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TABLAS EN BOSNIA

Cuando se creía que la intervención de la Otan iba a terminar finalmente con la guerra, la resurrección de los bosnios cae como un balde de agua fría.

23 de octubre de 1995

LA GUERRA ES UNA DE esas actividades donde la lógica no es suficiente para explicarla. En unos pocos días las circunstancias cambian, los pesos se desequilibran y los clamores se callan.
Esos cambios súbitos se están viendo, hace un par de semanas, en la guerra de Bosnia. Durante 40 meses la comunidad internacional se limitó a contemplar cómo se desangraba la antigua Yugoslavia. Muchas voces no lograban explicarse por qué se permitía que los serbios estuvieran virtualmente exterminando a los bosnios, sin hacer nada realmente efectivo para evitarlo. Finalmente, el 29 de agosto la Organización del Tratado del Atlántico Norte -Otan- consideró que lanzar nuevamente un obús contra un mercado popular era inadmisible y bombardeó durante 15 días seguidos a las tropas que mantenían cercado a Sarajevo. Luego de ese término, consiguieron que los serbios retiraran la mayor parte de la artillería pesada que tenían apostada alrededor de la ciudad.
Tras esas acciones de la Otan comenzaron a modificarse las cargas. La fuerza multinacional volvió a ser calificada como eficaz. Los serbios, considerados por todo el mundo como unos monstruos por la sevicia de sus ataques a la población civil, aparecieron también como víctimas, tanto que recibieron manifestaciones de solidaridad. El gesto más importante provino del presidente ruso, Boris Yeltsin, quien se enfrentó a los miembros de la Otan y anunció que, sin importar las consecuencias, les prestaría ayuda a sus antiguos aliados. Pero lo que nadie se imaginó es que los ya derrotados bosnios fueran a terminar sacando provecho de la situación, e incluso, a constituirse en vencedores.
Ante el debilitamiento de su enemigo por los combates en Sarajevo, los bosnios, en unión con sus vecinos del norte, los croatas, comenzaron a atacar a los serbios en otro frente. Su arremetida fue aún más contundente que la de la propia Otan. En sólo ocho días de combates recuperaron el 20 por ciento del territorio ocupado por los serbios -habían sido relegados al 30 por ciento del país-.
Los refugiados volvieron a aparecer en escena, sólo que en esta oportunidad no huían de las balas de los francotiradores de Sarajevo, para refugiarse en otro enclave, sino del avance de las tropas musulmano-croatas en la región de Banja Luka. La aspiración de los croatas -que hace dos meses expulsaron a los serbios en forma sangrienta de su territorio- es que todo el noroccidente quede bajo total dominio bosnio. Así lo manifestó su ministro Bosilijko Misectic, "Croacia tiene el absoluto interés de que el área de Banja Luka forme parte de la Federación Bosnia". Esa aspiración territorial, que en otro contexto sería apenas lógica, pues es parte de su territorio internacionalmente reconocido pone en peligro la probabilidad de encontrar una salida negociada al conflicto de los Balcanes.
Esa posibilidad ya comenzaba a vislumbrarse. El 8 de septiembre, en una reunión de los ex cancilleres de la ex Yugoslavia en Ginebra, se dieron los primeros pasos para ponerle fin a esta guerra. Ese día todos los participantes aceptaron, por primera vez, la tesis de dividir el territorio bosnio en dos confederaciones, una del 51 por ciento para los bosnios-musulmanes y otra del 49 por ciento para los serbio-bosnios. Seguiría siendo una sola nación, sólo que con la suficiente autonomía para poder convivir.
Pero a pesar de ese éxito diplomático la paz todavía no parece estar cerca. Para muchos ciudadanos bosnios sufrir más de 40 meses de guerra y terminar dividiendo el país en dos partes, no es un buen arreglo. Esas opiniones callejeras no parecen estar muy alejadas del pensamiento gubernamental que insiste en continuar los combates.
El poco interés que a la fecha tiene la dirigencia bosnia por negociar la paz se evidenció en las condiciones en que le impusieron a los serbios para cesar sus hostilidades en el occidente del país: levantar por completo el sitio a Sarajevo y garantizar una carretera segura a Gorazde. Requerimientos que son inadmisibles para los intereses de sus adversarios.
A pesar de esas nuevas circunstancias que dificultan el entendimiento entre las partes, los representantes del Grupo de Contacto, conformado por Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia, siguen en su empeño de buscar una salida política. La próxima cita de cancilleres será esta semana en Nueva York. En esa reunión se tiene previsto que el punto de partida para las conversaciones, sea el acuerdo logrado en Ginebra. Sólo que en las últimas dos semanas, las cargas han variado sustancialmente.-