¿Quién manda a quién?

El pacto para superar la crisis nuclear con Norcorea deja más dudas que respuestas.

17 de febrero de 2007

Kim Jong Il, el chantajista nuclear norcoreano, parece haber ganado su apuesta. Las dilatadas negociaciones entre Corea del Norte y el grupo de cinco países que incluía a Rusia, China, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos, llegaron a un acuerdo para superar la crisis provocada por su programa atómico. Y aunque el presidente norteamericano George W. Bush se mostró "satisfecho", el pintoresco dictador sacó la mejor tajada. Pyongyang obtendrá petróleo como incentivo por cerrar antes de 60 días su principal planta nuclear. Podría recibir hasta 950.000 toneladas, o su equivalente en ayudas, si el programa de desmantelamiento prospera y el reporte de los inspectores resulta satisfactorio. Lo acordado dista de ser una solución definitiva y deja muchos de los temas más delicados para después. También confía en las promesas de Kim, el mismo personaje que se unió al Tratado de No Proliferación Nuclear, sin la menor intención de cumplirlo, para retirarse en 2003 y amenazar con una "marea de fuego".

Para los analistas, el resultado refleja el afán de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, por una victoria diplomática para contrarrestar los fracasos en Oriente Medio. Lo paradójico es que el trato, que llega cuatro meses después de la primera prueba atómica de Pyongyang, se asemeja mucho al que celebró el gobierno Clinton en 1994, criticado por la administración Bush, al punto que John Bolton, el ex embajador de Washington ante la ONU, lo calificó "una copia al carbón".

Cuando se acerca el ultimátum de la ONU para que Irán deje de enriquecer uranio, el 21 de febrero, el acuerdo envía a Teherán la señal de que tener bomba atómica es la mejor herramienta de negociación.