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El presidente Mahmoud Ahmadineyad, ha defendido los fines pacíficos del programa nuclear iraní.

CRÓNICA

Viaje al corazón nuclear iraní

Comenzó la etapa de pruebas de la planta de Bushehr, centro del controvertido programa atómico persa. Catalina Gómez, de SEMANA, fue la única periodista de lengua hispana presente.

28 de febrero de 2009

En medio de una planicie arenosa junto a las aguas azules del Mar Pérsico, una gran cúpula blanca y una torre del mismo color con líneas rojas identificaban desde la carretera al emblema del programa atómico iraní: la planta nuclear de Bushehr. Allí, decenas de agentes de seguridad, unos vestidos con uniformes grises y otros de civil, esperaban ansiosos el miércoles 25 de febrero a dos buses llenos de periodistas.

Era natural su inquietud. Una visita de tales dimensiones sólo se había realizado una vez desde que los rusos reanudaron la construcción de la planta a mediados de los 90. Tantos locos ansiosos por fotografiar uno de los grandes misterios del mundo resultaban incómodos. Al fin y al cabo, el tema de seguridad es tal, que la planta está rodeada por múltiples lanzaderas de cohetes antimisiles. De ahí que resultaran aún más misteriosos los múltiples impactos de bala marcados en los vidrios blindados que protegen la entrada peatonal. Pero nadie de la planta quiso entrar en detalles.

Pasada la barrera de control, varios edificios de oficinas repartidos a lo largo de una avenida ejercen de escuderos del complejo nuclear donde un grupo de ingenieros y obreros esperaban a la comitiva. Estaban a la entrada de uno de los galpones, rodeados de decenas de tanques, donde se procesa el agua que será utilizada para producir energía nuclear. Cuando la planta entre en funcionamiento a finales de 2009, el reactor, según los voceros iraníes, no se dedicará a producir bombas atómicas, como aseguran Estados Unidos,Israel y algunos países europeos, sino 1.000 megavatios de electricidad para suplir las necesidades del país.

"La primera fase ha terminado. Lo que estamos haciendo es inyectar plomo en vez de uranio para probar cada una de las operaciones de la planta", dijo, sonriente, en medio de cámaras Vasili Palagitskyy, el supervisor jefe de la sala de control, ubicada en el cuarto piso de la gran cúpula que abriga al reactor nuclear, y desde donde se vigila el funcionamiento de cada uno de los procesos. Palagitskyy hace parte de más de un centenar de rusos que trabajan para la empresa nuclear estatal rusa Rosatom y lleva varios años viviendo en Bushehr. "La vida está bien", asegura en su escaso español. Si no fuera porque la planta está en territorio iraní se podría asegurar que es rusa. Hasta los obreros que organizan los últimos detalles alrededor de la cúpula, son de esa nacionalidad.

Rosatom, al fin y al cabo, fue designada por el gobierno de Teherán a principios de los 90 para continuar con el proyecto de una planta nuclear comenzado por el sha Reza Pahlevi en 1974 con apoyo alemán, y detenido cuando triunfó la Revolución Islámica.

"Cuando todas las pruebas sean positivas se le empezará a inyectar uranio, y en ese momento la planta estará en pleno funcionamiento", dijo Palagitskyy, ahora en ruso. Ali Reza, un ingeniero iraní que trabaja en la sala de control junto a él, le traduce al inglés. "Más de 700 iraníes hemos sido capacitados", cuenta. El propio Reza, por ejemplo, vivió en Rusia dos años para entrenarse en el manejo de las máquinas y aprendió el idioma, como gran parte del personal local. "Nos han enseñado mucha tecnología, estos procesos son muy detallados y se necesita ser muy precisos. Se preocupan mucho por la seguridad", explicó.

