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UNA MUERTE ANUNCIADA

El asesinato del norteamericano Hunt había sido previsto por los jueces que investigan a las Brigadas Rojas

26 de marzo de 1984

Cuando el pasado miércoles 15 un certero disparo hecho con un fusil ametralladora Khalasnikov mató al diplomático norteamericano Leamon Raymond Hunt, en un residencial barrio de Roma, la noticia sorprendió poco en los despachos gubernamentales y judiciales italianos.
Se trató de "una muerte anunciada" con insistencia en las semanas anteriores por los jueces que se ocupan de investigar el terrorismo y por antiguos miembros de las Brigadas Rojas que colaboran actualmente con la justicia, los llamados "arrepentidos". Sólo una diferencia con el último relato del escritor colombiano Gabriel García Márquez: no se supo, hasta que Hunt fue asesinado dentrc de su automóvil blindado, quién era la víctima designada por las BR para su "reaparición" en el escenario italiano después de 13 meses de silencio.
Pero el director general operativa de la Fuerza Multinacional y de Observadores (FMO) del Sinaí entraba sin duda en una potencial lista de objetivos de lo que se ha dado en llamar aquí "las nuevas BR", crecidas de las cenizas del grupo armado de extrema izquierda casi desmantelado entre 1982 y 1983 y que responden a la conducción estratégica desde la cárcel de la fracción militarista de las brigadas históricas.
El cargo de Hunt y su nacionalidad lo convertían en figura "ideal" para que, golpeándolo, las BR mostraran antes que nada que aún están vivas y, además, su nuevo "internacionalismo", tanto en las conexiones como en los objetivos.
El despertar de los brigadistas italianos coincide, en opinión de los expertos antiterrorismo de la policía política local y de los observadores, con una actividad militar de aliento internacional. El asesinato de Hunt confirma, al parecer, la hipótesis muy extendida entre los mismos expertos y observadores en los últimos seis meses de que el mayor grupo armado italiano, desangrado por arrestos y de serciones, ha llegado a la conclusión de que la lucha armada en este país na es viable, al menos por ahora. Ante esta realidad, el ala más política, encabezada por el líder histórico Renato Curzio, emitió el año pasado un documento en el que da por finalizada la experiencia de la acción armada y anuncia una apertura a nuevas fórmulas, dentro del juego político peninsular. En cambio, el ala militarista, cuyo exponente más conocido es Mario Moretti, ha preferido insertarse en la gran nebulosa del terrorismo internacional, a la espera de una mejor oportunidad interna, según la opinión más difundida entre los expertos.
Es ésta una teoría que tiene, de hecho, con el asesinato de Hunt, su segunda confirmación. La primera fue el secuestro a fines de 1981 del general norteamericano destacado en la sede de la OTAN en Verona, James Lee Dozier. Su liberación por un comando especial de las fuerzas de seguridad italianas, representó el inicio de la ola de arrestos que en los siguientes 15 meses llevó a la cárcel más de 250 presuntos miembros de las BR.
Pero el asesinato de Hunt "por su papel de garante de los acuerdos de Camp David", según el comunicado brigadista para reivindicar su nueva acción, evidenciaría no sólo contactos con otros grupos armados europeos (la española ETA,la IRA irlandesa y la RAF alemana, entre otras), sino también una intensificación de los lazos con algunos movimientos de liberación Tercer Mundo.
Los acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel, con la mediación de Estados Unidos, fueron vividos como una afrenta por todos los países árabes, además de los palestinos. Matar al denominado "garante" de estos acuerdos, buscaría según los analistas locales,generar efectivos lazos de solidaridad con los movimientos arrnados árabes.
La búsqueda de una especie de "fraternidad" con los movimientos armados tercermundistas, fue enunciada sin tapujos en el largo documento entregado en Roma dos días después del asesinato de Hunt, por la fracción militarista de las BR. "Los países del Tercer Mundo--señaló el documento--son terreno de enfrentamiento de los imperialismos que se baten para repartirse las esferas de influencia de estos mismos territorios". "Su subdesarrollo--continuó el análisis brigadista--hacen de ellos, además, lugares de tensión social muy elevada y de endémica inestabilidad política". "En este contexto--concluyó el documento--el aliado natural de estos países son las fuerzas revolucionarias metropolitanas, que atacan directamente el sistema de producción y no la distribución del imperialismo. -
Estrella Gutiérrez IPS Roma, exclusivo para SEMANA -