se compara con el de 'Lula' en Brasil, qué significa?

L.G.: Es una demostración de que se quiere el cambio, no solamente en el Ecuador y Brasil, sino en toda América Latina. Ya es hora de que, finalmente, se pague la deuda social, sin que esto quiera decir que no vayamos a cumplir los compromisos internacionales, como el pago de la deuda externa. Ahora tenemos que sentarnos a dialogar con los pobres.

SEMANA: ¿Cuál es su opinión sobre el Area de Libre Comercio de las Américas (Alca)?

L.G.: Yo he calificado al Alca como una amenaza, pero si nos preparamos, si negociamos adecuadamente, puede convertirse en una oportunidad. Si hoy entramos al Alca sin hacer nada vamos a ser absorbidos por las transnacionales, se acabarán nuestras pequeñas empresas, se perderá trabajo; la pobreza y la delincuencia aumentarían a límites conflictivos, de explosión social. Por eso tenemos que prepararnos antes de ingresar. Hacerlo ahora sería un suicidio.

SEMANA: ¿Cómo observa la integración regional?

L.G.: Sería bueno poder conformar un bloque americano, más allá de la Comunidad Andina. Espero que ojalá algún día seamos un solo país; deberíamos ser más que socios, hermanos. Pero además debemos fortalecer las relaciones comerciales con Estados Unidos, la Unión Europea y los países asiáticos.

SEMANA: ¿Y en cuanto a las relaciones con Colombia?

L.G.: El conflicto político de Colombia es, de por sí, un gran problema para Ecuador, por lo que debemos hacer todo para resolverlo por métodos políticos y económicos. En mi reunión con el presidente Alvaro Uribe quiero proponerle un plan de paz con las Farc y otros grupos ilegales, con la participación de varios países amigos que garanticen un armisticio. Como militar tuve la experiencia -como miembro del contingente de paz de la ONU en Nicaragua- y sé que las mediaciones funcionan. También trataremos el incremento del turismo, las relaciones comerciales y el Plan Colombia.

SEMANA: ¿Hasta qué punto el conflicto colombiano representa un peligro para Ecuador?

L.G.: No deja de ser un peligro por la cercanía que tenemos. Pero además del peligro es necesario buscar la paz del vecino; no podemos permitir que siga muriendo gente, sean guerrilleros, paramilitares o soldados.

SEMANA: ¿Es partidario de que Ecuador intervenga con tropas en Colombia?

L.G.: No, no soy partidario de una intervención de militares ecuatorianos en la guerra interna de Colombia. Como dije, pienso que ese conflicto debe tener una solución social y económica.

SEMANA: ¿Cómo definiría su próximo gobierno?

L.G.: Ante todo gobernaré para los pobres, que son el 70 por ciento de los ecuatorianos. El pueblo marginado encuentra en Lucio Gutiérrez la posibilidad del cambio que puede unir a todos los ecuatorianos. Mi meta es refundar al Ecuador. Ahora comienza el verdadero desafío.