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ZARPAZO SOBRE EL LIBANO

"Paz para Galilea" llama Begin a su última incursión contra los palestinos. Tan irónico apelativo no impide que esta guerra sea ya la más peligrosa del mundo.

12 de julio de 1982

Iniciada el viernes con durísimos bombardeos sobre Tiro, Sidón y Beirut, la invasión israelí sobre el Líbano movilizó a más de 600.000 soldados. "Tiene por objeto -escribió Menahem, Begin en su mensaje al presidente Reagan- limpiar de terroristas (palestinos) una zona de 40 kilómetros hacia el norte".
En realidad, este ataque no sorprendió. En febrero y abril después del asesinato en París, del diplomático Barsimantov, los Estados Unidos habían logrado disuadir al señor Begin de cualquier "aventura" en ese país.
La política del "Gran Israel" seguida por las autoridades hebreas perturba, en efecto, los planes americanos tendientes a reagrupar los países árabes favorables a sus intereses estratégicos en la región. Esta acción, por su envergadura, supera todo tipo de represalia y debe ser inscrita dentro de la línea seguida por Israel desde la guerra de 1967, política que se acentuó con la toma del poder por parte de la derecha nacionalista dirigida por Menahem Begin.
Desde su posesión, en junio de 1977, Begin aceptó, instigó incluso, la colonización de los territorios palestinos sin desdeñar ningún medio: simple intimidación, "confiscación por motivos de seguridad" y, en algunos casos, propagación de productos químicos destinados a la defoliación...
La visita histórica del presidente Sadat a Israel, el 19 de noviembre de 1977, y su gesto noble al aceptar la existencia de Israel y firmar un acuerdo de paz, no lograron modificar la política del señor Begin. Muy al contrario, a su regreso de la conferencia histórica en la Casa Blanca, el 17 de septiembre de 1978, el primer ministro impulsó el establecimiento de colonos en los territorios ocupados y lanzó "Raids" sobre el Líbano yendo hasta declarar al ratificar el acuerdo con Egipto delante de la Knesset: "Israel no volverá jamás a las fronteras de junio de 1967. Israel no permitirá jamás e impedirá la creación de un estado palestino en Cisjordania. Jerusalén, una y unificada, será la capital eternal de Israel".
Con esta "precisión" Israel proponía una "autonomía" para los palestinos que viven bajo su dominación pero rechazaba la independencia de Gaza y Cisjordania.
Begin ignoraba así, nuevamente, las advertencias expresadas por Mustafá Khalil, entonces primer ministro egipcio y del mismo presidente Sadat según las cuales "ningún palestino aceptaría un estatuto de autonomía de ese tipo".
A la implantación de colonias en plena zona palestina, el gobierno de Tel Aviv agregó otra serie de acciones de caracter expansionista: anexión definitiva de Jerusalén en Julio de 1980; destrucción de la central nuclear de Tamuz (Irak). En la que se fabricaba, según el gobierno Begin, una bomba atómica; bombardeos mortíferos contra Beirut (el del 17 de julio de 1981 causó más de 500 muertos y unos 1.220 heridos por sólo 5 muertos y 40 heridos en Israel) y, en fin, aprovechando la tensión creada por el golpe del general Jaruselski en Varsovia, anexión de una parte del Golán territorio incontestablemente Sirio.
La guerra de las Malvinas y la conferencia cumbre de Versalles suministraron un nuevo pretexto al gobierno Begin para lanzar el ataque sobre El Líbano. Presentada como una "acción limitada" todo hace pensar que se trata, en cambio, de la realización de uno de los objetivos más importante de Ariel Sharon y Menahem Begin: atravesar el río Litani y ocupar un vasto territorio cuyos límites debían extenderse, en un principio, hasta las orillas del río Zahrani, es decir, un sexto del territorio libanés. Las tropas de Israel han superado ese límite.
Los estrategas israelíes habían previsto esta intervención desde el alto al Fuego convenido con los palestinos después de la incursión israelí en julio de 1981. Sus fines eran evocados abiertamente o apenas disimulados en cada advertencia, generalmente acompañada de un "Raid": infligir una derrota militar a la OLP, destruir su infraestructura administrativa -base de un futuro estado-, cortar la resistencia de Gaza y Cisjordania de las bases palestinas situadas en el sur de Líbano -lo cual facilitaría la aplicación de la política de "autonomía" definida por Israel- y favorecer la extensión de los territorios controlados por sus aliados, las milicias cristianas dirigidas por Bachir Gemayel.
Este último punto parece ser primordial para Menahem Begin. El primer ministro espera, en efecto, debilitar al máximo las posiciones del sirio Hafez el Assad hasta obtener su expulsión definitiva de Líbano, neutralizar a Jordania y establecer en Beirut un gobierno shiíta con el cual Israel podría firmar un tratado de defensa mutua.
Israel podría aceptar, en ese caso, una solución semejante a la de 1978 cuando, después de 91 días de invasión, entregó 14 de sus posiciones a la fuerza internacional de las Naciones Unidas, y cedió un "cinturón de seguridad" de 120 kilómetros de largo y de 8 a 10 de ancho al comandante disidente, cristiano libanés, Saad Haddad.
Israel se encuentra, en todo caso, en posición de fuerza para negociar la retirada de sus tropas. Pero invadiendo El Líbano, sin respetar la franja controlada por los soldados de las Naciones Unidas, Israel ha violado gravemente el derecho internacional.
El señor Begin dirige su país según una ideología típicamente expansionista que su ministro de defensa Ariel Sharon -citado por "Le Monde Diplomatique" de mayo pasado- plasmó en su discurso "Desafios de Israel para los años 80", cuando señaló: "La esfera de interés militar de Israel se extiende, en los años 80, por fuera del mundo árabe y abarcará países como Turquía, Irán, Pakistán, Africa del Norte y hasta Africa Central".