"Lo más difícil de este proyecto fue que cambiamos casi toda la tecnología que dejaron los alemanes, incluido los procedimientos del reactor y la turbina", contó Palagitskyy. En ese momento, en otro espacio de la sala de operaciones, Sergei V. Kirienko, director de Rosatom, estrechaba la mano de Gholanreza Aghazadeh, director de la Organización de Energía Atómica Iraní. La visita de los periodistas se organizó con motivo de la inspección que el directivo ruso haría a la planta, quien se mostró muy prudente en especial a la hora de hablar sobre la seguridad de la planta y los retrasos en su entrega.

Y es que la puesta a punto de Bushehr ha estado marcada por los contratiempos. En primer lugar, porque los rusos no aceptaron la tecnología alemana y volvieron a empezar casi de cero. Y porque resultó casi imposible financiar el proyecto debido a las presiones internacionales para que Irán detuviera su programa nuclear, que a medida que pasaban los años era cada vez más ambicioso, y las sanciones económicas que como consecuencia han recaído sobre ese país en los últimos años.

Rusia, como parte del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas, también ha recibido presiones a lo largo de estos años para que desista de su asesoría. Pero Moscú sigue firme en su posición de que esta planta sólo tiene fines civiles, pues al final del proceso de producción de energía los iraníes tendrán que devolverles el uranio utilizado, lo que no les deja opción para usarlo en la producción militar.

"Rusia e Irán siempre han trabajado bajo el marco de la ley internacional", aseguró Kirienko. La mesa, como dato curioso, no podía ser más particular. A un lado estaban una decena de rusos rubios acuerpados y encorbatados, frente a iraníes más bien flacos, con una pequeña barba y con sus camisas cerradas hasta el cuello y sin corbata, como lo indican los cánones de la Revolución Islámica

"Estados Unidos y los occidentales están preocupados por el programa nuclear iraní, y para ellos es un problema que Irán haya accedido al ciclo completo de producción de combustible a pesar de los embargos, y su problema es cómo asumir esa realidad", dijo más tarde Aghazadeh, en una rueda de prensa. En su intervención también anunció que Irán va aumentar hasta 50.000 las centrifugadoras de Natanz, las instalaciones en el centro del país donde se enriquece el uranio hasta un máximo del 5 por ciento para usos civiles. Pero el enigma vino cuando dijo para cerrar, "¡Ah! Irán tendrá una sorpresa en el campo nuclear en los primeros meses de Farvardin (primer mes del calendario persa, que empieza el 21 de marzo)".

Estos mensajes ambiguos son la causa de la mayor desconfianza entre la comunidad internacional, como sucedió la semana pasada cuando la Agencia de Energía Atómica dijo que Irán había acumulado 2.227 libras de uranio. Esta cifra es bastante mayor de la que se publicó en el último informe de 2008, lo que hace pensar a la autoridades iraníes que habían ocultado este mineral en la pasada inspección. El informe, sin embargo, también asegura que ese uranio está enriquecido a un nivel bajo y que no es apropiado para fabricar armas.

Pero para muchos analistas lo importante es tener suficiente cantidad de mineral, pues enriquecerlo a los niveles necesarios para usos bélicos puede tardar pocos meses. Incluso el experto en el programa nuclear iraní, David Albright, aseguró hace algunos dias en The New York Times que Irán tiene ahora suficiente uranio para producir unas cuantas bombas, pero no para producir energía nuclear civil, como asegura. .

"El mensaje que estamos mandando hoy a los que nos piden que detengamos nuestro programa es importante, porque cuando la planta entre en funcionamiento demostraremos que Irán sigue firme en su proceso de producir energía pacífica", me dijo un periodista iraní al salir de la conferencia de prensa. A esa hora nos montaron de nuevo a los buses, nos llevaron a descansar a uno de los largos galpones con habitaciones para visitantes construidas en la época de los alemanes, nos dieron una gran cena al estilo iraní con kebabs, y al final de la noche volvimos a Teherán.

La calma regresaba a Bushehr, donde empieza la cuenta regresiva hacia la puesta en marcha de la primera planta de energía nuclear iraní. Dicen que vienen otras. O al menos eso contó Aghazadeh, a quien, por lo visto, le encantan los misterios.