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A SUS ESPALDAS

REVIVE GIGANTESCO ESCANDALO EN ARGENTINA POR SUPUESTAS VENTAS ILEGALES DE ARMAS A PAISES EN GUERRA.

3 de junio de 1996

Aunque el escándalo estalló hace más de un año, la semana pasada los argentinos volvieron a entrar en contacto con las acusaciones de que su gobierno se ha convertido en un verdadero traficante internacional de armas. La razón fue la publicación en el diario El Clarín de unas fotografías en las que soldados croatas portaban fusiles de fabricación gaucha. El sólo hecho de que Argentina hubiera vendido armas a Croacia era penoso, pues violaba el embargo que las Naciones Unidas tenía sobre los países de la antigua Yugoslavia. Pero como si eso fuera poco, el mismo gobierno argentino había enviado soldados a integrar los cascos azules que la ONU emplazó en los Balcanes para tratar de evitar más muertes por el conflicto. Las fotos recordaron a la opinión pública que el peor 'oso' internacional ya había sido superado hace más de un año, cuando quedó en evidencia que el ejército ecuatoriano había empuñado fusiles argentinos en su guerra contra el Perú. En esa oportunidad las implicaciones fueron peores, porque Argentina era garante del Protocolo de Rio de Janeiro. Esos dos negocios fueron posibles por operaciones de triangulación: en el caso croata, los documentos señalaban que el comprador era Panamá; mientras que en el ecuatoriano, los documentos indicaban que los 8.000 fusiles y las 75 toneladas de municiones estaban destinadas a las fuerzas armadas venezolanas. En ambas operaciones participó una firma fantasma uruguaya, cuyo responsable sería un alto ex militar argentino.Curiosamente, para la comunidad internacional el tema no llegó a mayores, tanto que el presidente peruano Alberto Fujimori aceptó sin reparos las disculpas que le presentó el gobierno de Buenos Aires, a través de su ministro del Interior, Carlos Croach. En Argentina, en cambio, los hechos han formado una verdadera tempestad, se han robado los titulares de prensa y prácticamente tienen polarizada a la opinión.El escándalo del desvío de armas comenzó en febrero del año pasado, cuando el diario La Nación recogió las denuncias de la prensa peruana sobre la venta de armas argentinas a Ecuador. El conflicto armado terminó y el asunto quedó en la etapa de averiguación. Dos hechos, sin embargo, hicieron que el tema saliera del letargo y nuevamente se ventilara ante la opinión pública en las últimas semanas. Por un lado, la Cámara Federal consideró conveniente investigar al ministro de Defensa, Oscar Camilión, pues bien fuera por acción o por omisión, habría permitido el envío de armas a Ecuador. Y las famosas fotografías revolvieron el asunto a nivel popular.Pero con la decisión de la Cámara Federal, el escándalo alcanzó a las altas esferas del poder argentino, que hasta ahora habían estado alejadas de venta de armamento. La única víctima, considerada un chivo expiatorio, había sido el interventor de la empresa Fabricaciones Militares, Luis Sarlenga, quien fue despedido y es investigado penalmente.Al sentir que el agua sucia comenzaba a enlodar a los suyos, Carlos Menem atacó por todos los frentes, para sacar ileso a su equipo de gobierno. En primer término, el mandatario argentino no dudó en señalar que en la venta irregular habría 'vínculos mafiosos', y descargar así la concepción del plan de triangulación en fuerzas oscuras. Menem delegó la responsabilidad de la investigación ejecutiva, al mismo ministro de Defensa y anunció algunas medidas para evitar que acontecimientos como estos se repitieran. Como consecuencia, en el futuro las ventas militares sólo se realizarán directamente con los gobiernos de los países interesados. No contento con estas acciones, el presidente argentino decidió compartir su culpa con sus antecesores y se fue lanza en ristre contra el ex presidente Raúl Alfonsín (su partido, la Unión Cívica Radical, ha sido uno de los mayores críticos de la venta de armas argentinas). Menem dijo que su gobierno no había sido el primero en proveer, en forma indirecta, equipo bélico a naciones prohibidas; y ordenó divulgar los archivos secretos de venta de material bélico para demostrarlo. Sin embargo, esa estrategia no resultó acertada, pues si bien durante el mandato de Alfonsín, Argentina vendió armas a Irán, en el momento en que lo hizo no había ningún tipo de restricción para ello.Como si esta salida en falso fuera poco, los altos mandos del ejército decidieron no guardar silencio, a pesar del respaldo que el Ejecutivo les había ofrecido en público. El jueves pasado, el brigadier general Juan Paulik declaró ante los medios de comunicación que le había advertido en dos oportunidades al ministro Camilión que las armas no estaban siendo enviadas a Venezuela, sino a Ecuador. A pesar de haber cometido varios errores en su estrategia de ataque, el mandatario parece estar dispuesto a demostrar que en su gobierno existe una unidad férrea y que no dejará a su ministro de Defensa colgado de la brocha. La semana pasada Menem concedió varias entrevistas por televisión, durante una de las cuales no tuvo empacho en señalar que los culpables de todo este episodio eran los medios de comunicación, por juzgar de antemano a su equipo de colaboradores. En otra intervención el presidente dijo que "algunos medios que no toleran el éxito de un gobierno que ha cambiado el futuro". Por otra parte, Menem ha encargado a su canciller Guido di Tella, a su ministro de Justicia, Rodolfo Barra, y a su ministro del Interior, Carlos Croach, que no desamparen a su compañero de Defensa y que lo escolten en todas sus apariciones públicas.La gran pregunta que queda por resolver, es cuál es la verdadera responsabilidad del gobierno en el asunto. Ha sido tanta la preocupación del Ejecutivo por minimizar los hechos y por encontrar chivos expiatorios, que a muchos les resulta difícil creer que la actual administración argentina sólo haya sido traicionada en su buena fe y que la triangulación sucedió a sus espaldas. Tal vez sea por ese halo de encubrimiento que el escándalo ha tenido en Argentina una resonancia muy fuerte. Porque los argentinos están demostrando que lo más grave que un presidente puede hacerle a su pueblo es mentirle.