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Las calles de Túnez han sido el escenario de fuertes protestas desde el 17 de diciembre, que llevaron al derrocamiento del Presidente.

TÚNEZ

Tiemblan los tiranos

La caída del dictador Ben Ali puso a otros déspotas del mundo árabe a temer que también llegue a su fin el poder que han mantenido por décadas.

22 de enero de 2011

La agonía del antiguo régimen de Túnez ha sido larga y tortuosa, como corresponde al final de una era. Fueron 23 años bajo la opresión de Zine El Abidine Ben Ali, y buena parte de los miles que salieron a las calles a derrocarlo nunca vivieron con otro gobierno. De ahí que cuando se produjo la huida del tirano y surgió un nuevo gobierno que incluía antiguos colaboradores de Ben Ali, las protestas hayan adquirido nuevos bríos. Ya habían matado al tigre. No se iban a asustar con el cuero.

Los nuevos disturbios exigían que los miembros del Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD), partido del que hacía parte Ben Ali, fueran excluidos de la unidad nacional. Cuatro ministros de la oposición renunciaron el miércoles como protesta por su presencia. Esto obligó por fin a los cinco ministros del RCD a renunciar a la colectividad mientras se disuelve su comité central.

La prioridad del presidente interino, Fuad Mebaza, ha sido facilitar la transición. Lo primero que hizo su Consejo de Ministros fue aprobar la Ley de Amnistía General y legalizar todos los partidos. A mitad de semana habían sido liberados los presos políticos y se estudiaba una ley para separar los poderes.

Pero este es solo el comienzo. Cuando la situación se estabilice, el gobierno tendrá que preparar el proceso electoral que se adelantará en seis meses. Una tarea difícil si se tiene en cuenta que durante el mandato deBen Ali no hubo espacio para la disidencia. La oposición fue perseguida y acallada.

Elizabeth Iskander, del Departamento de Relaciones Internacionales del London School of Economics, le dijo a SEMANA que la pregunta ahora es "si los grupos opositores van a poder organizar estas elecciones con eficiencia y credibilidad, pues no tienen ninguna experiencia. La dominación previa del RCD no ha permitido que los partidos opositores enfrenten estos aspectos prácticos del proceso electoral ni que muestren sus verdaderos colores políticos".

Pero aunque Eugene Rogan, profesor de Historia Contemporánea de Oriente Próximo de la Universidad de Oxford y autor de Los árabes, reconoce que la oposición no está preparada porque no tiene un lider sólido, confía en que los próximos meses sean suficientes para que se organice y saque adelante un proceso electoral fuerte. La llegada al país de Moncef Marzouki, un opositor histórico que vivía en el exilio, puede empezar a enderezar el camino.

Muchos analistas se preguntan por las repercusiones que se puedan presentar en otros países de la región, y sus opiniones son encontradas. "No creo que vaya a haber más revoluciones como la de Túnez, pero sí pienso que los líderes árabes van a tener que hacer concesiones y dar más libertades políticas para mantenerse en el poder", le dijo Rogan a SEMANA. Sin embargo, Louisa Dris-Aït-Hamadouche, profesora de la Universidad de Argelia, afirma que efectivamente podrían darse más revoluciones en el mundo árabe, como lo señalan las inmolaciones que han tenido lugar en Argelia y Egipto.Pero sostiene que el efecto no tendría que ser inmediato, pues cada país tiene particularidades que lo singularizan.

Lo cierto es que los líderes de países árabes como Argelia, Egipto, Libia y Jordania, que llevan años en el poder, tendrán que poner sus barbas en remojo. Allí también se dan las condiciones que desestabilizaron al régimen de Ben Ali: el alto desempleo, la difícil situación económica y el cansancio ante la represión de la disidencia. Lo peor es que, en la mayoría de los casos, se trata de los regímenes 'moderados' que Occidente, y en particular Washington, apoya como contrapeso a los gobiernos islamistas. Su caída equivale, para muchos, al surgimiento inevitable del extremismo religioso, lo que en este país, uno de los más seculares y europeizados del mundo musulmán, adquiriría tonos catastróficos. Nunca un gobernante árabe había sido derrocado por las protestas de sus súbditos, y Túnez ya demostró que no es imposible.