Home

Mundo

Artículo

UNA VIUDA CON MANDOBLE

Contra lo esperado, y haciéndoles desplantes, todos los sectores del peronismo se doblegaron ante Isabel a su regreso a Buenos Aires

2 de julio de 1984


"Si no se portan bien, les voy a dar una paliza", dijo la viuda de Perón, con marcado acento madrileño, mientras saludaba a los dirigentes de su partido, a su arribo a la Argentina. La ex presidente había venido desde España para encabezar al justicialismo en el diálogo para la unidad nacional convocado por el gobierno. Calculando que María Estela Martínez de Perón (Isabel) tranquilizaría la beligerante actitud del peronismo contra su gobierno, el Presidente argentino Raúl Alfonsín aspira a mantener un frente de unión nacional que respalde su delicada maniobra de endurecimiento en la negociación de la deuda externa, y que disminuya la tensión en la arena política.
El peronismo oficial -encarnado en el Consejo Nacional Justicialista, cuyo vicepresidente es el líder sindical Lorenzo Miguel- , parecía consciente de esta jugada y se creía iría a apoyar a su presidenta, sólo si ésta se ceñía a las pautas que éste le indicara. "Existe en el peronismo respeto hacia Isabel por su apellido, porque es mujer y por la necesidad de que actúe como factor de equilibrio", dijo Roberto Digón, secretario internacional de la CGT a SEMANA. "Pero si ella deja las banderas revolucionarias para unirse al gobierno, nosotros la vamos a abandonar". Así, muchos analistas creyeron que la llegada de Isabel iría a dividir el movimiento en dos: los ultraverticalistas que le obedecen indefectiblemente -los más claros representantes de esta línea son los miembros de la Comisión de Enlace, nombrados por la señora y cuya supervivencia política depende exclusivamente de ella, ya que no están apoyados en estructuras partidarias, ni tienen representatividad interna-, y los anti-verticalistas, que consideran que a la viuda de Perón se la obedece en cuanto no abandone los postulados que donó su marido.
Sin embargo, no fue esto lo que sucedió. De la noche a la mañana todos, los del Consejo, los de la Comisión, los de la CGT, se doblegaron ante la presidenta del partido, a pesar de que ella desechó todas las recomendaciones de la oficialidad peronista, le dijo al Presidente Alfonsín que "contara con el justicialismo para el bien de la patria", instó a sindicalistas y diputados a "moderar los ánimos" y como si esto fuera poco, los desairó con sus desplantes. Sorprendida, la opinión argentina vio cómo Lorenzo Miguel, segunda autoridad partidaria y virtual cabeza del peronismo durante la ausencia voluntaria de la viuda del caudillo, permanecía silencioso en la audiencia con Alfonsín, mientras "la señora" le pedía a Juan Labaké -miembro de la Comisión de Enlace y favorito de Isabel-, que expusiera la posición del partido. También, azorados, vieron a Saúl Ubaldini, secretario general de la CGT Unificada y a Herminio Iglesias presidente del péronismo en la provincia de Buenos Aires esperar detrás de una valla de seguridad del aeropuerto de Ezeiza a que Isabel se acercara a saludarlos.
La influencia de la viuda sobre los seguidores de su esposo es innegable. No obstante, debido a un malestar que se percibe más allá de los abrazos y de los comunicados de apoyo que le han brindado, es probable que la sumisión de la conducción peronista sea sólo transitoria hasta que Isabel regrese a España, que de acuerdo con lo anunciado, será pronto. Sin embargo, esta decisión de "pasar agachados" parece responder más a una cuestión de fondo, que a un mero "repliegue táctico". El peronismo está fracturado en mil pedazos y esta actitud representa un enorme esfuerzo por evitar su atomización. Así, nadie se atreve a ser el primero en cuestionar a Isabel por miedo a quedar por fuera, como "descartado", ya que como dice Ricardo Kirschbaum -columnista del diario porteño El Clarín- "El peronismo es ese movimiento insondable y profundo donde los héroes de hoy pueden convertirse en los olvidados del mañana". Presentan ahora una aparente unidad bajo la sombra de Isabelita que no es duradera. "Es una unidad empacada al vacío" dijo el senador justicialista Julio Bárbaro, en franca autocrítica. "Se logra por represión, por asfixia de cualquier idea nueva que la ponga en peligro".
