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| Foto: Montaje Semana

VENEZUELA

Venezuela: San Hugo Chávez Frias

Si Chávez se vuelve en un ícono religioso, el gobierno y sus aliados lo aprovecharán en las urnas.

29 de marzo de 2013

No es exagerado decir que la gente veneraba a Hugo Chávez. Ya ha pasado casi un mes desde que el presidente venezolano falleció y en las calles de Caracas decenas de personas aún se detienen a mirar con tristeza las fotos del presidente. “A las abuelas les regalo la de la cara de él (Chávez) en el cielo”, dice Yelixa, una de tantas vendedoras ambulantes que exhiben imágenes del presidente en el centro de la capital. 

Fotografías, afiches, muñecos, llaveros y camisetas con el rostro de Chávez se han vendido siempre, y fueron parte del mercadeo político que ayudó a configurar el culto personalista al presidente, como si fuera una estrella de rock. Pero si algo quedó claro después de su muerte, es que Chávez además de un ídolo político es una figura mítico-religiosa en Venezuela.

Así se empieza a palpar en las tiendas esotéricas de la avenida Baralt de Caracas, donde la gente pregunta por la imagen santificada del comandante. Hace un par de años, algunas tiendas empezaron a comercializar figuras de yeso con el busto del presidente, pero esta no tuvo mucha acogida entre los creyentes. En las últimas semanas, sin embargo, los dueños de estos locales han tenido que encargarlas al Táchira, donde fabrican las de Jesús, la Virgen, los santos y las figuras del culto venezolano de María Lionza. En estas tiendas también venden las vajillas para la santería, velas, cartas, inciensos, jarabes, entre otros objetos para cumplir ritos que existen en Venezuela desde mucho antes de la influencia política de los cubanos.
 
Como explica la antropóloga Michelle Ascencio, quien ha estudiado durante años las prácticas religiosas y espirituales del país, la fe de los venezolanos está marcada por un “mosaico de creencias y religiones que conviven, intercambiando ritos y santos” porque tienen una ‘psique errática’, suficientemente flexible y adaptable a creer al mismo tiempo en muchos dioses. En las cortes de María Lionza –una tradición religiosa indígena en sus orígenes y derivada del culto a la serpiente– son adorados desde los libertadores como Simón Bolívar, hasta los Santos Malandros, que son figuras del hampa nacional. Lo común a estos personajes es el poder que tienen o demostraron en vida, pues así darán mejores resultados a las peticiones de sus devotos, explica Ascencio. 

Esa adoración mágico-religiosa ha sido el caldo de cultivo perfecto para políticos con delirios mesiánicos. Aunque otros gobiernos han aprovechado y utilizado la religión, como el dictador Marcos Pérez Jiménez a mediados del siglo XX, ningún otro se ha aprovechado tanto de ella, ni logró construir una figura mítica todopoderosa como Chávez. 

Y lo cierto es que el gobierno del presidente encargado Nicolás Maduro ha decidido convertir el endiosamiento del comandante en una estrategia política. El discurso oficial presenta a Chávez con el título de “redentor de los pobres”, y rápidamente ha calado entre la gente. En un comunicado repartido a los trabajadores de Pdvsa hace unos días decía literalmente que Chávez “es un cristo”, que “hizo milagros en vida” y con él, “la cruz recobró su símbolo antiimperialista”. 

Maduro y los otros ministros del gobierno han dicho que ellos son los apóstoles y que Henrique Capriles, su contendor a las elecciones por el partido de oposición, es un fariseo. “Levantemos nuestro corazón, como dicen en la misa, lo tenemos levantado hacia el señor”, dijo Maduro en plena concentración política en días pasados, y se atrevió a afirmar que Chávez había intercedido en las alturas para que nombraran a un papa latinoamericano. 

El oficialismo ha hecho tantas referencias cristianas para apalancar la candidatura de Maduro, que los principales jerarcas de la Iglesia católica se declararon indignados y el obispo de Caracas, Ovidio Pérez Morales, señaló que el gobierno le estaba “poniendo a Cristo una camisa roja”. La oposición también ha criticado la política “necrofílica” de los sucesores del presidente y ha sugerido que Chávez no habría estado de acuerdo con el uso electorero que han hecho de su muerte. 

Este culto religioso en realidad lleva años cocinándose a fuego lento, y el propio Chávez, empezó a consolidarlo en vida, sobre todo desde que le diagnosticaron el cáncer. La imagen del presidente saliendo en una multitudinaria procesión de Caracas antes de ir a recibir tratamientos en Cuba con un cuadro de Jesús atrás y la transmisión televisada de sus plegarias a Dios para que le ayudara a sobrellevar la enfermedad, como una corona de espinas, son tan solo dos momentos que ilustran la forma como se ha ido consolidando exitosamente una imagen de mártir. Hoy muchos chavistas y no chavistas están convencidos que el cáncer lo afectó por trabajar tanto por su pueblo. “Murió por nosotros,” dicen.

El discurso de que el presidente tenía la capacidad de atender todos los requerimientos y de aportar todas las soluciones, a pesar de la incompetencia de su gobierno, se fue construyendo poco a poco y fue un elemento fundamental para vender su mito. Una de las características de las relaciones entre los devotos y los santos es que unos piden y ofrecen y los otros conceden un milagro, una gracia, un favor. No es gratuito que una de las principales consignas chavistas sea la de “amor con amor se paga”. 

En esta construcción del culto a Chávez han sido cruciales la propaganda, los discursos y las acciones del gobierno. Pero sería equivocado afirmar que el culto por Chávez es meramente una estrategia del gobierno. Los seguidores y detractores del presidente fueron construyendo espontáneamente sus poderes como figura mágico-religiosa. “Todas las versiones del mito son el mito”, dice Ascencio, y en el caso de Chávez hay muchas. 

Entre sus seguidores, Chávez no tenía rival. Era tan poderoso que sabía de todo, más que los científicos. Alguna vez dijo que la vida que había en Marte se extinguió por culpa del capitalismo. Los presidentes de todo el planeta le temían o lo admiraban, como sus subalternos, que no se atrevían a llevarle la contraria.

No había motivos para hacerlo porque Chávez, que contaba con el favor o la gracia divina, siempre tenía la razón. Pero entre sus opositores se llegó a afirmar que su poder se derivaba de los pactos que había hecho con el diablo, que clandestinamente viajó a Zimbabue a participar en rituales de brujería africana y hubo gente de la oposición que se mandó a exorcizar, porque creía que al ver a Chávez en persona se había contagiado de un mal espíritu. 

Así, tanto el gobierno como los propios venezolanos fueron convirtiendo al comandante a lo largo de 14 años en una figura sobrenatural. Chávez terminó convertido en el origen o la solución de todas las fortunas y desgracias de miles de venezolanos. Y estos hoy parecen creer más en los santos y los milagros que en la política y sus instituciones para solucionar los problemas del país.