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La constituyente de Nicolás Maduro

La analista María Carmenza Arenas explica cuál es el panorama político del vecino país después del llamado que hizo de convocar una Asamblea Constituyente.

4 de mayo de 2017

A los presidentes con tendencias autoritarias no les gusta el sistema de división de poderes y la existencia de otros poderes independientes. No les gustan los congresos o asambleas legislativas con mayorías en manos de la oposición. Y a Nicolás Maduro, menos.

No se ha contentado con que el Tribunal Supremo de Justicia le haya recortado los poderes a la Asamblea Nacional  y a que haya declarado todas sus decisiones nulas, con la excusa de que la elección de los diputados del Amazonas fue ilegal. No se resigna con que la Asamblea se siga reuniendo y continúe siendo otra piedra en el zapato. Logró que la Corte la cerrara del todo. La decisión fue tan abiertamente inconstitucional que la Fiscal General, Luisa Díaz, partidaria del chavismo,  declaró que la decisión violaba la Carta Magna. El Tribunal tuvo que reversar su decisión.

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Cuando las manifestaciones populares contra Maduro en las calles siguen creciendo, claramente se siente amenazado. Todavía cuenta con el apoyo del Ministro de la Defensa, General Padrino, y de los altos mandos. Pero como alguien recordaba recientemente, en Venezuela “los militares son leales hasta que dejan de serlo”. Y lo más probable es que existan profundas divisiones entre sus fuerzas y sus rangos.

Ya debe tener las maletas listas, así como muchos otros maduristas que han gozado y explotado las mieles del poder, y los puestos que se les han concedido para manejar empresas estatizadas, PDVSA y otras fuentes importantes de recursos. Los giros recientes a cuentas en paraísos fiscales deben haber sido y seguir siendo muy cuantiosos.

Como siempre, Maduro y su Canciller continúan acusando a los Estados Unidos, confabulados con la oposición, de estar fraguando un golpe de estado. "El Departamento de Estado ha dado la luz verde y el visto bueno para un proceso golpista descarado para la intervención de Venezuela, así lo digo y así lo enfrentaré", afirmó Maduro en una transmisión desde el Palacio de Miraflores, sede del Ejecutivo, a mediados del mes pasado.

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A pesar de que el gobierno del Presidente Trump no le ha puesto mucha atención a Venezuela y, por el momento, no parece estar entre sus prioridades, el mandatario venezolano afirma que tienen “una razón geopolítica fundamental", marcada por "la llegada de los extremistas al poder en los Estados Unidos".

Hasta mediados del mes de abril Maduro afirmaba que combatiría a la oposición “con la constitución en la mano”. Menos de dos semanas después botó la constitución a un lado y se decidió a tomar el camino del medio, para acabar con la Asamblea Legislativa.

Para ello, a comienzos de esta semana anunció que reuniría una Asamblea Constituyente, de quinientos delegados. La mitad de ellos serían seleccionados, a dedo, entre las comunas conformadas por el chavismo y fieles a él.  Los 250 restantes, aparentemente, serían elegidos "en un sistema territorializado, con carácter municipal, en las comunidades, con voto directo”. “Será una constituyente ciudadana y chavista en la que no participarán las viejas estructuras de los partidos políticos”, explicó el Presidente.

La figura de constituyentes comunales no es nueva. En América Latina fue ensayada primero por el General Torrijos en Panamá y luego trató de ser imitada por Hugo Chávez. Este último no tuvo éxito. Venezuela es un país mucho más grande que Panamá y el control de las comunas resulta mucho más complejo. La idea de las constituyentes comunales es la de que el pueblo, directamente, tenga representación, por fuera de los partidos políticos tradicionales.

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En la actualidad, Maduro no podrá contar con la lealtad de las comunas.  El respaldo al régimen, incluso entre las tradicionalmente más leales, ha descendido vertiginosamente como consecuencia de la escasez, el hambre y la inseguridad. El 80 por ciento de la población está en contra del actual mandatario y quiere su salida.

Eso lo sabe Maduro. De allí que no le falte razón a Fernando Mires, cuando dijo en su blog que “la de Maduro no es más que una sucia estratagema destinada a anular definitivamente a la Asamblea Nacional e impedir las elecciones solo por el hecho de que las perderá. Es un intento, en fin, para imponer sobre suelo venezolano el orden político vigente en Cuba, en Siria y en Corea del Norte”.

La oposición no se demoró en reaccionar al anuncio sobre la constituyente de Maduro. El excandidato Enrique Capriles invitó a sus compatriotas a “desconocer semejante locura” y a seguir en las calles manifestándose en contra del gobierno. Por su parte, el Presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, en rueda de prensa declaró: “Lo que terminó presentando Maduro es mucho peor que la denuncia que hicimos. El presidente ha disuelto la democracia y la República. La Constituyente es una estafa para engañar al pueblo con un mecanismo que no busca otra cosa que agravar la crisis en Venezuela". Se dirigió a las fuerzas armadas para decirles: “lo que hoy se está dando es el peor golpe de Estado contra la Constitución. Tienen que jugar un papel para que la solución sea la convocatoria de elecciones. Ustedes no pueden permanecer callados mientras se pisotea la Constitución”.

Este llamado directo del Presidente de la Asamblea a las fuerzas armadas es un reconocimiento implícito de que la sola presencia permanente de la oposición en las calles no tumbará el régimen. Se requerirá alguna señal, gesto o decisión de las fuerzas armadas o de algún sector de ellas para que Maduro se vaya.