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Nicolás Maduro estuvo de gira toda la semana pasada buscando alianzas y recursos para salir de la crisis. En China, con el presidente Xi Jinping, no pareció tener el éxito que esperaba. | Foto: A.P.

REGIÓN

Venezuela paralizada

Las filas para comprar alimentos retratan a un país asustado que espera que el gobierno de Nicolás Maduro tome medidas urgentes, aunque costosas, para atenuar la grave crisis.

17 de enero de 2015

“Compre de todo, esto se va a poner horrible”. “Hasta que no corra sangre, no va a acabar esto”. “Deberíamos irnos todos a Catia a convencer a los chavistas, aquí ya estamos todos convencidos”. Los comentarios iban y venían en la fila, donde decenas de caraqueños esperaban entrar a un mercado en Santa Paula, zona opositora de Caracas el jueves pasado. Corría la voz que había llegado café y pañales de bebé. “No sabemos qué va a pasar. Si se va a armar un zaperoco, por qué la gira de Maduro se sigue demorando. La gente lo que hace en las colas es especular y drenar”, dijo Nelly Dorta. 

El nerviosismo, en forma de rumor o queja, serpentea desde hace días en las filas de los mercados, que incluye a chavistas y opositores por igual, de distintas condiciones económicas. Pero según el ministro para el despacho de la Presidencia, Carlos Osorio, las colas prueban que en Venezuela hay comida. Mientras Fedecámaras dijo el jueves que había inventario de lo básico para 45 días, sectores del chavismo creen que es alarmismo y dicen que el problema es más psicológico que real. “El gobierno debe enfrentar eficazmente dos problemas: la escasez real y la inducida por la guerra psicológica”, opinó a través de su cuenta de Twitter el sociólogo Javier Biardeau, uno de los pensadores más conocidos entre quienes se autodenominan revolucionarios.

La primera medida que tomó el gobierno ante el crecimiento de las colas fue desplegar a la Guardia Nacional o la Policía, que patrulla fuera de los mercados. Su presencia es justificada, supuestamente, para prevenir altercados, saqueos, trifulcas. En otras palabras, para proteger a los venezolanos de sus impulsos desesperados. Esta semana decidieron asaltar a un camión que transportaba carne y se volcó. No es la primera vez que pasa.

La otra ‘autoridad’ venezolana, la del hampa armada, se ha aprovechado del momento. La semana pasada atracaron a los que esperaban a las afueras de un Makro y un Unicasa en Caracas. Por otro lado, los revendedores de productos regulados en el mercado negro ofrecen lo que falta a precios incomprables para muchos. Y pocos pueden pagar los 150 bolívares que cobran los ‘vendepuestos’, otra forma de espera paralela que ha surgido, donde también ya es ‘normal’ marcarse el número de turno en los brazos o pasar la noche en el puesto. En algunos estados, como Bolívar y Yaracuy, prohibieron pernoctar afuera de los locales.

Ante el crecimiento del nerviosismo y de venezolanos en vacaciones con horas disponibles para ir a la cola y soltar la lengua, la red de mercados del Estado decidió que solo atendería ciertos días, según el número de la cédula. Algunos se indignaron y otros aplaudieron la medida. Entre los que no tienen cédula venezolana, están miles de colombianos, frecuentemente señalados del contrabando de productos que se van por la frontera. Varios de ellos fueron detenidos en operaciones realizadas en mercados, y en tan solo cuatro días, 109 indocumentados fueron deportados. 

Más controles, más prohibiciones, más regulaciones. Esa parece ser también parte de la nueva normalidad venezolana desde cuando el gobierno denunció un supuesto plan de sabotaje y ‘guerra económica’ en su contra. El presidente Nicolás Maduro sostiene que el más reciente bajón del petróleo también hace parte de un ataque de Estados Unidos. “Está siendo utilizado, el petróleo, como arma geopolítica para dañar a países importantes”, dijo Maduro desde Moscú esta semana, luego de visitar China, Irán, Arabia Saudita, Qatar, y Argelia en una gira “en defensa del mercado petrolero”. Le ha pedido también una cita al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y ha enviado emisarios a Noruega y Kuwait, entre otros.

