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YELTSIN, CHECHENIA Y COLOMBIA

En medio de una acostumbrada descarga de responsabilidades, el presidente ruso hace insólitas referencias a Colombia.

20 de marzo de 1995

UNA VIEJA COSTUMBRE DE la nomenclatura soviética, que perdura a través de los tiempos, es la de echarle la culpa a los demás de los errores propios, especialmente a los subordinados. De esta manera, el supremo gobernante siempre puede cambiar de línea de un día para el otro y acusar a sus amigos o aliados de ayer. El presidente ruso Boris Yeltsin no hizo nada diferente la semana pasada en su importante discurso sobre el estado de la Nación. Pero esta vez añadió el extraño ingrediente de varias referencias a Colombia.
Yeltsin se mantuvo fiel a su pasado y herencia: repartió críticas a diestra y siniestra, tratando de salvar su desteñida imagen de reformista y demócrata, echándole la culpa de todos los males presentes y futuros a ministros y funcionarios de menor categorìa.
Se congratuló de que durante 1994 haya vuelto la paz a las relaciones entre su presidencia y el Parlamento, luego de la sangrienta disolución del Soviet en 1993, pero no hubo más motivos de alegría en su discurso, que estaba planeado para principios de año pero que debió ser aplazado por causa de la guerra en Chechenia.
¿Quién es culpable de la invasión a Chechenia? El no, por supuesto. Es el maléfico dictador checheno Dzhojar Dudaev, a quien no dudó en comparar con los jefes de la mafia colombiana. "Nos mantuvimos -dijo- felices por demasiado tiempo con la esperanza de que la situación se resolviera por sí misma. Fue un error fatal". Pero, añadió, "abscesos como el cartel de Medellín en Colombia, el triángulo dorado del sureste de Asia y la criminal distadura de Chechenia no se sanan por sí mismos". Ni más ni menos fue el argumento para justificar una guerra que ha producido más de 25.000 muertos civiles, más de 200.000 refugiados, más de 1.000 soldados rusos muertos según cifras oficiales. Y ¿quién es culpable del alto costo humano de la aventura del Cáucaso y de las violaciones a los derechos humanos? El no, por supuesto. Son los militares: "La preparación de la operación fue muy formal, así como la falta de coordinación en el trabajo de los ministerios comprometidos", dijo. "Esta es la razón de las grandes pérdidas y de las violaciones a los derechos humanos".
¿Quién es culpable del freno a las reformas? El no, por supuesto. Es la "desalmada maquinaria estatal" la que las impide. "El aparato burocrático ha sacado ventaja de su falta de control, tratando de subyugar las instituciones estatales a sus intereses mercenarios", dijo.
Esta vez sus ataques se dirigían veladamente contra su íntimo amigo Alexandr Korzhakov, jefe de la guardia personal del presidente, quien ha saltado a la luz pública últimamente como el cuarto político más influyente de Rusia.
¿Quién tiene la culpa de que no se paguen los salarios a millones de trabajadores, incluidos los 500.000 mineros que hicieron huelga a principios de febrero? El no, por supuesto. Son los jefes de las empresas estatales. La falta de pago de salarios es, para él, "una violación de los derechos humanos inalienables".
¿Quién tiene la culpa del fracaso en la lucha contra el crimén y la corrupción? El no, por supuesto. Son los corruptos funcionarios de los organismos que deben garantizar el cumplimiento de la ley.
En la política internacional, renovó su compromiso occidentalista pero criticó el plan de expandir la Otan hacia el este.
Sin embargo, sus intentos de eludir la responsabilidad en todo lo que ha sucedido en el último año no parecen estar dando resultado. Según una encuesta realizada la semana pasada, solo 6 por ciento de los rusos confían en él, en contraste con el 85 que se registraba luego del fracasado golpe de Estado de agosto de 1991 y con el 12 por ciento en diciembre, antes de la crisis de Chechenia. Falta ver si con discursos tan bien argumentados, con cartel de Medellín y todo, Yeltsin logra redimir su figura, que parece irremediablemente en descenso.