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TRATO HECHO

Los acuerdos entre Solidaridad y el gobierno polaco producen más temores que esperanzas.

15 de mayo de 1989

Polonia fue el primer país que luego de la Segunda Guerra Mundial afianzó sus vínculos con la Unión Soviética, en 1946. Más de cuarenta años después, Polonia podría convertirse, por cuenta de las reformas acordadas entre el gobierno y el sindicato oposicionista Solidaridad, en el primero en tomar su propio rumbo, fuera de la esfera soviética. La anterior afirmación, que circula insistentemente entre los observadores de este lado de la Cortina de Hierro, encierra muchos interrogantes en cuya solución podría estar el futuro, no sólo de Polonia, sino de los demás países de Europa oriental y, en cierta medida, de las reformas que se llevan a cabo en el manejo de la política interna y externa de la Unión Soviética.
Los acuerdos conseguidos la semana pasada incluyen varios puntos fundamentales: por una parte, la creación de una cámara alta o senado, cuyos miembros serán elegidos libremente en junio. Por la otra, se creó la figura de un presidente con suficiente autonomía, además se acordó toda una serie de medidas económicas y por último, se restableció la legalización de Solidaridad, que habia sido proscrito desde 1981.
Detrás de los acuerdos está la evidencia de que el gobierno polaco es consciente de que sin la colaboración de Solidaridad no podrá salir del caos económico que tiene a Polonia, con US$39 mil millones de deuda externa, al borde de la bancarrota. Pero las medidas económicas contra la inflación, consideradas por los expertos como de alto riesgo, se conjugan con las muchas concesiones estatales hechas a Solidaridad, para presentar un panorama en el que parece desafiarse la tolerancia tanto de la Unión Soviética como de sus aliados.
Ese riesgo enorme que se cierne sobre Polonia parece haber sido claramente detectado por Lech Walesa quien ha ofrecido viajar a la URSS, "no para irritar o agitar, sino para buscar un entendimiento de las reformas polacas". Para muchos, ese movimiento de Walesa parece indicar que el líder sindical no está interesado en provocar demasiado una reacción negativa de su tutor soviético.
Aunque parezca paradójico, el momento histórico de Polonia, que podría ser estelar, no parece entusiasmar mucho a nadie. Los países occidentales, abocados a brindar su apoyo económico al país, se quejan de que ese apoyo sólo podrá ser posible si resulta suficientemente rentable, y resienten que la pelota ha quedado en su campo. Pero además los propios polacos parecen tener la tendencia a quejarse. Unos, porque las reformas serán letra muerta según sus experiencias anteriores. Otros, porque Solidaridad, al llegar a un acuerdo con el establecimiento polaco, lo que hizo fue una alianza tácita con el comunismo que tantos odian.