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URNAS SIN SORPRESAS

Tras 11 años de dictadura los uruguayos votaron por la alternativa más demorada

31 de diciembre de 1984

Para sus adversarios representa el continuismo. Para sus seguidores, en cambio, es el único capaz de asegurar una transición de paz. Lo cierto es que después de 11 años de dictadura militar, los uruguayos optaron por una salida sorprendentemente moderada, al elegir como su próximo Presidente a Julio María Sanguinetti, del tradicional Partido Colorado. Sanguinetti, de 43 años, quien recibió cerca del 39% de los votos, ganó porque su proyecto de "cambio en paz" brindó la seguridad a un electorado de que no se rompería con el actual sistema económico, y porque de manera indirecta recibió ayuda de los militares salientes, al éstos tomar dos medidas netamente políticas. La primera: encarcelar y proscribir a Wilson Ferreira Aldunate -lider natural del Partido Nacional (Blanco), principal contendor de los colorados-, cuyo carisma personal hubiese jugado un papel fundamental en el Frente Amplio, coalición de centro-izquierda que se ha convertido en la tercera fuerza política del país, rompiendo definitivamente con el bipartidismo tradicional.
Con estas decisiones, la dictadura encabezada por el general Gregorio Alvarez, permitió a Sanguinetti quedar como el único líder natural que participara en la contienda electoral, dándole asi una obvia ventaja. Es más, de ser ciertas algunas denuncias por parte de algunas personalidades políticas, de que las Fuerzas Armadas presionaron sobre sus subordinados para votar por los colorados y, teniendo en cuenta de que hay 65 mil uniformados en el pais -uno por cada 43 habitantes- esta ayuda prestada a Sanguinetti seria aún más directa. Sin embargo, aun los mismos blancos que criticaron duramente que se mantuviese a Wilson preso, admitieron que "la amplitud del triunfo colorado no se debió exclusivamente a esta anormalidad", reconociendo así la legitimidad del ganador. Tanto Sanguinetti como su partido jugaron un papel crucial, demostrando su habilísima capacidad de negociación, en el transcurso de las conversaciones entre políticos y militares dentro del proceso de apertura democrática. Este proceso culminó con el Pacto del Club Naval -al que concurrieron todos los partidos, menos el Blanco por hallarse el líder preso- que regirá hasta el próximo noviembre, cuando será incorporado o no a la constitución de acuerdo con el resultado de un plebiscito que se hará entonces.
Por este pacto, se mantiene la existencia del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), integrado por militares, como órgano asesor del Presidente; se extiende la jurisprudencia militar en caso de "estado de insurrección" y permite a los actuales comandantes en jefe proponer una terna de sus posibles sucesores, para que el Presidente escoja. Este trato constituye precisamente el cambio paulatino que los colorados adoptaron como su propuesta política. "Votar a Sanguinetti es la forma menos drástica, pero más segura de sacar a los militares del poder", había dicho a SEMANA un partidario, días antes de las elecciones. A pesar de los resquemores que puedan persistir por la posible complicidad entre colorados y militares, todos los partidos aceptaron su indudable triunfo, y ratificaron un compromiso firmado desde antes de las elecciones, de colaborar en "una gran concertación nacional, para lograr la reconstrucción del Uruguay".
Quizás más claro aun que el éxito colorado, fue la derrota del Partido Blanco. "Aceptamos que el país no aceptó la estrategia de nuestro partido", decía un comunicado del directorio blanco, difundido al día siguiente de los comicios. El candidato que reemplazó a Wilson, Alberto Zumarán quedó en un 6% por debajo de Sanguinetti, perdiendo además un considerable caudal de votantes con respecto a las elecciones de 1971. En las cámaras, el Partido Blanco se constituyó en la segunda fuerza, pero al igual que colorados y frente-amplistas, no obtuvo una mayoría suficiente para controlarlas. Así, los blancos sacaron 11 senadores frente a 13 de los colorados y 35 representantes frente a 41 del partido de Sanguinetti.
Obviamente la imposibilidad de participación por parte de Ferreira Aldunate ni siquiera de la forma indirecta que lo hizo Seregni, tuvo un gran costo político para su partido. Este aún se hallaba preso al cierre de esta nota, ya que su caso que había sido derivado a la Corte Suprema de Justicia -integrada en esta ocasión por cinco civiles y dos militares-. Sin embargo, se espera que la Corte lo liberará en los próximos días.
El Frente Amplio, lejos de considerar esta elección una derrota, se consolidó de manera más definitiva dentro del sistema político uruguayo al aumentar sus seguidores del 18% al 20% con respecto a 1971 y al lograr que su candidato a alcalde de Montevideo, Mariano Arana -aunque no salió electo por la forma como funciona la complicada Ley de Lemas, por la cual cada partido presenta diferentes candidatos y luego la totalidad de los votos en cada partido se suma a los del candidato de este partido que haya obtenido la mayoría- obtuviera individualmente más número de votos. Tambien en el Congreso, el Frente Amplio tendrá una representación importante: 6 de 30 bancas en el Senado y 21 de 99 en la Cámara de Diputados.
Más allá de los logros o pérdidas de cada partido, es indiscutible que los uruguayos han ganado una batalla por la recuperación del país. Sin embargo, ante el lamentable estado en que la dictadura ha dejado a esta República de 3 millones de personas, todavía hay mucho camino por recorrer. Sanguinetti, a quien los militares, según se enteró SEMANA, le podrían ceder el mando antes de la fecha prevista del 1 de marzo, ha manifestado su intención de lograr una reactivación de la economía, disminuyendo en lo posible la carga del pago de la deuda externa, y en el campo político, una reestructuración de las Fuerzas Armadas, pero no "un ejército humillado que incubará revanchas" y el sometimiento a juicios ordinarios a aquellos quienes cometieron crímenes de lesa humanidad en su lucha contra la guerrilla tupamara. El presidente colorado, al comentario de sus oponentes, no defiende una amnistía general para los presos políticos, sino un "perdón condicionado al estudio de cada caso". Sin embargo, es de preveerse que dada la crítica situación económica del pais -en relación a su número de habitantes, el Uruguay tiene la más alta deuda externa de América Latina: 5.400 millones de dólares- ,el desempleo llega al 20% y el salario real ha caído en un 50% y los graves problemas políticos que surgirán del proceso de enjuiciamiento a los militares, y de las decisiones que se tomen con respecto al destino de más de medio millar de presos políticos, Sanguinetti necesitará el respaldo de las otras dos fuerzas mayoritarias -Blanco y Frente Amplio- para lograr reconstruir el país.
No es raro entonces, que al conocer el resultado de la elección el Presidente colorado haya llamado a formar "un gobierno de entendimiento nacional". Sin un gran esfuerzo colectivo, difícilmente saldrá el Uruguay de la crisis en que se encuentra y esto parecen saberlo triunfadores y derrotados.
Marfa Teresa Ronderos, corresponsal de SEMANA en Buenos Aires