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TODO VALE

En la campaña electoral venezolana priman los insultos mutuos de los candidatos y las diatribas contra Colombia.

26 de diciembre de 1988


A una semana de terminar el debate electoral más agrio de los últimos años en Venezuela, todo parece indicar que el ex presidente Carlos Andrés Pérez, del gobernante partido Acción Democrática, será el próximo gobernante del país. De confirmarse esa tendencia, se rompería una tradición de 20 años de "voto de castigo", con el que los venezolanos desalojaban del Palacio de Miraflores al partido de turno, al final de cada quinquenio. A más de eso, Pérez podría convertirse en el primer ex presidente en ser reelegido por voto popular y el segundo en la historia en recibir la banda presidencial de manos de un copartidario.

Pero a pesar de que el candidato oficialista picó en punta desde un principio, su carrera hacia la presidencia no ha sido ni mucho menos un jardín de rosas. La competencia con su principal opositor, el candidato del Copei, Eduardo Fernández, no se presentó como una confrontación de ideas, sino de ataques personales.

Ambos candidatos comenzaron por intercambiar acusaciones de estar vinculados con el narcotráfico, lo que dio origen a la llamada "guerra sucia", en la que uno y otro bando, con el de Pérez supuestamente apoyado por el aparato policial del Estado, habrían orquestado el desprestigio de su contendor.

Una campaña de ese tono no podía desembocar sino en el tema que toca las fibras emocionales más hondas de los venezolanos: las disputas territoriales con Colombia en general y los problemas del golfo en particular.

Pronto, Carlos Andrés Pérez fue acusado de haber asumido una actitud complaciente frente a las reclamaciones colombianas. Mientras Fernández afirmaba que de salir triunfador no cedería "un milímetro de terreno a los colombianos", el tono de Pérez era el de alguien que no quiere pelear en terreno movedizo.

En las últimas semanas el Copei se jugó lo que consideró una bomba electoral, al retar a Carlos Andrés a debatir públicamente el tema del golfo y además a explicar el contenido de un supuesto documento, según el cual Pérez y su homólogo colombiano Alfonso López Michelsen habrían acordado en 1976 la explotación conjunta del golfo. Pérez negó la existencia del documento, pero puesto ante la evidencia, declaró que apenas se trataba de un papel de trabajo y que había tenido un carácter interno, no vinculante y además confidencial. Al contraatacar, Pérez se mostró, según algunos observadores, más preocupado porque el manejo distorsionado del problema pudiera tener un efecto negativo en las relaciones con Colombia, y acusó a Fernández de "una actitud irresponsable, porque él no tendrá que dialogar después como presidente con Colombia".

En medio de un ambiente ya suficientemente caldeado, se presentó la masacre de El Amparo, en la que el ejército asesinó a 18 campesinos con el pretexto de que se trataba de guerrilleros colombianos. El episodio, que desató una serie de desórdenes que aún no termina, resultó un arma perfecta para Fernández, en su esfuerzo desesperado por acortar la diferencia de 12 puntos que le separaba de Pérez en las encuestas, Aunque éste se apresuró a condenar la masacre y a pedir una investigación rigurosa, muchos expertos consideraron que sus posibilidades podían verse amenazadas en caso de comprobarse que el gobierno encubrió la acción militar.

Pero a pesar de todos los altibajos, al final de la semana anterior a las elecciones, todo parecía indicar que la ventaja de Pérez le aseguraba la victoria. Muchas razones se adujeron para ello. Por una parte, la increíble popularidad que, al final de su mandato, convirtió al presidente Lusinchi en el recordman absoluto en su país. Para nadie resultó un misterio que Carlos Andrés iba en coche amparado por un gobierno tan popular. Pero además, el peso de Pérez como estadista internacional parecía demasiado para un candidato novel como Fernández.

En cualquier caso, lo que impresionó más a los colombianos que estuvieron en la época electoral en Venezuela, fue la virulencia de los insultos que se desplegaron en la campaña. Según uno de ellos, "las elecciones en Colombia parecen un partido de tenis de Wimbledon al lado de las venezolanas, que parecen un match de lucha libre". Eso, y las diatribas que con el menor pretexto se hacían contra Colombia, hizo pensar a muchos que cuando en Venezuela se quedan sin tema, nada mejor que emprenderla contra el vecino del occidente.--