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El presidente, Nicolás Maduro, reconoció la derrota y Lilian Tintori aclama por la liberación de su esposo Leopoldo López. | Foto: A.F.P. / A.P.

VENEZUELA

Derrota del chavismo: el inicio de la batalla en Venezuela

Comienza una nueva era de confrontación política. Y con el precio del petróleo en los niveles actuales, no hay salida posible a la crisis.

12 de diciembre de 2015

El 6 de diciembre de 1998 Hugo Chávez llegó al poder por la vía electoral. Desde entonces, el chavismo fue una fuerza arrasadora en todas las elecciones celebradas en 17 años, exceptuando la del referendo en 2007. Esa impresionante colección de triunfos sucesivos terminó el 6 de diciembre. La Mesa de la Unidad Democrática, que agrupa a todos los partidos de oposición, obtuvo un triunfo contundente.

Todas las encuestas lo auguraban, pero había dudas de si lograría la mayoría simple o calificada. Fue finalmente el martes, en otra fecha simbólica, cuando el oficialismo celebra el Día del Amor y Lealtad a Chávez, en conmemoración a aquel 8 de diciembre de 2012 cuando el líder de la Revolución Socialista Boliviariana del siglo XXI le habló al país por última vez, que el Consejo Nacional Electoral confirmó que la oposición había alcanzado 112 escaños, alcanzando así la supermayoría.

El aplastante resultado, con casi el 75 por ciento de participación, algo inusitado para unas parlamentarias, se debe a un voto castigo que refleja la gran insatisfacción con la gestión del presidente Nicolás Maduro y su gobierno. Es también una apuesta para que la oposición, a pesar de sus divisiones internas y desaciertos, sea un contrapeso efectivo del gobierno, que controla todos los demás poderes y atienda las necesidades apremiantes de los venezolanos. Y es, ante todo, un acto de coraje de una sociedad que se expresó a pesar del chantaje, la campaña de miedo, y las dudas frente a la imparcialidad del árbitro electoral.

Mucho se ha especulado sobre el papel de los militares, especialmente del comandante de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, Vladimir Padrino López, quien apareció en la televisión dando un mensaje de tranquilidad la noche de elecciones. Ese hecho y una supuesta reunión de alto nivel con figuras del gobierno, antes de que se dieran a conocer los resultados, se han prestado para rumores de ruido de sables y presiones al gobierno para que reconociera los resultados. Quizá por la tradición histórica venezolana, se le ha querido dar nuevamente un papel heroico a los militares en esta elección, cuando estos solo han cumplido con la Constitución. El general Padrino, durante los días previos al certamen, venía enviando el mismo mensaje de apego a la norma. Si hubo héroes en esta jornada, fueron los ciudadanos, no los militares.

También se ha sobredimensionado la influencia de la coyuntura política internacional. Muchos venezolanos no saben quién es el nuevo presidente argentino, Mauricio Macri, ni están enterados del impeachment a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Y ha sido inflada la capacidad de injerencia de algunos expresidentes que estuvieron en el país durante las elecciones. No es lo mismo un comentario del boliviano Tuto Quiroga o de Andrés Pastrana, que viajan con regularidad a Caracas a reuniones con el ala más beligerante de la oposición, a un pronunciamiento del español socialista José Luis Rodríguez Zapatero, quien venía invitado por el gobierno, pero también se reunió con opositores.

Sin restarle importancia al mensaje institucional de los militares y a la preocupación internacional por Venezuela, ante el resultado aplastante de los votos, que desmontó el discurso legitimador del chavismo de “somos mayoría”, Maduro reconoció los resultados de estas elecciones que fueron, en la práctica, un plebiscito a su gobierno. Reconocimiento, sin embargo, no significa aceptar la derrota. Los discursos de Maduro y de otras figuras que aparecen como grandes perdedores en esta elección, el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, y el jefe del comando y estratega electoral del Partido Socialista Unido de Venezuela, Jorge Rodríguez, son una muestra de que no saben perder. Pero más preocupante aún, es que parecieran estar negando la realidad.

La situación económica es crítica. El gobierno no tiene cómo cubrir el presupuesto, los precios internacionales del petróleo no van a subir en el corto plazo y las reservas internacionales están agotadas. La inflación está proyectada por encima del 200 por ciento y se prevé más escasez a partir de enero, cuando se agoten las existencias. “La exigencia es de cambio, y a gritos, con ese resultado. Pero el discurso oficial se atornilla en la intención de profundizar su modelo político y económico. Es una contradicción y una desconexión muy peligrosa con la gente”, dice el economista Angel Alayón.

El gobierno interpreta el resultado como el triunfo de la ‘guerra económica’ y ‘psicológica’ de ‘los malos’ liderando una ‘contrarrevolución’. Dentro del chavismo disidente, integrado por varios exministros o pensadores de izquierda que respaldan el proceso bolivariano, hicieron llamados a la autocrítica y a la rectificación. Algunos de ellos convocaron a una rueda de prensa el miércoles, que terminó saboteada por un grupo de radicales, identificados como la Vanguardia del barrio 23 de Enero, que decía apoyar a Maduro, a pesar de todo.

La nueva Asamblea empieza en enero, pero el choque de poderes ya comenzó. La oposición quiere una ley de amnistía para liberar a 80 presos políticos y permitirles regresar al país a más de 100 exiliados, según Delsa Solórzano, diputada electa y quien lleva la vocería en asuntos de derechos humanos de la MUD. “No aceptaré ninguna ley de amnistía. Me podrán enviar 1.000 leyes pero los asesinos de este pueblo tienen que pagar”, advirtió Maduro.

Cabello, aún presidente del Parlamento, dijo que en los próximos días renovaría a 12 magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y el jueves nombró como nueva defensora pública a la juez Susana Barreiros, quien condenó a Leopoldo López a 13 años de cárcel. La movida envía un muy mal mensaje y es una muestra del blindaje que el chavismo busca en otras instituciones para lo que viene. Además, les entregó el canal de radio y televisión de la Asamblea a los trabajadores, luego de que un sector de la oposición anunciara que era urgente reformarlos por su parcialización política.

Los principales voceros de las dos fuerzas hacen llamados a la unidad, porque así como en el chavismo se empiezan a ver disputas de poder, en la oposición también se han hecho más que evidentes luego de la elección. El excandidato presidencial y gobernador Henrique Capriles ha salido a cobrar el triunfo y a recordarle al país que la estrategia que él planteó, por la vía electoral, era más larga pero más efectiva que la lucha de calle, que terminó por llevar a sus principales promotores, Leopoldo López y Antonio Ledezma, a la cárcel, o a dejarlos por fuera de la Asamblea Nacional, como es el caso de la exdiputada María Corina Machado, quien además ha sido muy criticada, porque en vez de apoyar a candidatos de la Mesa de Unidad, apoyó a otros ‘independientes’, que no solo perdieron, sino que evitaron que la oposición consolidara otros escaños en unos circuitos.

“Sepan administrar el triunfo”, es la frase que le han dicho varios voceros del gobierno a la oposición. El reto para ellos no solo será tratar de restablecer un equilibrio de poder, sino de manera más urgente reformar leyes y ejercer funciones de control, que permitan cambios concretos y rápidos ante la crisis económica y social que se sentirá más al pasar las fiestas. El temor de los venezolanos, que piden menos discurso y más acciones, no solo es que la oposición no esté a la altura de su victoria, sino que el oficialismo se niegue a asumir la derrota y los dos bandos arrastren al país, no solo a una puja estéril en el Parlamento, sino que la confrontación termine explotando de nuevo en la calle.