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Suicidio y Cía.

Extraña cadena de suicidios de empresarios conmociona a Italia tanto como el escándalo de corrupción.

30 de agosto de 1993

LOS ITALIANOS ESTAN PERplejos. ¿Qué podría motivar a dos empresarios ricos y exitosos a quitarse la vida en pleno ejercicio de sus carreras? La respuesta, que no está clara, tiene que ver con el escándalo de corrupción que tiene en vilo a ese país europeo desde hace algunos meses.
Como "El crepúsculo de los dioses", la ópera de Richard Wagner, llamó la prensa de Italia a la muerte de prestigiosos dirigentes de la cúpula empresarial y política italiana. El primer hecho ocurrió en la prisión de "San Vittore" en Milán. Gabriele Cagliari, empresario de 67 años y ex presidente de la Empresa Nacional de Hidrocarburos (ENI), el conglomerado estatal más importante de Italia, quien había sido detenido por corrupción y violación a la ley de financiación de los partidos políticos, se asfixió en su celda con una bolsa plástica.
A los pocos días el magnate Raúl Gardini, ex presidente del grupo Ferruzi y Montedison, el segundo emporio privado más importante después de Fiat, se suicidó de un disparo en su apartamento de Milán.
Desde febrero de 1992, cuando los jueces de Milán iniciaron la operación Mane Pulite ("Manos Limpias") para combatir la corrupción generalizada del Estado italiano, más de mil personajes que manejan hilos del poder han sido investigados. En los interrogatorios Cagliari confesó el pago de comisiones ilegales por 12,6 millones de dólares, con fondos del ENI, a líderes de ambos partidos.
La piedra de escándalo se centró en las operaciones irregulares de la empresa Enimont, un emporio de economía mixta creado a finales de los años 80 por Cagliari y Gardini para producir químicos y fertilizantes. Gardini, al frente de Montedison, la industria química más importante de Italia, logró vender su participación en Enimont a ENI, dirigida por Cagliari, por una suma cercana a los 2,8 billones de dólares. Esta transacción, afirman los investigadores, mostraba una evidente sobrevaloración en el monto pagado.
El único personaje capaz de desenredar la madeja, el ex director de Montedison, Giuseppe Garofano (conocido en Italia como el "Cardenal dc las finanzas" por sus vinculaciones con el Opus Dei, quien está detenido en Milán) entregó un testimonio que pudo causar la muerte de Gardini. Garofano acusó a Gardini de falsificar los balances de Montedison para ocultar pérdidas y crear fondos oscuros con fines de soborno. Aparentemente el magnate no aguantó la perspectiva de ir a prisión.
A raíz de estos sucesos un debate político sin precedentes se ha desatado en Italia. Numerosos dirigentes piensan que los métodos de investigación utilizados por los jueces de Milán incluyen procedimientos poco ortodoxos como mantener a los acusados en la cárcel con el fin de provocar "espontáneamente" la confesión de sus delitos.
El propio presidente Oscar Luigi Scalfaro, calificó los procedimientos como un caso de "justicia desigual". La pregunta que muchos se hacen es si los suicidios de personajes de esa monta son un producto de la presión sicológica indebida, ejercida por un Estado que se siente acorralado y que no sabe de dónde provienen realmente las fuerzas que atentan contra su existencia.
Por ahora lo único claro es que el país político está completamente fuera de sí, y un partido como la Democracia Cristiana, que estuvo en el poder más que ningún otro en la posguerra, se haya reestructurado al punto de su desaparición virtual. Las bombas que estallaron en Milán y Roma la semana pasada, demuestran que el proceso de renovación política tiene serios enemigos. Y mientras la operación "Manos Limpias" se mantenga, es probable que las cabezas de otros altos dignatarios sigan rodando.