Mientras tanto, la espera y el desespero por comida, por decisiones, por recursos, marcan una nación en crisis y paralizada, que se siente inestable e impredecible. Este 2015 será difícil para un país cuyos ingresos dependen un 96 por ciento de las exportaciones petroleras, mientras el precio del barril está a menos de 50 dólares y según proyecciones, puede que aumente poco, pero no llegar a niveles de años anteriores.

A tiempo que la gira de Maduro no parece haber dado los resultados esperados, pocos esperan que el gobierno tome decisiones internas necesarias, pero impopulares, como devaluar el bolívar, hacer un ajuste fiscal y elevar el precio de la gasolina, entre otros. El chavismo, de hecho, ya está en un bajón histórico, con 22 por ciento de aceptación en las últimas encuestas, y de seguir postergando el enfrentarse a la crisis, muchos auguran una hiperinflación de más de tres dígitos. “Cada vez más hay menos esperanza de que las medidas sean un cambio de timón. No ha habido ninguna señal que se vaya a un escenario económico más pragmático”, dice el economista y consultor, Angel Alayón. En los próximos meses vencen, además, varios pagos de la deuda externa y las agencias calificadoras de riesgo, entre ellas Moody’s que le bajó el grado esta semana, ven con preocupación que no pueda cumplirlos.

En la última semana de 2014, además, dos hechos importantes pasaron inadvertidos. El primero de ellos fue la salida de Rafael Ramírez, uno de los hombres más poderosos del chavismo. Era vicepresidente económico, ministro de Energía y Petróleos y presidente de Pdvsa. A mediados del año pasado, Ramírez habló de ajustar el sistema de control cambiario, fuente de corrupción, y de subir la gasolina, entre otras medidas. El plan Ramírez no solo no tuvo acogida dentro del gobierno, sino que el ministro fue separado del área económica y nombrado canciller, cargo que Maduro ejerce directamente. Antes de que se acabara 2014, Ramírez fue a parar a un cargo decorativo en la ONU.

La segunda noticia de fin de año fue que el chavismo volvió a quedar con el control de las instituciones, al reelegir autoridades aliadas en los máximos cargos de la rama judicial, moral, y electoral. En los próximos meses se celebrarán elecciones para la Asamblea Nacional y los sectores opositores desconfían del Consejo Nacional Electoral de cara a la última oportunidad para recuperar y cambiar el desequilibrio de poderes. 

La crisis económica y de popularidad del gobierno le daría una oportunidad política a la oposición para resurgir luego de pasar el año pasado dividida. Esta semana, el excandidato presidencial Henrique Capriles reapareció para convocar a los venezolanos a movilizarse pacíficamente y habló de acercamientos y recomposición de las relaciones con el sector de La Salida, liderado por Leopoldo López, la diputada María Corina Machado y el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma. “Aquí el adversario es el gobierno, eso nos tiene que quedar claro y todo el liderazgo político de la Unidad está haciendo un esfuerzo por presentar una alternativa de cambio”, dijo Capriles.

La oposición tiene un camino cuesta arriba. Tiene las instituciones en contra, carece de medios de comunicación nacionales que le den mayor despliegue, y teme que se produzcan nuevos enfrentamientos en la calle –los estudiantes en el Táchira ya volvieron a salir–. Así insista en que la movilización es pacífica, es probable que se repita el escenario de violencia en ambos bandos, la represión oficial y de las milicias, y su corolario, las detenciones de manifestantes o de sus líderes políticos. Aunque el 80 por ciento de los venezolanos ya no se identifican como chavista, cabe preguntarse si realmente van a movilizarse y si van a apoyar a ese liderazgo opositor, en el cual buena parte desconfía. La otra opción es acostumbrarse, adaptarse, seguir en las colas, esperando que alguien más, un héroe, otro caudillo, otro político aparezca en el futuro y prometa soluciones a los problemas que enfrentaban pero no quisieron asumir. No sería la primera vez.