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TRUDEAU, ENTRE EL AMOR Y EL ODIO

La agudización de los problemas económicos comienza a eclipsar la imagen del primer ministro.

28 de febrero de 1983

Al igual que su vecino, los Estados Unidos, Canadá se encuentra actualmente sumergida en graves problemas económicos y políticos. A despecho de la existencia de incontables recursos naturales que la hacen una de las naciones más ricas del planeta, la crisis internacional se ha sentido plenamente dando como resultado desalentadores índices de desempleo y caída de la producción, que han hecho recordar una vez más los duros tiempos de la gran depresión de 1929.
Como es de rigor en estos casos, las críticas de los más diversos sectores no se han hecho esperar. La mayoría de éstas se dirigen a la persona del primer ministro, Pierre Elliot Trudeau, quien a sus 63 años y después de 15 de estar en la primera línea -ya sea en el gobierno o en la oposición- parece, ahora sí, desbordado por las dificultades. Las explicaciones de la debacle económica son, por parte de la administración, relativamente simples: el sector exportador de la economía canadiense (el cual representa cerca de una tercera parte del producto total) ha sido duramente golpeado por las prácticas proteccionistas que hoy en día hacen su agosto en el comercio internacional.

15 VIAJES EN DOS AÑOS
Empero, las actitudes del primer ministro ante las críticas no han hecho sino empeorar sus relaciones con la prensa y una parte importante de la opinión, ya que debido a su "entronización" en el cargo que ocupa, Trudeau se ha comportado tercamente en asuntos que requieren algun grado de consulta.
Uno de los mayores ataques que se le hacen se basa en su tendencia a hacer turismo a costa del erario público, haciendo caso omiso de las peticiones para que controle su espíritu viajero. En efecto, desde febrero de 1980 -fecha en la que recobró el poder- el primer ministro ha estado fuera de su país en 15 oportunidades y ha visitado 39 naciones. Sin ir más lejos, a comienzos del año inició una correría por el Lejano Oriente, la cual ya había sido aplazada una vez, y en la que durante 18 días se comportó -según una revista canadiense- "como un agente de ventas", posición no muy elegante para un jefe de Estado.
Con todo, el balance no ha sido malo del todo. A cambio de los numerosos viajes de Trudeau el gobierno de Ottawa ha ascendido hasta lograr un lugar importante dentro del contexto internacional. Inclusive, en meses recientes se logró limar asperezas de vieja data con Francia y los Estados Unidos que pueden desembocar en importantes políticas conjuntas en un futuro cercano.
En un mensaje televisado en noviembre, Trudeau expuso durante tres noches consecutivas su plan de recuperación, pero se encargó de advertir a la audiencia que el próximo "va a ser un duro y largo invierno".
Afortunadamente para el gobierno sus ansias de estabilidad han sido colmadas por el simple hecho de que la oposición está increíblemente segmentada. El líder conservador Joe Clark quien alcanzó a disfrutar del poder durante escasos 9 meses entre 1979 y 1980, no ha logrado unificar los criterios ni resolver las disidencias en su propio partido, motivo por el que parece estar lejos de llegar a inquietar a la administración. Si a lo anterior se agrega que el manejo dado por Trudeau a su propia colectividad, la liberal, cuida que no se produzca ningun "motín a bordo", explica por qué el primer ministro se da el lujo de llegar a "desafiar" a la opinión en algunas oportunidades.

Y AHORA, LA IGLESIA
La ineficacia de los instrumentos políticos para corregir el curso que ha decidido el gobierno ha dado origen al surgimiento de terceras opciones. En la presente oportunidad, el turno ha correspondido a la Iglesia Católica quien a través de sus 10 millones de seguidores llega a una buena parte de la nación. Otrora un verdadero "fortín" conservador, los jerarcas actuales representan una de las tendencias más liberales entre las diócesis del mundo entero, cuya preocupación de año nuevo fue la elaboración de un trabajo sobre la situación interna canadiense el cual ha levantado arduas discusiones en el país.
El documento titulado "Reflexiones éticas sobre la crisis económica" demanda una actitud del gobierno a través de la cual éste demuestre "que las necesidades de los pobres tienen prioridad sobre las de los ricos", en una clara alusión para que los esfuerzos de la administración federal se concentren en la lucha contra el desempleo, pasando a segundo orden la batalla contra la inflación.
"No creo que su economía sea muy buena", replicó Trudeau a los periodistas en una rueda de prensa que concediera desde Bangkok, Tailandia, uno de los países por los que paso en su reciente viaje. Sin embargo, lo cierto es que tan pronto fue conocido el texto del mensaje un alto número de personas le expresaron su apoyo. Entre otros, líderes obreros, políticos de oposición y la mayoría de periódicos y revistas, desde Montreal hasta Vancouver.
Pese a que algunos la denunciaron como "marxista", la crítica de los obispos (8 de ellos se encargaron de la redacción del mensaje) se basa en la encíclica papal sobre el trabajo humano. Tal como dice el reporte: "El desempleo masivo niega el valor especial y la dignidad del trabajo humano en los planes de Dios para la creación".
La consigna de la Iglesia parece ser una clara indicación de lo que debe ser el orden de prioridades. De no llegarse a reducir la tasa de desempleo, que en la actualidad llega al 12.8%, la situación puede llegar a tomar matices inesperados y, por qué no, sorpresivos, Por ahora, Trudeau tiene plena confianza en que su larga experiencia le permita encontrar una salida pronta a la recesión. Mientras tanto, seguirá teniendo con Canadá -como lo escribiera un columnista- "esa extraña relación que oscila entre el amor y el odio".