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TRIBUNA DE UN CONTINENTE

Un balance de las elecciones para el parlamento europeo

23 de julio de 1984

Europa, como entidad política, no existe. Esa es la enseñanza que han dejado las elecciones europeas del 17 de junio para elegir a los diputados que, por segunda vez, y durante cinco años, harán parte del parlamento europeo. En los diez países de la Comunidad Económica Europea (CEE) ese escrutinio se transformó en un verdadero test de política interior. La mayoría de los candidatos evitaron plantear los verdaderos problemas europeos: la defensa, su papel político frente a las dos superpotencias, sus relaciones con los países del sur, la necesidad de armonizar sus diferentes políticas y de crear un espacio social capaz de hacer frente a la realidad cotidiana, como el desempleo que afecta a más del 10% de su población activa.
El europeo medio tampoco comprende por qué debe votar por un parlamento supranacional que si bien trabaja más que los parlamentos nacionales no tiene, de hecho, ningún poder ejecutivo. Esto y los lamentables debates de la campaña parecen explicar la abstención que, salvo Italia en donde 84% de electores votaron y Grecia y Bélgica en donde el voto es obligatorio, fue alta.
Tomados en su conjunto, los resultados de las elecciones indican que la estructura del parlamento europeo no variará. La izquierda progresó pero la centro derecha conservó una mayoría confortable (45 diputados contra 68 anteriormente). A nivel nacional, las elecciones han modificado el panorama político en cada país, a veces de manera radical. "Los Verdes", por ejemplo, con 8.2% del electorado se han convertido en el tercer partido en Alemania. Los social demócratas que obtuvieron un resultado mediocre (37.4% en vez de 40.8% en 1979) deberán establecer, si quieren volver al poder, una alianza con "Los Verdes" La coalición gubernamental DCUCSU, conservó, con 46%,su hegemonía en el país pero la posición del canciller Kohl es delicada. Sus aliados liberales, presididos por el ministro de Relaciones Exteriores Genscher, no alcanzaron el 5% de votos exigidos para hacer parte del parlamento europeo.
En Francia, los resultados fueron claramente favorables a la oposición conservadora dirigida por la primera presidente del parlamento europeo, Simone Veil. Pero el fuerte porcentaje obtenido por la extrema derecha (11.06%) crea a los amigos de Jacques Chirac y de Valery Giscard D'Estaing un serio problema político y moral: ¿cómo hacer para volver al poder sin tener que concluir una alianza con un partido cuyos resultados se deben a la campaña racista que desarrolla contra los trabajadores extranjeros?
Para el PC francés que contabilizó un tercio de votos, el balance es malo. Los electores han hecho comprender a Mitterrand que la estrategia de unión con el PCF ya no es viable. El resultado del PCF (16% en vez de 20.6% en 1979) podría implicar el fin del liderazgo de Georges Marchais. Los comunistas franceses han podido contrastar la impopularidad de su secretario general con el dolor que suscitó en Italia la muerte de Enrico Berlinguer. La democracia cristiana italiana pierde 3.5% de su electorado, pero, grosso modo, preserva sus posiciones y reduce el margen de maniobra del actual jefe de gobierno, el socialista Bettino Craxi, cuyo partido no pudo superar su tradicional 11%.
La victoria de los laboristas ingleses dirigidos por Neil Kinnock (36.4% contra 32.7% en 1979) pone fin a las esperanzas de los partidos socialdemócrata y liberal que habían organizado su estrategia en función del retroceso laborista y los acerca el partido de Margaret Thatcher que bajó de 48.4% en 1979 a 40.8% en estas elecciones.--