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UN CANCILLER EN APUROS

El "Escándalo Flick" sigue salpicando a la democracia cristiana y pone en peligro la reelección del canciller Helmut Kohl.

14 de abril de 1986

El "escándalo Flick", uno de los mayores casos de corrupción en la historia de Alemania Federal, amenaza con devorar al canciller Helmut Kohl. El tribunal de Bonn acaba de anunciar que abrirá una investigación respecto de este personaje, en atención a la demanda legal presentada por Otto Schily, un abogado del partido ecologista y pacífista Verde, según la cual el canciller mintió en 1984 ante una comisión del Bundestag (Parlamento) que examinaba las donaciones ilegales a los partidos políticos hechas por el grupo industrial Flick. Aunque la apertura de la investigación no implica necesariamente una inculpación, el solo hecho de que progrese debilitará politicamente al canciller y aumentará las dificultades del Partido Demócrata Cristiano para ganar las elecciones nacionales que tendran lugar dentro de 10 meses.
Otto Schily, quien años atrás fue el abogado de los militantes de la Fracción Ejército Rojo (RAF), y ahora ocupa uno de los escaños parlamentarios de los Verdes, sostiene que el canciller incurrió en delito de falso testimonio al ocultar, ante dos comisiones que investigaban el escándalo de los pagos, el haber recibido 55 mil marcos (24 mil dólares) a finales de 1970 -los cuales nunca aparecieron en las cuentas del Partido Demócrata Cristiano- cuando se supone que parte de esa suma fue recogida por Juliana Weber, la secretaria privada de Kohl.
Esta es la segunda investigación que en menos de un mes se le abre al canciller Kohl gracias a los esfuerzos de Schily. El 17 de febrero pasado, el jefe de gobierno de Alemania Federal, se convirtió en objeto de una primera, por parte del tribunal de Coblenza, la cual debe establecer si Kohl mintió al negar la existencia de una "asosiación de ciudadanos" diseñada fraudulentamente para lavar los dineros regalados por Flick a los demócrata cristianos.
Friedhelm Ost, portavoz del gobierno, acusa a su vez al Diputado verde de "utilizar los tribunales de Alemania Occidental con fines políticos" y recuerda que en un testimonio de 1982, el Canciller admitió haber recibido financiación del grupo industrial, pero que las sumas de dinero habían sido entregadas a su partido. Sin embargo, Ost se cuida de referirse exactamente a los 55 mil marcos que invoca el abogado Shily.
Helmut Kohl, por su parte, adopta el papel de quien esta sereno y a la espera de un veredicto favorable, debido a que estas investigaciones se deben "a razones muy precisas sobre las cuales no voy a decir nada".
Esta muestra de optimismo no logra ocultar, sin embargo, la preocupación de los medios políticos gubernamentales, los cuales desde el año pasado están viendo como la Democracia Cristiana cojea a raíz de ese entuerto, a pesar de los éxitos económicos del equipo de Kohl. En las elecciones estatales de 1985, por ejemplo, dicho partido sufrio varias derrotas, y en las municipales del 2 de marzo pasado los resultados fueron muy desalentadores en la provincia norteña -y protestante- de Schleswig Holstein. El hallazgo de la menor culpa en el "Escándalo Flick" obligaría al Canciller demócrata cristiano a presentar su renuncia, con lo que las perspectivas electorales del partido de gobierno se oscurecerían aun más en favor de los socialdemócratas y los ecologistas. Una inculpación formal por parte del tribunal de Bonn llevaría al Canciller a enfrentar un juicio muy sonoro, en el que las penas a que podria ser condenado oscilarían entre tres meses y cinco años de prisión.
Helmut Kohl está ligado desde el comienzo al "Escándalo Flick".
Entre 1974 y 1980 su nombre fue mencionado 12 veces, pues figuraba frecuentemente en los libros de contabilidad llevados por el grupo. A pesar de ello, los tentáculos del escándalo no habían tocado tan seriamente al Canciller como ahora. El asunto es que en la década del 70 el poderoso consorcio Flick distribuyó más de 25 millones de marcos alemanes entre los partidos que figuraban en ese entonces en el Bundestag. Esas sumas de dinero salian de las cajas de caudales de la empresa e iban a parar a las de los partidos a través de una intrincada red de asociaciones ficticias o de pura fachada, que por su carácter "no lucrativo" escapaban al control fiscal.
En un país como la Alemania Federal, que aún recuerda cómo una serie de escándalos político-financieros facilitaron la trepada al poder de Adolfo Hitler y de su minoritario partido nazi, este asunto del padrinazgo ilegal de Flick sacude con sobrada razón al mundo político de hoy.
Dos fieles amigos de Helmut Kohl han caído ya ante ese escándalo, después de rendir cuentas ante los investigadores del Congreso. El conde Otto Lambsdorff, principal artífice de la salida del canciller Schmidt y ministro liberal de Economía, así como Rainer Barzel, presidente demócrata cristiano del Bundestag, fueron obligados a renunciar a sus puestos, el primero en junio de 1984 y el segundo tres meses después, una vez se les comprobó la participación en la danza de los millones.
La némesis de todos ellos es Otto Schily, un abogado berlinés de 53 años que fue el único representante de los Verdes en la comisión investigadora del caso Flick de 1984. Schily, más pragmático que utópico, ha tenido no pocos encontrones con el ala "fundamentalista" de su movimiento, a la que acusa de rendir culto a la ingenuidad y confusión políticas. Adversario de la rotación de los mandatos en el Bundestag y favorable a la participación en un gobierno de coalición con la socialdemocracia, este hombre es visto por la izquierda de los Verdes como un "derechista", a pesar de haber sido defensor de Gudrun Ensslin, durante el proceso a la "Banda de Baader". Con todo, es uno de los Verdes más populares del país, y uno de los parlamentarios más temidos por los que detestan la transparencia en la vida política.