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Cristina Kirchner

ARGENTINA

Todo queda en familia

En vez de buscar la reelección, el presidente Kirchner escogería un sucesor muy poco usual: su esposa Cristina.

19 de mayo de 2007

El misterio está a punto de develarse. Cuando faltan cinco meses para las elecciones presidenciales de octubre, los movimientos en la Casa Rosada -incluidas filtraciones de altos funcionarios- parecen indicar que el matrimonio Kirchner ha tomado una decisión: Néstor sería sucedido por su esposa Cristina.

El sorprendente 'enroque' político se rumora desde hace meses. La senadora Cristina Fernández es la figura política con mejor imagen en el país después del Presidente. En las encuestas se coloca 10 puntos por debajo, pero los candidatos opositores no parecen representar un obstáculo para que la 'pingüina' reemplace al 'pingüino', como gusta decir el mandatario en alusión a su procedencia patagónica.

"Un escenario con Cristina como candidata es tan ganador como con Néstor Kirchner, aunque no con la misma intensidad", dijo a SEMANA la analista Graciela Römer. "Si las elecciones fueran hoy, ambos ganarían en la primera vuelta. Néstor obtendría más del 50 por ciento de los votos y Cristina tendría algo más del 40 por ciento, pero los candidatos que le siguen tienen 10 puntos menos", agrega. Según la ley electoral, quien gane en primera vuelta con más del 40 por ciento de los votos se consagra Presidente si le lleva más de 10 por ciento de votos al siguiente.

El lanzamiento se viene preparando de tiempo atrás, con las giras de la senadora en el exterior. Estuvo en Francia con el nuevo presidente Nicolas Sarkozy y con Ségolène Royal; ha viajado varias veces a Estados Unidos para tejer relaciones con los demócratas; estuvo en México con Felipe Calderón; se reunió en Ecuador con Rafael Correa, y en Venezuela, con Hugo Chávez.

Mientras Cristina construye su imagen de estadista en el exterior, su marido se queda en casa y asume el costo de lidiar con los problemas domésticos: el conflicto social en su provincia, Santa Cruz, donde su hermana Alicia, Ministra de Desarrollo Social, fue agredida con huevos por los maestros en conflicto; la inflación, el desabastecimiento de leche, el costo de la carne, las huelgas en aumento y los estallidos populares de descontento.

Una mujer de armas tomar

Cristina Fernández conoció a su marido cuando ambos estudiaban derecho en La Plata, en los duros años previos a la dictadura militar. Recién casados, se instalaron en la sureña provincia de Santa Cruz, donde construyeron su carrera política, él como intendente de la capital provincial y luego como gobernador, y ella como representante a la Cámara de Diputados y senadora.

"Cristina no necesita hacerse conocer porque posee una trayectoria política propia, que no tenía Kirchner cuando llegó al gobierno", opina Graciela Römer. Cuando se convirtió en primera dama ya era conocida como senadora. En 2005 dio un paso importante al saltar de Santa Cruz para ser reelecta, pero ahora por la provincia de Buenos Aires. "Aun si Cristina no fuera la candidata presidencial, su rol electoral es muy importante", dijo a SEMANA el analista Rosendo Fraga, del Centro Nueva Mayoría.

La sociedad argentina ya tuvo dos mujeres famosas en el poder. "Las parejas de los líderes en el peronismo suelen tener un rol político. Sucedió con las dos esposas de Perón, con las de Eduardo Duhalde y con Kirchner", explica Fraga. Sin embargo, no caben los paralelismos. Para Römer, la relación de Perón con Evita "no es la relación que Cristina y Néstor Kirchner brindan a la sociedad. Es una relación más horizontal, como la de Bill y Hillary Clinton. Cristina llega a primera dama con un crecimiento político anterior, superior incluso al de su marido. Mientras Evita tuvo un peso muy importante en el área asistencial, Cristina no toca esos temas y se ocupa de los problemas políticos".

En la sociedad política Kirchner-Fernández existe una división de tareas. Según Römer, "mientras su marido se encarga de estabilizar la economía, ella habla de la necesidad de entrar en una segunda etapa donde lo institucional tenga un peso importante. La primera etapa fue salir del infierno, como dice Kirchner, y ahora se trata de mejorar la calidad de las instituciones".

Renovación y continuidad

Néstor Kirchner fue elegido en 2003, después de que Argentina declaró el default y se precipitó en el caos político. En esa ocasión apenas obtuvo el 22 por ciento de los votos en la primera vuelta, pero no hubo segunda vuelta porque Carlos Menem se retiró. A pesar de esta desventaja inicial, Kirchner se convirtió en el político más popular del país, gracias, entre otras cosas, a la recuperación económica de los últimos años, con tasas de crecimiento anual superiores al 8 por ciento.

Sin embargo, es muy probable que para 2008 el crecimiento se reduzca. Los analistas predicen una desaceleración de la economía, a lo cual se suma el fantasma de la inflación. El descontento social también ha vuelto a hacer su ronda. En Santa Cruz no han empezado las clases, y en todo el país hay huelgas en hospitales, subterráneos, reparticiones estatales y fábricas. En Buenos Aires, el martes pasado, en un arrebato de furia por la suspensión del servicio de trenes en la estratégica estación de Constitución, miles de viajeros la emprendieron contra las máquinas y el edificio, y causaron enormes destrozos, síntoma de un descontento social agazapado.

En este marco, todavía quedan incógnitas para confirmar el lanzamiento de Cristina, ya que los vaivenes políticos y económicos de las próximas semanas pueden incidir en la decisión. Un dato fundamental será el resultado de las elecciones a intendente en la Capital Federal, el 3 de junio.

Si por fin se decide su candidatura, el papel de Cristina sería, como escribe el periodista Joaquín Morales Solá, "ser la renovación y lo nuevo habiendo sido una parte importante del poder de los últimos cuatro años". Se trataría de cambiar algo para que todo siga igual: mantener el poder en manos del matrimonio Kirchner, pero eludir el inevitable desgaste de cuatro años de mandato, con la perspectiva de cuatro más, en un país donde, a pesar de los buenos augurios económicos, las crisis económicas y sociales se repiten con asombrosa frecuencia.

¿Qué haría Kirchner en un eventual gobierno de su esposa? ¿Se dedicaría al papel de buen consorte, o a dar conferencias por el mundo, como Bill Clinton? La división de tareas en el matrimonio parece deparar un rol más activo para él: ayudarla con la traviesa economía y lidiar con los dirigentes sindicales, populares y peronistas, algo poco grato para Cristina, y dejarle a ella el ejercicio de la gran política. Y con la posibilidad de poder presentarse a un nuevo período después de Cristina. La dinastía Kirchner podría estar en ciernes.