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VOTO DE CENSURA

Caido Shamir, Shimon Peres tiene la oportunidad de conducir a Israel hacia la paz.

16 de abril de 1990

En Israel la palabra clave es Paz. Desde que comenzó la revuelta palestina de los territorios ocupados (conocida como Intifada), los israelies están llegando al punto en que para muchos es mejor una paz precaria y riesgosa que la mano dura.
Esa discusión llego el jueves pasado a su extremo más agudo cuando el primer ministro Isaac Shamir, jefe del partido Likud y defensor de la mano dura, recibio el primer voto de censura de la historia de Israel. Su rival más fuerte, el intelectual de izquierda Shimon Peres, tendra la oportunidad de crear un gobierno en el que su partido, el laborista, conduzca las conversaciones con los palestinos en desarrollo del plan de dialogo propuesto por los Estados Unidos y conocido como Plan Baker.
Las cosas comenzaron el mes pasado, cuando el gobierno norteamericano de George Bush, disgustado ante la renuncia del gobierno de Shamir para empezar las conversaciones, inició una campana internacional con la publicación de un informe sobre derechos humanos en el que se condenaba abiertamente la represión de la Intifada. La presión continuo con la exigencia hecha por el secretario de Estado James Baker a su colega israeli Moshe Arens, en la que le pedia "una respuesta rápida" al plan de paz, con tal de que este no se eternizara en el papel.
Ante la falta de definición israeli, Baker presento en su congreso la sugerencia de reducir simultaneamente la ayuda a Israel y Egipto, los cuales, desde los acuerdos de Camp David, reciben más de la mitad del presupuesto de ayuda de Estados Unidos. Este privilegio, que fue necesario en tiempos de Jimmy Carter para asegurar la paz entre los dos países, se ha convertido, a los ojos del secretario de Estado, en un parche en relacion con los cambios positivos que se observan en Europa oriental, Panamá y Nicaragua.
La presión norteamericana llegó a amenazar con el bloqueo de US$400 millones que los Estados Unidos estan a punto de prestarle a Israel para la construcción de viviendas para judios soviéticos inmigrados. Fue entonces cuando la pelea diplomática dio paso a la lucha entre las posiciones internas de la política israeli, las cuales se reflejaban claramente en la coalición de gobierno.
Con la presión de la violencia en los territorios ocupados, por un lado, y la insistencia de varios países para que se buscara una solución negociada para el largo martirio palestino, por el otro, la frágil coalición de 15 meses se vino finalmente abajo. El martes 13 el primer ministro Shamir despidió a su ministro de Finanzas Shimon Peres, y este se llevó consigo a la totalidad de los ministros laboristas. Al salir, las palabras del lider laborista lo decían todo: "El desarrollo principal de la jornada ha sido el rin del gobierno de unidad nacional dirigido por Shamir".
Aunque resulte paradójico, fue el mismo Shamir quien propuso la idea central del Plan Baker, esto es, la celebración de elecciones en los territorios ocupados hace unos diez meses. Pero los procedimientos propuestos por Baker llevaron a que Likud volteara su moneda. Desde que en el otoño pasado aquel propuso conversaciones tripartitas entre Egipto, Estados Unidos e Israel, para decidir el carácter que debía permitirse a la delegación palestina, Shamir comenzó a sacar el bulto.
Al contrario de lo que opina el partido laborista, el Likud se opuso a que se incluyera en esa delegación a palestinos cercanos a la Organización para la Liberación de Palestina o que no residieran en los territorios ocupados. Shamir también se opone a la participación de cualquier palestino que viviera en la parte oriental de Jerusalen, anexada por Israel inmediatamente después de la guerra de 1967 y considerada por muchos israelies como la capital indivisible de su país.
Esas dudas y reticencias llevaron a que la disputa interna se hiciera cada vez más agría. Pero el equilibrio de fuerzas, con 39 escaños para el Likud y 40 para los laboristas, convirtió el enfrentamiento en una complicada serie de estrategias parlamentarias.
Eso explica que Shamir destituyera a Peres para desencadenar el retiro de la totalidad de los ministros laboristas, ante la inminencia de la moción de desconfianza que con seguridad iba a presentar su adversario. Lo que quería entonces Shamir era asegurarse de que el gobierno de transición, esto es, el que deberá cuidar los intereses del Estado mientras se conforma uno nuevo, no tuviera participación de sus propios enemigos.
Pero a pesar de las intensas gestiones realizadas, Shamir no logró asegurar el apoyo de los cuatro partidos ortodoxos que son el fiel de la balanza en lsrael en estos casos. El jueves 15 el Parlamento israelí decidio por primera vez en su historia, censurar la gestión de un primer ministro. Por lo que parecía, el poder se inclinaba a favor de la paz.
Sin embargo, aún deben superarse multiples tramites políticos antes de que el laborismo de Peres pueda conducir al país por el camino de la paz. Los laboristas tienen ahora la sarten por el mango, y dispondran solo de 21 días para convencer a sus posibles adherentes de que su alternativa es la única solución al desangre que supone la permanencia indefinida de la Intifada. Por lo menos el partido laborista, tradicionalmente dividido entre sus lideres Peres y el ex ministro de Defensa Isaac Rabin, parece unido como un solo hombre en este empeño.
Si Peres fracasa en su esfuerzo por conformar un gobierno viable, el turno correspondera de nuevo a Shamir. Y como este seguramente tampoco le conseguira, el presidente Jaim Herzog se vera obligado a convocar elecciones generales para conformar un nuevo Knesset, o Parlamento. Si ello ocurre, el plan de paz de Bakel tendría una demora al menos de tres meses para comenzar siquiera a discutirse, lo cual es considerado una derrota en Washington.
Pero a juicio de algunos observadores, el aparente estancamiento del Plan Baker tiene otro responsable. Se trata del propio presidente norteamericano George Bush. Para complicar las cosas, el presidente dijo la semana anterior por primera vez, que se oponía a los asentamientos israelíes en el este de Jerusalen tanto como a los de los territorios ocupados. A juicio de muchos, fue un comentario poco afortunado que llenó de desconfianza a amplios sectores de la sociedad israelí, para quienes fue como una advertencia sobre el carácter del gobierno que Bush quisiera ver instalado en el poder de su aliado
Mientras se desenredan los complicados tejemanejes políticos, los afectados directamente, esto es, los palestinos de la franja de Gaza y los territorios del West Bank, por una parte, y los colonos israelíes, por la otra, esperan una oportunidad para vivir en paz. Lo que llama la atención del mundo entero es que de conseguirse una solución para ese problema, Israel, un país que ha vivido en guerra desde su fundación, podría experimentar por primera vez la paz, pues un gesto de buena voluntad hacia los palestinos de esas zonas abriría el camino hacia la iniciacion, de una buena vez, de la convivencia arabe-israelí.
Pero como esa solución pasa necesariamente, en opinión de muchos, por la constitución real de una patria palestina, los israelíes sienten hoy que lo que está en juego es su historia.