"Necesitamos el cambio", fue el lema de campaña de Obama | Foto: AP Foto.

ESTADOS UNIDOS.

El mundo cambió

Con el remezón que ha significado elegir a un Presidente negro, conciliador y humanista, se ha producido el renacimiento de Estados Unidos como faro de la esperanza, la democracia y la libertad. Por Mauricio Sáenz, jefe de redacción de SEMANA.

6 de noviembre de 2008

Barack Obama ya era Presidente de Estados Unidos cuando comenzó la jornada electoral del martes, pues un par de días antes había sido “proclamado” por la población de Turbaco, cerca de Cartagena. Esa pequeña plaza calurosa de la Costa Caribe colombiana tiene muy poco que ver con el Grant Park de Chicago, donde 300.000 norteamericanos se reunieron para escuchar el discurso de su nuevo gobernante. Pero en sus calles polvorientas, unas elecciones simbólicas ilustraron muy bien el significado enorme del triunfo de Barack Obama en el contexto mundial.

Los pobladores de Turbaco, luego de “votar” abrumadoramente por Obama, salieron por las calles en sus motos, disfrazados de Tío Sam, a hacer sonar sus bocinas mientras ondeaban banderas de las barras y estrellas. Resultaba por lo menos impresionante que la figura que simboliza a Estados Unidos saliera a relucir en ese pueblito tercermundista no para ser quemado por la turba en medio de ‘abajos’ al imperialismo norteamericano, sino como símbolo de esperanza.

Esa alegría espontánea por el triunfo de “su” Obama, que se repitió a lo largo y ancho del globo, demuestra que se ha conformado una opinión pública mundial preocupada, desde lo local, por los temas del orbe, y sobre todo evidencia los sueños y las expectativas que el fenómeno Obama ha desencadenado en los ámbitos más variados. Al fin y al cabo, varias encuestas sin precedentes realizadas en varias decenas de países demostraron que, si los ciudadanos del mundo eligieran al presidente de Estados Unidos, Obama habría sido elegido por una abrumadora mayoría.

Por supuesto, en el fenómeno tiene mucho que ver el contraste con el legado de George W. Bush, quien desplegó una política unilateralista y arrogante que consiguió deteriorar la imagen de Estados Unidos hasta niveles insospechados. Obama ha manifestado en múltiples oportunidades su disposición a buscar soluciones para los problemas más acuciantes del mundo mediante los mecanismos multilaterales, la concertación y el respeto por los intereses y la cultura de los países, y ese mensaje sedujo a media humanidad.

Obama además no solamente es un extraordinario orador, y un político dueño de un carisma inigualable, sino que es un mestizo que acaba de triunfar en un país en el que hasta hace 50 años los negros carecían de derechos civiles. Como hijo una mujer anglosajona y un hombre de Kenya que se conocieron en Hawai en una clase de ruso, tiene una visión del mundo mucho más amplia que la inmensa mayoría de sus conciudadanos. Vivió en Indonesia, cuando su madre se casó en segundas nupcias con un ciudadano de ese país, asistió a un colegio católico y a uno musulmán, y luego viajó por Asia y estuvo algún tiempo en Pakistán. El nuevo presidente de Estados Unidos, como lo ha dicho en varias oportunidades, sabe qué es vivir en el tercer mundo, y conoce sobre todo la enorme brecha entre los gobiernos elitistas y a veces despóticos y su población.

Por eso, ha hecho énfasis en su interés en llegar directamente al corazón y las mentes de los habitantes más que los de las élites gobernantes, lo cual es un mensaje preocupante para los gobiernos que tienen problemas de derechos humanos. Porque ha sido muy claro en que estos no serán supeditados, como en el pasado, a los intereses estratégicos, lo que significa que casos como el de Pervez Musharraf, el dictador pakistaní sostenido por Bush durante años, podrían haberse terminado para siempre.


Con el remezón mundial que ha significado elegir a un Presidente negro, conciliador y humanista, se ha producido un efecto que hace algunos meses era impensable: el renacimiento de Estados Unidos como faro de la esperanza, la democracia y la libertad en el mundo entero. Lo que preocupa a algunos es que, como dijo en una entrevista la analista francesa Dominique Moisi, “nada es más peligroso que la realización de los sueños, porque pueden resultar decepcionantes”. La imagen de ese país ha cambiado de la noche a la mañana, pero eso no quiere decir que los problemas desaparezcan con la misma rapidez. La situación de Irak y Afganistán, las relaciones con una Rusia cada vez más asertiva, la crisis económica mundial y los temas ambientales más acuciantes, son apenas el comienzo de la lista de los asuntos que lo esperan, que son muchos y muy graves.

El propio Presidente electo advirtió que su lucha sería larga, e incluso que tomaría más de un período conducirla al éxito. Pero la historia ya cambió cuando los estadounidenses eligieron para dirigir sus destinos a un hijo de inmigrante musulmán, miembro de una comunidad tradicionalmente oprimida y de piel oscura. Ya nadie podrá alegar ninguna de esas condiciones para negarle los más altos destinos a alguien como él en ninguna parte del mundo. Como en los días de su fundación, aún antes de que la Revolución Francesa le diera mayoría de edad a la noción de que todos los hombres son iguales sobre la faz de la tierra, Estados Unidos dio de nuevo un paso primigenio en la historia de la humanidad.