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Preocupación por las tensiones desatadas por el ultimátum a los serbios tras el ataque a un mercado de Sarajevo.

14 de marzo de 1994

CUALQUIER ATAQUE CONtra los eslavos del sur es un ataque contra Rusia", declaró hace poco el dirigente ruso de extrema derecha Vladimir Zhirinowski, mientras hacía una gira por la antigua esfera soviética. La declaración adquiere nueva resonancia ahora que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha expedido un ultimátum a los serbios de Bosnia para que cesen los bombardeos sobre objetivos civiles en la capital de ese país, Sarajevo.
La presencia del político extremista en el Parlamento ruso se ha vuelto un factor de presión que ha afectado la política exterior del Kremlin al extremo de que el ministro de Relaciones Exteriores, Andrei Kozyrev, recordó que la Primera Guerra Mundial también comenzó en Sarajevo.
El tem a se volvió prioritario desde que el sábado 5 de febrero un proyectil de mortero, lanzado presumiblemente desde las líneas serbio-bosnias, cayó en el mercado central de la ciudad, atestado en ese momento de habitantes que buscaban los escasos suministros que se pueden obtener allí.
El hecho produjo un gran revuelo mundial, y reveló que la aproximación internacional al problema de la antigua Yugoslavia tiene varias vertientes. Por un lado están Francia, Estados Unidos y Alemania, para las que la solución al conflicto pasa por la igualdad efectiva de los combatientes, lo cual exige que los bosnios tengan iguales oportunidades para adquirir armas y defenderse apropiadamente. Para ellos, los bombardeos contra los artilleros bosnios-serbios son una posibilidad que no se debe excluir.
En otro lado de la discusión, Francia, Gran Bretaña e Italia pretenden que los bosnios acepten el plan de paz esbozado por los enviados de la Comunidad Europea, David Owen y Thorwald Stoltenberg, en términos no solamente injustos sino inoportunos, pues este es un momento en el que las fuerzas musulmanas han ganado alguna iniciativa para recuperar territorios perdidos.Y en otro extremo están Grecia y España, que sostienen que cualquier intervención extranjera podría llevar a una escalada de la guerra, sobre todo si en esa intervención toma parte alguno de los países vecinos.
Todo ello conforma un panorama explosivo si se tiene en cuenta que Rusia nunca ha dejado de expresar su solidaridad con los serbios, eslavos del sur, mientras crece en el enorme país la idea de que Rusia debe recuperar su sitio de superpotencia en el concurso mundial.
El resultado ha sido el primer enfrentamiento político posguerra fría entre Estados Unidos y Rusia, ya no marcado por diferencias ideológicas sino por el muy tradicional juego de influencias geopolíticas. Una confirmación nueva de que el final de la Guerra Fría no es ninguna garantía de paz duradera para el mundo.