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SUICIDAS Y ASESINOS

Los terroristas que perpetraron el ataque contra el mercado Mahane Yehuda de Jerusalén forman parte de una clase muy especial de criminales.

1 de septiembre de 1997


El ataque terrorista de la semana pasada en el mercado Mahane Yehuda, de Jerusalén, destrozó no sólo el proceso de paz palestino-israelí sino a 17 personas, entre las cuales estaban los dos terroristas islámicos que se suicidaron en la acción. En medio del dolor por las víctimas y de la reacción indignada del gobierno israelí de Benjamín Netanyahu, muchos en el mundo se preguntaban cuál puede ser la mentalidad de alguien que es capaz de cometer un acto de semejante salvajismo a costa de su propia vida.
Las autoridades israelíes, a tiempo que anunciaban la suspensión de todas las negociaciones resultantes de los acuerdos de paz, allanaron las casas de dos sospechosos, llamados Saad Sadeq al-Till y Majed Qasiya, quienes llevaban fuera de sus casas 15 meses. Sin que hubiera confirmación sobre su autoría los dos hombres correspondían claramente al perfil típico del terrorista islámico.
Ese perfil habla de hombres de poco más de 20 años, solteros, generalmente desempleados y muy convencidos de una versión fundamentalista del Islam. Los terroristas suicidas creen que ascenderán directamente al cielo como mártires de la guerra contra los infieles. Allí, se dice, disfrutarán de placeres prohibidos en vida, como consumir vino y recibir los favores de 72 vírgenes.
Quienes caen en manos de organizaciones como Hamas (responsable del ataque de la semana pasada) reciben la promesa de que su familia será sostenida económicamente y una larga instrucción fuera de sus casas, durante la cual son obligados a tenderse durante horas en tumbas recién excavadas para que se acostumbren a la sensación de la muerte. El día del ataque rezan en la mezquita y luego asisten a una despedida en su casa, la cual más bien tiene ambiente de celebración.
Dadas las duras condiciones de vida de los palestinos, Hamas tiene más dificultad en conseguir los explosivos que en encontrar a alguien dispuesto a volarse con ellos. Pero, al fin de cuentas, esos hombres no se inmolan por razones religiosas sino políticas. Son piezas del ajedrez fatal en que se ha convertido el proceso de paz del Medio Oriente en el que Israel, la Autoridad Palestina y la oposición terrorista se enfrentan en un juego de poder mientras la gente inocente se desangra en actos de salvajismo como el de la semana pasada.