La campaña electoral y el ataque frontal del gobierno sobre su dirigencia -en especial contra Miguel- en los primeros meses de gobierno con el proyecto de reorganización sindical, habían hecho que el peronismo encontrara factores externos que los mantuvieran aglutinados. Sin embargo, desde que el gobierno se mostró dispuesto a transar con los sindicatos (ver recuadro), y más abierto a recibir propuestas de la oposición, empezaron a emerger a la superficie las graves fracturas internas del peronismo. En el área sindical, la CGT comenzó a retirarle su apoyo a Miguel, quien lidera la poderosa Unión Obrera Metalúrgica y las 62 organizaciones peronistas. El grupo de los 25 perteneciente a la CGT y liderado por Digón reconoce abiertamente la necesidad de renovar la conducción del movimiento: "Hay algunos dirigentes gremiales que se han aburguesado y pretenden quedarse en el poder cuando ya no tienen ninguna legitimidad" dijo Digón a SEMANA. "Esos se tienen que ir".
La dirigencia de Miguel también ha sido discutida por militantes de base, quienes consideran que la renovación del partido consiste no sólo en un cambio de hombres, sino también en la creación de un nuevo lenguaje, que adaptado a la realidad actual, retome los planteos del general Perón, "el peronismo no es un partido liberal más, sino un movimiento de liberación nacional", dijo un congresista capitalino a esta reportera.
Las divisiones entre peronistas también han llegado al Congreso. Los diputados nacionales por el justicialismo se vieron enfrentados entre sí, hasta el punto que se vio a dos sindicalistas partidarios de Miguel, hacerle gestos obscenos al titular de su bloque. Por su parte, los gobernadores -grandes triunfadores de las elecciones y por eso más propensos a pedir la salida de los derrocados- han formado "rancho aparte". Su aparente líder es Carlos Menem, gobernador por La Rioja y tal vez, el justicialista más cercano a Alfonsín. Esto le ha traído acusaciones de algunos copartidarios que lo han tildado de "traidor, vendido, comunista y radical", (esto último se refiere al partido gobernante Unión Civica Radical).
Pero las lineas dentro del justicialismo no terminan acá. De acuerdo con el lente con que se lo mire, el movimiento sigue presentando más y más divisiones "El peronismo es como un plato donde hay de todo y hay diferencias, pero nunca ninguno se sale del borde", comentó Digón a esta reportera. El dirigente sindical ve esta crisis como "una etapa de transición positiva hacia el progreso".
Es difícil encontrar a otros tan optimistas como Digón. Es indudable que el peronismo ha recuperado espacio político desde su gran caída en las elecciones; pero esto no ha sido producto de un común acuerdo para presentar soluciones viables a los graves problemas que aquejan al país. El peronismo así, o al menos su dirigencia, sigue adoleciendo del mal que lo llevó a su primera derrota electoral en la historia argentina: ir siempre a la zaga de la iniciativa de su contendiente. Sin embargo, a diferencia de la campaña, el gobierno de Alfonsín ha perdido momentum y eficacia y por tanto, está dejando un vacío del cual los peronistas han sacado algún rédito. Pero a menos que el peronismo emprenda una verdadera transformación interna -como lo piden hoy muchos de sus afiliados-, que permita la libre expresión de las ideas sin miedo a la venganza de la "patota", ni a recibir "palizas" de Isabel, no logrará superar esta crisis que se viene dando desde la muerte de Perón y que fue agravada por casi una década de persecución por parte de la dictadura.