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TAN SOLO PALABRAS

Dos años después de la cumbre ecológica de Rio de Janeiro, no se ven todavía las medidas para salvar al planeta.

18 de julio de 1994

HACE DOS AÑOS LAS EXpectativas eran grandes. La mayor reunión de jefes de Estado de la historia acababa de culminar, con el propósito firme de superar los problemas de la contaminación ambiental, para salvar la vida del planeta. Pero en el lapso transcurrido hasta hoy es muy poco lo que se ha visto. Por lo que parece, de nada sirvió que se reunieran 178 mandatarios si la voluntad política no estaba lista. Y el temario no dejaba dudas: la agenda incluía temas de capital importancia como la explosión demográfica, la contaminación ambiental, el peligro radiactivo, la extinción de especies y la deforestación masiva, entre otros.

El punto crítico que se pretendía solucionar era definir cuáles eran los países que debían pagar la factura ambiental por la sobreexplotación de los recursos naturales del mundo. Las naciones industrializadas alegaban que eran los países en desarrollo los que debían compensar los daños causados a la naturaleza, ya que adolecían de políticas ecológicas eficaces destinadas a proteger el medio ambiente. Entre tanto, los jefes de Estado del Tercer Mundo afirmaban que eran Estados Unidos, la Comunidad Europea y las demás naciones avanzadas las que deberían hacerse cargo de la deuda ecológica, pues ellos apoyaban su acelerado progreso en la explotación sin medida de las riquezas de la Tierra. La solución fue partir diferencias. Todos los gobiernos se comprometieron a firmar el Tratado de Cambio Climático y aportar sumas proporcionales al daño causado al medio ambiente. Estados Unidos no firmó el Tratado, pues consideró que las medidas en él contempladas no se comparaban con las que se aplicaban en el territorio de la Unión Americana.

NADA MAS QUE PROMESAS
Hoy la realidad es otra. Los recursos que las naciones más poderosas habían presupuestado para la recuperación del equilibrio ambiental del planeta se han desviado hacia otros asuntos. Los conflictos bélicos de la antigua Yugoslavia y de Somalia, la crisis económica de las naciones liberadas de la órbita soviética y la recesión que está padeciendo el mundo han provocado que el dinero que debía invertirse en salvar la Tierra no se vea por ninguna parte. Se habla de voluntad política para solucionar el problema ambiental, pero de las casi 200 naciones firmantes del Tratado de Cambio Climático sólo 25 lo han ratificado. El Acuerdo de Rio para proteger la biodiversidad y asegurar la supervivencia de especies animales y vegetales lo han reconocido apenas 15 Estados.

En la cumbre de Rio-92 se acordó la creación del Fondo Mundial para el Medio Ambiente, organismo que se encargaría de apoyar financieramente el cumplimiento de la Agenda XXI, documento que plantea las acciones necesarias para evitar la catástrofe ambiental del planeta. La tacañería conservacionista parece haber condenado al fracaso la gestión del mencionado Fondo. Para poner en marcha los compromisos de la Agenda XXI se requieren 600.000 millones de dólares y hasta ahora sólo se han reunido 10.000 millones.

Las acciones encaminadas a encontrar respuestas efectivas a la crisis ecológica que vive el mundo no se conocen aún. Las cifras al respecto son categóricas. Diariamente desaparecen entre 30 y 300 especies. Las selvas caen a un ritmo de 170.000 kilómetros cuadrados al año. En Europa, Canadá, Japón y Estados Unidos la lluvia ácida ha afectado 350.000 kilómetros de bosques. Los gases capaces de retener el calor que se han lanzado a la atmósfera en los últimos 200 años -metano, óxido nítrico y dióxido de carbono- harán que la temperatura media mundial suba entre uno y cuatro grados centígrados en el próximo siglo.

El balance que se puede hacer dos años después de haberse celebrado la cumbre ambiental de Rio de Janeiro es más bien pobre. Los compromisos que se iban a llevar a cabo sólo quedaron como letra muerta en el papel. Mientras tanto, la destrucción del ecosistema terrestre sigue su inexorable marcha, lo que de una u otra forma afectará gravemente el futuro de la civilización humana.-